Omaira Sayago / El Nacional, de Venezuela
Los venezolanos tenemos años escuchando hablar al presidente Chávez sobre socialismo del siglo XXI, pero su concepto aún no está claro. Algunas personas, entre ellas el propio Fidel Castro, consideran que socialismo del siglo XXI es igual a comunismo. Para usted, que fue uno de sus ideólogos, ¿en qué consiste el socialismo del siglo XXI? ¿Es igual a comunismo?
—El socialismo del siglo XXI es un paradigma científico comparable a la teoría de la evolución de Darwin. Lo que los diferencia es el objeto de estudio. El paradigma de Darwin se refiere a la evolución de la materia biológica; el del socialismo del siglo XXI a la evolución de las sociedades humanas.
En cuanto a la organización de la economía es un modelo superior de evolución que sustituirá a la crematística de mercado que existe desde hace cinco milenios. Se caracteriza por tres propiedades: ser sustentable, democrático y basado en el valor de trabajo. En lo político es la fase de evolución superior a la democracia griega, y a la democracia formal burguesa, que existe desde hace 230 años.
Se puede entenderlo como la consumación de las tres consignas de la Revolución Francesa, igualdad, fraternidad, libertad, o sea como democracia participativa real; como la comunidad cristiana originaria, el reino de Dios en la Tierra; o como comunismo. Los términos varían, la esencia ética es la misma. Lamentablemente, no hay un debate serio del paradigma, desde el poder político: ni en Venezuela, ni en Cuba, ni en ningún gobierno latinoamericano.
-¿Cuál cree que será el desenlace político en Venezuela?
-Chávez logrará mantenerse en el poder y concretar su proyecto?
—Para mantenerse en el poder el presidente tiene una sola vía: repetir la hazaña de Lula en Brasil, Nelson Mandela en África del Sur, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia: construir y hegemonizar el centro de la sociedad venezolana.
Usted ha dicho recientemente que existe una crisis en el proceso bolivariano. ¿En qué consiste esa crisis, a qué se debe y a dónde conducirá el país?
—La crisis se deriva de la insistencia del presidente en mantener el modelo de gobernación que le fue útil desde finales del 2003 hasta fines del 2007, pero que hoy le es disfuncional. La crisis tiene varios flancos: la economía, el discurso público oficialista, la ineficiencia del Estado, el problema de la inseguridad y el sistema de selección gerencial del presidente en cuanto a los puestos de dirección del sistema político. Esos déficit son sistémicos. Por lo tanto, si no se corrigen llevarán el modelo de gobernación 2003-2007, al colapso.
Las encuestas revelan una caída importante en el apoyo popular a Chávez. ¿A qué cree que se debe?
—Las mismas encuestas indican las causas: la inseguridad, la alta tasa de inflación, sobre todo en productos agrícolas, el agotamiento del discurso oficial que es repetitivo y aburrido, etcétera.
¿Avala que a estas alturas un gobierno (como ocurre en Venezuela) trabaje por abolir el modelo económico capitalista para imponer un modelo económico socialista con un sector privado reducido al mínimo? ¿Cree que esta fórmula, de la cual hay muchos ejemplos de fracaso, puede prosperar en Venezuela?
—El modelo económico actual de Venezuela es insostenible porque des-conoce la cibernética de la economía de mercado y, por consiguiente, los límites de la intervención estatal posible. Hay una sobreestimación del presidente acerca del poder del Estado en una economía de mercado abierta.
Ese error estructural del pensamiento económico del presidente se compensó históricamente con los altos ingresos del boom petrolero. Hoy día, esto ya no es posible, por el bajo precio del petróleo, la inflación y los desequilibrios estructurales del sistema, sobre todo la falta de liquidez del Estado, cubierta cada vez más con el ahorro externo, particularmente de China.
El 26 de septiembre los venezolanos eligen a sus diputados. ¿Usted cree en la necesidad de un Parlamento autónomo y plural?
—La idea original del parlamento burgués era servir como foro de debate para encontrar la verdad en beneficio del país. Esa idea nunca se ha hecho realidad en ninguna parte, porque los intereses facciosos y el poder imperante lo impiden. Basta recordar que alrededor del 66 por ciento de los miembros del Senado estadunidense son millonarios, mientras que la tasa general de millonarios en la población es sólo el uno por ciento. Una sobrerrepresentación plutocrática total. Pero, sí, como idea básica, es deseable que haya autonomía y pluralidad en los parlamentos de la democracia burguesa, a la cual pertenece también el venezolano.
¿Cuál cree que será la reacción del presidente, en caso de que el oficialismo perdiera el control de la Asamblea Nacional? ¿Respetaría la nueva correlación de fuerzas o más bien pisaría el acelerador?
—El presidente respetaría la nueva correlación de fuerzas y trataría de recuperar la hegemonía en las elecciones del 2012. Es la única alternativa racional y viable que tendría en este caso.
La presión internacional, que de algún modo debe haber influido en la llamada capitulación de Santa Marta, ¿podría dar lugar a que Hugo Chávez abandonara su proyecto comunista? ¿O no habrá nada ni nadie que saque al presidente de su idea revolucionaria?
—La presión de la derecha internacional, como Aznar, Clinton o Santos, no puede cambiar el pensamiento del presidente. Al contrario, lo refuerza. Sólo hay dos fuentes de diálogo con efecto modificador: líderes que el presidente reconoce, como Fidel, Lula, Hu Jintao, Putin et al, y ciertos acontecimientos del escenario internacional. Los actuales cambios en Cuba, por ejemplo, ejercerán un efecto muy considerable, al igual que el desenlace de la situación en Irán.
¿Chávez, al final del día, se inmolará por el comunismo, es un comunista incurable o puede haber factores que lo obliguen a abortar su proyecto revolucionario y desistir?
—Estoy convencido de que el presidente está dispuesto a morir por sus ideas, como lo fueron Allende y Gaitán. Lo evidente, sin embargo, es que su muerte solo serviría a los sectores más reaccionarios del mundo. En Venezuela se repetirían los cincuenta años de guerra civil de Colombia, después del asesinato de Gaitán. La evolución del proyecto del presidente es la única solución racional y deseable para Venezuela y América Latina.
¿Cree posible convertir a Venezuela en otra Cuba? ¿Eso es posible hoy? Hasta ahora, a pesar de las estatizaciones y del control del poder que poco a poco ha ido adelantando el gobierno, no hemos pasado completamente de un modelo a otro. ¿Eso es viable en el siglo XXI?
—No, no es posible. El modelo del socialismo del siglo 20, que en este momento está abandonando Cuba con Raúl Castro, y que China abandonó en 1978 con Deng Tsiao Ping, es inviable en cualquier parte del mundo; incluso en Corea del Norte, su último reducto. El único socialismo posible hoy día es el socialismo del siglo XXI, tal como lo ha definido la vanguardia científica mundial, como economía de equivalencias y democracia participativa.
Hasta ahora, el gobierno ha aplicado mecanismos selectivos para embestir a sus adversarios.
¿Podemos esperar que, en una fase de aceleración del proceso, pasemos a un esquema de control o represión mucho más fuerte?
—La respuesta está en la Casa Blanca. Mientras Washington da albergue al terrorismo latinoamericano, incluyendo el venezolano, en Miami y lo apoya en todos los sentidos, el Estado venezolano tiene que defenderse dentro de las leyes del país. La represión estatal en Venezuela es y será, esencialmente, una función de la subversión estatal estadunidense.
Un punto importante es el futuro del sufragio en Venezuela. En el país ha habido cambios en lo económico (estatizaciones), en lo político (poder comunal en ascenso, nueva constitución, etcétera) y es de esperar que en el ámbito electoral también los haya. Ningún régimen verdaderamente revolucionario celebra elecciones como las que se realizan en el marco de la democracia liberal burguesa. ¿Cree que también en esta área habrá transformaciones profundas?
—El presidente busca crear un estado de derecho y de bienestar social, dentro de una economía capitalista de mercado y la clásica estructura política de la burguesía, con parlamento, división de poderes, etcétera. Nada de lo que ha hecho es socialismo del siglo 20 y, mucho menos, del siglo XXI.
El presidente usa el concepto como bandera discursiva, pero no ha habido ninguna política real para concretizar sus contenidos. Toma la economía. La economía del socialismo del siglo XXI se basa en el valor del trabajo, el intercambio de equivalentes y la planeación democrática. Ha habido solo dos ministros en diez años de gabinete del presidente que han entendido la economía de equivalencias y que han querido avanzar por esta vía, que es la única científicamente y políticamente posible: Víctor Álvarez y Eduardo Samán. Ve donde están ahora.
Y la construcción del Estado sobre comunas es otro callejón sin salida, una quimera de los intelectuales light que rodean al presidente y que no tienen idea de economía, como vimos en la reforma monetaria que fue todo un ejemplo de diletantismo profesional.
En resumen, el gobierno del presidente se caracteriza por reformas estructurales positivas hacia el estado de derecho y el Welfare State, como el desarrollismo histórico del general Perón en Argentina y del general Lázaro Cárdenas en México, pero no tiene nada de revolución anticapitalista o antiburguesa.
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