viernes, 15 de octubre de 2010

México - EE UU. Interés por la frontera, desinterés por la persona

Gabriela Morales Gracia

Miércoles 13 de octubre de 2010, por Revista Pueblos

La frontera norte de México, que se extiende a lo largo de aproximadamente 3.152,9 kilómetros, forma parte de los Estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. En ella se presenta una multiplicidad de significados. Uno de ellos tiene que ver con la mutilación del territorio bajo la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, denominado Tratado de Paz, Amistad, Límites y arreglo definitivo, entre la República Mexicana y los Estados Unidos de América, producto de una guerra injusta que se tradujo en la pérdida de la Alta California, Nevada, Utah, Arizona, parte de Colorado, Nuevo México y Texas.

Un territorio arrebatado, que deja una herida y presencia de una identidad que ahora, paradójicamente, es motivo de racismo y discriminación. Prueba de ello son las leyes como la de Arizona SB 1070, que toman los perfiles raciales como elemento de persecución, criminalización y control de una parte de la población que guarda una similitud con los autóctonos porque comparten un pasado en común.

La presencia de las migraciones de personas mexicanas se remonta a 1909, con el establecimiento de acuerdos bilaterales a través de los que se empleaba mano de obra mexicana en la actividad agrícola (las condiciones laborales, deplorables).

Con la entrada de Estados Unidos en la I Guerra Mundial, la mano de obra se convierte en una exigencia ante la ausencia de personas que laboren en otras áreas, ya no sólo la agrícola. Durante estos años se crearon leyes migratorias que tenían como objetivo controlar la presencia de personas de determinadas zonas, incluso del este y sur de Europa, condicionando los requisitos de entrada a la alfabetización y al pago de una especie de impuesto por migrar hacia Estados Unidos. [2]

Hay personas que migran temporalmente y otras que deciden hacer de EE UU su residencia por un tiempo más prolongado e incluso definitivo. Con los acuerdos bilaterales las migraciones eran del tipo circular, ya que la dinámica de la misma permitía el regreso al país de origen y su retorno en las épocas en las que se requería mano de obra. Esto se mantuvo hasta los años sesenta, poco después de la finalización del Programa Bracero en 1964. No obstante, se tiene registro de deportaciones masivas que existían desde aquella época, en un afán del control de los flujos migratorios. [3]

Hacia un mayor control

Este control de la frontera se ha manifestado durante varios lapsos de tiempo, acentuándose tras el 11de septiembre de 2001. Ejemplo de ello son los diversos programas de seguridad que obedecen a los temas de preocupación de ambos países: la seguridad fronteriza, el tráfico de indocumentados, los programas de regulación y legalización, y, finalmente, los programas de desarrollo regional, algunos de ellos de mayor interés para un solo país. [4]

Algunos de ellos fueron las operaciones Guardián en California en 1994, Salvaguarda y Encrucijada en Arizona, Bloqueo en Nuevo México y Rió Grande en Texas. También lo fue el Plan de Acción para la Cooperación de la Seguridad Fronteriza de 2001, a través del que se reemplazó el armamento letal por otro no letal y disuasivo que empleaba la patrulla fronteriza y se incorporó un programa de reconocimiento aéreo para zonas desérticas.

El resultado es la violación de los derechos humanos de las personas migrantes. La raíz de estas medidas es la protección de la seguridad nacional a costa de la vida de las personas que, en su intento de cruzar la frontera, pierden la vida o son gravemente lesionadas. Se ven obligadas a transitar por zonas cada vez más inhóspitas como los desiertos, lo que las pone en situaciones de especial vulnerabilidad, ya no sólo por los factores ambientales sino porque se ven expuestas a bandas del crimen organizado que trafican con ellas (de hecho, la trata es el resultado final para muchas personas en la frontera).

La muerte de personas en la frontera norte es otro de los rasgos que se vincula no sólo con las operaciones de seguridad y control, sino también con los abusos que han ido en aumento por parte de los agentes de la Patrulla Fronteriza y del ICE (U.S. Inmigration and Customs Enforcement). Estos últimos hacen un uso desproporcionado de la fuerza en las detenciones de las personas, durante su custodia en los centros de detención y en las deportaciones. Prueba de estos abusos es el caso de la muerte de Anastacio Hernández Rojas el 31 de mayo de 2010 por los golpes de los agentes de la Patrulla Fronteriza de California.

¿Seguridad humana?

No existe un enfoque de seguridad humana en las políticas migratorias de ambos países. México no es la excepción en cuanto al trato que reciben las personas que provienen (principalmente) de Centroamérica. Predomina la seguridad nacional, como lo demuestra el despliegue de la Guardia Nacional estadounidense en la frontera a partir de septiembre de este año, principalmente en los Estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas, tomando como justificación la situación de violencia extrema que se comparte en varias de las ciudades fronterizas del lado mexicano. Es un blindaje de la frontera.

Mientras se desarrollaba la Ope-ración Guardián se legitimaba al mismo tiempo una de las relaciones más asimétricas que existe entre Estados Unidos y México: la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y sus acuerdos paralelos que entraron en vigor en 1994, del los que son parte ambos países y Canadá. Este tratado pretendía, entre otras cosas, el aumento del comercio exterior, la inversión extranjera, el crecimiento económico y el empleo. Pero sus beneficios no han llegado a la mayoría de la población mexicana, e incluso no han afectado por igual a los países que participan del mismo.

Se crea un área de Libre Comercio de las Américas que no incluye a los millones de personas que transitan por esta frontera de forma irregular ante la imposibilidad real de obtener un visado que les permita residir y trabajar en el país vecino. Los rezagos sociales son importantes, y es por eso que Estados Unidos representa una opción ante las demandas laborales, de seguridad y bienestar que no han sido satisfechas por México.

En los últimos años se ha apostado por un modelo de desarrollo basado en las remesas, donde el dinero que se envía a México desde EE UU ha suplido la obligación del Estado mexicano de atender las demandas de su población. No es gratuito que más de once millones de mexicanos y mexicanas residan en Estados Unidos, de acuerdo al último registro obtenido por el Consejo Nacional de Población en México (2005). [5]

La frontera norte de México es, por todo ello, una de las más importantes en el mundo, tanto por la cantidad de personas que cruzan por ella, de forma irregular o regular, cuanto por las dinámicas que se presentan a ambos lados, las reacciones y significados que tiene un muro, una valla, el arriesgar todo por conseguir una vida digna y segura.
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Gabriela Morales Gracia es abogada y coordinadora jurídica del Programa de Defensa Integral de Derechos Humanos Binacional para personas migrantes (Ciudad Juárez, México).

Notas
[1] El Tratado de Guadalupe Hidalgo. Definición y lista de las concesiones de tierras comunitarias en Nuevo México. Informe Preliminar, U.S. Government Accountability Office (GAO), 2001. Ver http://www.gao.gov/.
[2] Durand, Jorge: “El programa Bracero (1942-1964): Un balance crítico”, Migración y Desarrollo, segundo semestre, número 009, Red Internacional de Migración y Desarrollo, Latinoamericanistas, Zacatecas, 2007.
[3] Tuirán, Rodolfo (coord.): Migración México-Estados Unidos: Presente y Futuro, Consejo Nacional de Población (CONAPO), México, 2000. Ver: http://www.conapo.gob.mx/.
[4] Villaseñor, B. y Morena, J.: “Breve visión sobre las medidas de control migratorio en la frontera norte de México”, en Migración: México entre sus dos fronteras, Foro Migraciones, México, 2002.
[5] Según el concepto de población residente en EE UU por región de nacimiento. Ver: http://www.conapo.gob.mx/.

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