En la foto: James Cason, junto a sus manipulados mercenarios, durante inauguración del Centro Linconl. ¿Repartiendo dinero o tickets de almuerzo?
Por Saul Landau y Nelson Valdés
"La madre de todos los pecados... la delgada línea entre la rectitud y el fariseísmo”. La guía del viajero al Infierno: no abandonen este mundo sin ella. Dana Facaros y Michael Pauls.
Al responder a nuestras acusaciones de conducta impropia, James Cason, candidato a la alcaldía de Coral Gables en la Florida, ha cantado loas de su comportamiento como ex jefe de la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana (2202-2005). “Estoy orgulloso de lo que hice en La Habana”.
(http://alongthemalecon.blogspot.com/2010/10/james-cason-i-am-proud-of-what-i-did-in.html#ixzz11io0dXHs.)
Dijimos que él y Roger Noriega se aliaron para crear el caos en Cuba, en vez de seguir la política establecida del gobierno de EE.UU. –el uso de medios pacíficos para producir un “cambio de régimen”. Cason olvidó un pequeño detalle en su “respuesta”: la respuesta.
En vez de aceptar o rechazar nuestro alegato, Cason demuestra que se siente complacido de su comportamiento en Cuba; una valoración narcisista de sí mismo y un ataque a Fidel –lo cual debe satisfacer e incluso divertir a sus amigos cercanos y a la familia. Pero si el Congreso comienza a examinar sus palabras y, más importante aún, su acción nada diplomática que él y su jefe Noriega iniciaron, puede que descubra graves violaciones del protocolo. Escribimos que el 20 de mayo Noriega contó a un conductor de programas de la emisora radial WQBA de cómo él y Cason –en contradicción con la política norteamericana declarada—trataron de crear una confrontación con el gobierno cubano, de manera que Cuba tuviera que declarar a Cason persona non grata. A su vez, la expulsión daría a la Administración Bush un pretexto para cerrar la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana. ¿Corrobora Cason la declaración radial de Noriega? Aún estamos esperando una respuesta.
Apoyados por una pequeña minoría de airados e irracionales exiliados cubanos en la Florida, estos dos funcionarios del Departamento de Estado aparentemente se comportaron como muchachos traviesos para crear incidentes que provocarían que los tímidos adultos (el Secretario de Estado, el Pentágono y el equipo de Seguridad Nacional) hicieran lo que ellos deseaban, ¿O es que siguieron una secreta y aún no aceptada política de la Administración Bush que no tenía la aprobación del Estado Mayor Conjunto ni del Secretario de Estado: crear el caos en Cuba con el propósito de forzar un cambio de régimen –y posiblemente una intervención militar norteamericana?
Sin embargo, la pequeña conspiración de Noriega y Cason provocó resultados que aparentemente ninguno de los dos esperaba. En vez de darle una patada en su nada diplomático trasero y expulsarlo del país, Cuba arrestó a 75 ciudadanos cubanos que Cason había reclutado (con ofertas de dinero, artículos, servicios y apoyo norteamericano). ¿Cómo fue que el jefe de la Sección de Intereses de EE.UU. y Noriega, su superior en Washington, no previeron esa posibilidad? ¿O es que Cason y Noriega cayeron en lo que debieron haber visto como una trampa predecible? ¿Es que no conocen la historia reciente?
Desde los primeros días de la revolución, Cuba ha respondido a las provocaciones de EE.UU. ya sea enviando a cubanos descontentos a Estados Unidos (o permitiéndoles una fácil salida) o arrestando a los que han colaborado con su autoproclamado enemigo. Si Cason y Noriega no esperaban que La Habana arrestara a los “disidentes” –a los cuales la Sección de Intereses utilizó como sustitutos—habría que declararlos tontos o incompetentes totales. Nos gustaría saber si Cason y Noriega consideraron alguna vez la posibilidad de que Cuba encerraría a 75 personas que habían estado a su servicio y, si así lo hicieron, si alertaron a esos desafortunados cubanos de las posibles consecuencias de repetir el guión de Washington mientras comían la comida de Washington y bebían su licor en la Sección de Intereses de EE.UU. o en la mansión de Cason.
Si Noriega y Cason conocían la predecible respuesta de Cuba y continuaron utilizando a esa gente para crear el caos, deben confrontar un hecho desagradable: mostraron un cruel desprecio por la vida y seguridad de 75 cubanos que estuvieron en prisión durante siete años.
La historia debió haber terminado ahí. Pero extrañamente, apenas unas semanas después del arresto de los 75, Cason cambió su petulante comportamiento y colaboró activamente con el gobierno cubano. Cuando un cubano secuestró un avión (abril de 2003), Cason se presentó por radio y televisión para informar a todos los cubanos que “Estados Unidos desplegará sus fuerzas de seguridad interna para impedir que cualquier vehículo secuestrado llegue a Estados Unidos”. Dejó bien en claro que cualquiera que secuestrara una nave cubana “será procesado con todo el peso del sistema legal de EE.UU.”
¿Acaso Noriega se arrepintió de su conducta anterior y dio esa orden? ¿Acaso la condena de los 75 y el secuestro subsiguiente hicieron que el Secretario de Estado Colin Powell y los altos jefes militares finalmente prestaran atención a los bromistas buscadores del caos y les ordenaron que se comportaran?
En las tres semanas que mediaron entre el arresto y el secuestro, Cason, el orgulloso provocador, se metamorfoseó en un obediente colaboracionista. Sus eufóricos partidarios de otros tiempos pertenecientes al cabildo de exiliados cubanos derechistas –los representantes Mario and Lincoln Díaz-Balart y la representante Ileana Ros-Lehtinen—calificaron el comportamiento colaboracionista de Cason de "acto de infamia". Cason había traicionado a sus promotores al cooperar “con la tiranía cubana”. (Miami Herald, 22 de julio de 2003.)
Los hechos: Cason –con el consentimiento de Noriega— mediante el engaño colocó a 75 cubanos en una situación comprometida y les prometió el apoyo del gobierno norteamericano. Después de que los 75 estuvieron en prisión durante siete años, tanto Cason como Noriega aún alardean de que están “orgullosos” de lo que hicieron.
Nos hace estremecer la idea del comportamiento del que no están orgullosos.
Tomado de Progreso Semanal
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