Al menos cuarenta organizaciones de Miami se han dirigido al presidente norteamericano, Barack Obama, para solicitarle que vete un proyecto de ley que se debate en la Cámara de Representantes. La legislación propuesta permitiría los viajes de ciudadanos norteamericanos a Cuba y flexibilizaría las durísimas condiciones para la venta de productos agrícolas de Estados Unidos a la Isla.
La lista de los firmantes la encabeza la Brigada 2506, que agrupa a quienes –organizados por la CIA- fracasaron en el intento de invasión por Bahía de Cochinos en 1961. Desde entonces, ha florecido -con el dinero de los contribuyentes norteamericanos- la industria del anticastrismo en el Sur de la Florida, dando lugar a un abanico de organizaciones que han convertido el odio y el terror en un lucrativo negocio. Cada vez que comienzan a moverse posibilidades de mejorar la comunicación entre Estados Unidos y Cuba, se activan los resortes de las provocaciones– como ocurrió con las avionetas derribadas en 1996- y se incrementa la actividad de los legisladores anticubanos en Washington.
Luego de 1996, protagonizadas por quienes ahora se dirigen al presidente demócrata, han ocurrido en Miami algunas hazañas de opinión pública que no deberían ser olvidadas:
■Festejaron el estallido de bombas en los hoteles de La Habana y Varadero en 1997.
■Apoyaron el secuestro del niño Elián González, incluso algunos rezaron ante la televisión pidiendo a Dios que derribara el avión en que regresaba a la Isla el niño, en junio 2000.
■En marzo de 2003 pidieron a Bush que después de Iraq invadiera a Cuba. Miami tiene el privilegio de ser la única ciudad del mundo donde ocurrió una manifestación callejera de apoyo a la guerra en Iraq.
■En la noche del 31 de agosto de 2006, se lanzaron a la calle a celebrar la muerte del líder cubano Fidel Castro.
■En septiembre de 2009 martillaron y destruyeron discos de los artistas que participaron en el Concierto por la Paz en La Habana.
Quizás todos estos hechos tienen peso sólo si son mirados desde el ángulo de las relaciones con Cuba, y al presidente de un país como Estados Unidos sólo lo ocupan asuntos más graves que amenacen la seguridad nacional.
Pero precisamente por eso, Miami debería ser una palabra innombrable ante un presidente norteamericano. Porque desde Bahía de Cochinos hasta la “Crisis de los balseros”-pasando por el asesinato de Kennedy, Watergate y el Irán-Contras- no ha existido una vez que la alianza con los extremistas del Sur de la Florida no termine comprometiendo la estabilidad del poderoso país.
A pesar de ello, y de que los firmantes de la petición saben que cada vez hay menos personas a favor de la política de la que han vivido y con la que han lucrado, muchos confían en que Obama hará lo mismo que sus antecesores: temerles y complacerlos; por lo menos es lo que ha hecho hasta ahora.
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