martes, 19 de octubre de 2010

SUDÁFRICA: EL APARTHEID DE LA TIERRA NO HA FINALIZADO

Joan Canela i Barrull (Mundo Negro)

 "Solo veremos una reforma agraria en Sudáfrica si hay una fuerte movilización popular, ningún gobierno la hará por iniciativapropia”

Pamela Bereunga es zimbabwense, aunque hace más de una década quevive en Sudáfrica. Como millones de compatriotas emigró hacia elpotente vecino del sur huyendo de una economía que entonces empezabaa mostrar las primera grietas y hoy ya está totalmente hecha pedazos.

Trabaja en una granja en la provincia de Limpopo, a solo unoskilómetros de la frontera, de lunes a sábado durante un mínimo dediez horas al día. Cuando hay trabajo. En las épocas menoslaboriosas se le reduce la jornada laboral a la mitad y el salario aun 40%. Un sueldo que, cuando es el 100% sube a la increíble cifra de800 rands [80 euros] mensuales, del cual se le descuenta el 25% enconcepto de habitación, luz, agua y leña. La habitación es un minúsculo cuarto que comparten familias enteras de dos por tresmetros sin ninguna ventana frente al cual hay una cabaña donde estála cocina de leña. La luz da para una bombilla y, como mucho, unaradio. El agua es un grifo colectivo para todos los trabajadores y unaletrina sirve como único baño.

Cuando la mayoría de peones de lagranja eran sudafricanos no se pagaba este alquiler y además, si lostrabajadores son extranjeros el granjero no tiene obligación de pagarlas cuotas de la seguridad social, por lo que Bereunga no tiene accesoa un seguro médico ni a una futura pensión. Aunque con variaciones, estás son las condiciones de vida y trabajosmás comunes en Sudáfrica y no mejoran mucho las cosas por tener lanacionalidad. De hecho, tras el asesinato del líder supremacistablanco, Eugene Terre’blanche, trascendió que los peones que lomataron por adeudarles seis meses de salario cobraban el humillantemonto de 30 euros mensuales

. “El campo sudafricano concentra hoy las peores tasas de desempleo,pobreza y falta de servicios básicos de todo el país y, a menudo, laúnica salida que tiene la gente que vive en zonas rurales es laemigración” resume alguien tan alejado de los discursos fatalistascomo puede ser Jeff Radebe, director de políticas del gobernante Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas inglesas).

Y es que Sudáfrica tiene la contradicción de compaginar una alta productividad agrícola con un bajísimo desarrollo social en zonasrurales. “Esto es consecuencia directa de una concentraciónaltísima de la propiedad de la tierra –cuenta Tshililo Manenzhe,investigador sobre la estructura agraria en la Universidad de Ciudaddel Cabo- que provoca que el modelo sea muy poco eficazsocialmente”.

 Y, este dato es extremadamente importante enSudáfrica, la gran mayoría de los propietarios de tierra sonblancos. Por todo el país los grandes latifundios son perfectamente visiblesdesde la carretera en forma de inacabables extensiones piña, mango,eucalipto o viñedos, aunque los más habituales sean pastosextensivos con vacas y ovejas. No en vano la barbacoa es el plato nacional. Todos estos productos tienen en común su intensidad en tierra, agua y abono, pero que precisan de muy poca mano de obra.

Además, el régimen del apartheid promovió la mecanizaciónintensiva del campo para reducir la dependencia de los trabajadores negros. A estos datos hay que sumarle que en muchos municipios apenashaya dos o tres empleadores, lo que a la práctica impide cualquiermovimiento a favor de mejoras laborales que no sea la emigración.“

En el campo sudafricano persisten las mismas condiciones de abuso yesclavitud que existían bajo el apartheid” resume categóricamentePatrick Craven, portavoz nacional de la Confederación de SindicatosSudafricanos (Cosatu, en su acrónimo inglés). El resultado final de esta suma de factores lo resume un estudio delInstituto para la Investigación Social y Económica de la Universidadde Fort Hare para la provincia del Cabo Oriental, donde se señala quesolo un 1,5% de la mano de obra rural está empleada en la agriculturay que la mayoría de la población vive de pensiones estatales y delas remesas de sus familiares de las ciudades. Reforma agraria sí, pero como?

Todas las fuentes consultadas reconocen que es imprescindible realizaruna reforma agraria en Sudáfrica. Las divergencias empiezan cuando set rata de definir cual es la mejor vía para hacerlo. Oficialmente, desde que Mandela llegó a la presidencia en 1994 el gobierno está promoviendo una transferencia de tierras en manos de terratenientes blancos hacia nuevos propietarios negros siguiendo el modelo propuesto por el Banco Mundial mediante el cual el estado compra las granjas en el mercado libre y las cede o revende a los nuevos dueños.

 Pero en 16 años apenas un 5% de la tierra ha cambiadode manos y una buena parte de las nuevas granjas han sido abandonadaspor no ser rentables. “Es imposible hacer una reforma agraria comprando las tierras–explica Tshililo Manenzhe- no hay presupuesto público en el mundo capaz de asumir esto, puesto que aunque se tuvieran los recursos lacompra masiva de tierras genera un espiral especulativo que acabaconsumiendo todo el dinero en esta fase, que solo es la inicial de un proceso de reforma agraria.

Ningún proceso de redistribución detierras se ha hecho, en ninguna época ni lugar del mundo, siguiendo esta norma”. Desde el otro lado, las asociaciones de propietarios, defienden queesta es la única forma posible, advierten contra cualquierconfiscación de tierras blandiendo el ejemplo de Zimbabwe e inclusocritican las tímidas acciones emprendidas hasta el momento por elgobierno del ANC.

“Se da tierra a gente que no tiene interés en la agricultura –denuncia la portavoz en materia de desarrollo rural dela opositora Alianza Democrática- y se sigue viendo los granjeros blancos como enemigos y no como colaboradores necesarios de cualquier proceso de reforma agraria”.

Precisamente el colapso económico de Zimbabwe es usado una y otra vez en la mayoría de la prensa para alertar sobre los peligros decualquier “tentación nacionalizadora”. Pero Grasian Mkodzongi, una ctivista zimbabwense afincado en Johannesburgo, utiliza esta experiencia pero exactamente en la dirección opuesta:

"La situaciónen Sudáfrica es extremadamente explosiva y solo se necesita dealguien que lidere el proceso para que se de una situación deocupaciones masivas de tierras como se ha visto en Zimbabwe.
Con el agravante que los pobres aquí están mayoritariamente armados, con loque la situación sería mucho más violenta". De hecho ya hay movimientos sociales, como el Abalhali  baseMjondolo o el Movimiento del Pueblo Sin Tierra (LPM, en sus siglas inglesas)–que tiene relaciones fluidas con los Sin Tierra brasileños- que están usando la ocupación ilegal para exigir al gobierno más decisión a la hora de impulsar la reforma agraria, pero hasta el momento se han limitado a tomar tierras públicas o marginales y sus acciones están más relacionadas con la reivindicación de viviendasen zonas urbanas que en la creación de un movimiento campesino.

Con Zuma, ¿llega la reforma agraria? Durante la campaña electoral del año pasado, con la candidatura presidencial de Jacob Zuma apoyada por los aliados izquierdistas del ANC -Cosatu y Partido Comunista- se incluyó en el programa la distribución de un 30% de la tierra fértil en los próximos cincoaños. Incluso se llegó a elaborar un documento interno del partido donde se diseñaba un ambicioso plan de desarrollo rural, seguridad alimentariay reforma agraria que tiene que transformar profundamente el hoy deprimido mundo rural sudafricano y reducir la presión en losatestados suburbios urbanos.

Jeff Radebe tiene total confianza en este programa y se atreve adibujar un brillante futuro para el campo sudafricano, con “granjascooperativas y 'agro-villas', carreteras asfaltadas y casas deladrillo, con camiones colectivos trasladando los alimentos a losmercados, potentes sistemas de irrigación y academias de formación agrícola. Y numerosos puestos de trabajo que pueden atraerdesempleados urbanos”.

Para ello se preveía la coordinación devarios ministros, cuadruplicar el presupuesto destinado a la reformaagraria y, lo que es más importante, nuevas leyes que permitan latoma de tierra en desuso sin pasar por el aro del mercado. "Hemos entendido que es imposible plantear una reforma agraria sin unainversión masiva en formación, infraestructuras y servicio spúblicos que la haga posible -continua Radebe- y estamos dispuestos adedicar los recursos necesarios a este proyecto". La actual situaciónmundial del mercado de alimentos -con subidas bruscas de los precios y dudas sobre la capacidad de los gobiernos de alimentar sus propiaspoblaciones en un futuro próximo- ha sido otro argumento de pesoesgrimido por el ANC.

 El mes de mayo el propio Presidente Jacob Zuma aseguraba que lafórmula de compra-venda de tierras "ha quedado definitivamente aparcada" y que se está trabajando en "otras alternativas más pragmáticas para la redistribución de tierras".

 Unos días antes, el lministro de Desarrollo Rural y Reforma Agraria, Gugile Nkwinti,anunciaba que su departamento tiene una propuesta de ley lista paraser enviada al Parlamento donde se “pondrá un límite a lapropiedad de la tierra”.

Otra opción que se viene barajando es lade nacionalizar toda la tierra y que los actuales dueños pasen a ser poseedores bajo supervisión del Estado, aunque para esto habría que modificar la Constitución (ver despiece).
Aún así, muchas voces desconfían de una promesa que se viene repitiendo en cada proceso electoral desde 1994 y nunca ha llegado amaterializarse.

“No nos creeremos nada del ANC hasta que no loveamos. Ya nos han engañado demasiadas veces” resume S'bu Zikode,dirigente del Abalhali base Mjondolo. El profesor de Economíapolítica de la Universidad de Kwa Zulu Natal y ex-asesor de Mandela ainicios de los 90, Patrick Bond, también es escéptico: "La promesade distribuir el 30% de la tierra en cinco años la escribí yo mismoen 1994.

 Ni tan siquiera se han molestado en redactarla de nuevo".Pero entonces, ¿cómo interpretar las numerosas señales que, desde el gobierno, anuncian que empieza un proceso de reforma agraria a granescala?

"El ANC es experta en lo que yo llamo 'hablar de izquierdas yandar de derechas', hay que ser muy cautos y conocer muy bien lascorrelaciones de fuerzas dentro de este gran paraguas ideológico quees el ANC. Yo no creo que vaya a haber un cambio sustancial en estaspolíticas", resume Bond. Es cierto que la elección, por parte de Zuma, de Pieter Mulder, unrepresentante de los latifundistas blancos y dirigente del derechista Frente de la Libertad, como Viceministro de Agricultura no fue precisamente un buen presagio y podría bien interpretarse como unaseñal muy fuerte hacia el otro lado. Y lo cierto es que, excepto lascitadas declaraciones, nada se ha movido en este año. Theresa Nsako, directora de Nkusi, una ONG que trabaja en favor de la reforma agraria, cree también que la eterna promesa continuaráincumplida: “Zuma es como Mbeki, y de hecho como el partidocomunista o los sindicatos, toda su pelea fue solo por los cargos.

Solo veremos una reforma agraria en Sudáfrica si hay una fuerte movilización popular, ningún gobierno la hará a iniciativa propia”.

Un poco de historia

 El actual monopolio de la tierra por parte de la minoría blanca, más concretamente de los granjeros afrikaners, tiene su origen de la Leyde Tierra Indígena de 1913, según la cual el 87% del áreacultivable del país debía pertenecer a los blancos mientras que lamayoría negra quedaba confinada en solo el 13 restante, en lamayoría de los casos, las zonas más áridas.

Para aplicar esta leyfueron trasladadas de forma forzosa millones de personas. La voluntad final de los legisladores era impedir que la población negra tuviesel a capacidad para alimentarse de forma autónoma y se viese obligada atrabajar en las minas, que entonces veían su gran explosióneconómica.

Además, la creación de los llamados eufemísticamente“homelands” (“patrias”) serviría para ubicar las suficiente sreservas de esta mano de obra para asegurar que nunca habría que pagar grandes salarios al tiempo que se permitía vaciar de grandes masas de población negra el territorio destinado a los blancos.

Aunque la promesa de reforma agraria fue una de las grandes banderasdel ANC y de todo el movimiento antiapartheid, durante lasnegociaciones hacia la democracia se cedió en este punto.

“Setemía que tocar la propiedad privada diese una mala imagen ante losmercados internacionales y además la tierra es un tema simbólico muy importante para la población afrikaner, que en este punto se mantuvo muy dura”, resume Mosibudi Mangena, diputado por la OrganizaciónPopular de Azania (Azapo), un pequeño partido heredero de la Conciencia Negra de Steve Biko y que en su momento se opuso a la forma en como se desarrollaba la transición.

El resultado de esta cesión se materializó en la llamada“cláusula dorada”, el artículo 25 de la nueva Constitución que sacraliza la propiedad privada y limita enormemente la capacidad de expropiación del Estado sudafricano.

Esta es una de las defensasconstitucionales de la propiedad privada más leoninas del mundo y representa una verdadera mancha negra en un texto legal que, por otr aparte, es uno de los más progresistas que hay en vigor actualmente.

 A la práctica esto ha significado que cualquier proyecto de reformaagraria tenga que desarrollarse bajo la lógica de la compra-venda enel libre mercado, lo que imposibilita, por razones de presupuesto y especulación, cualquier movimiento en esta dirección.

En quinceaños de gobiernos del ANC menos del cinco por ciento de las tierras han sido transferidas a propietarios negros, y una buena parte de ellas solo tras demandas judiciales que conseguían probar que sus legítimos propietarios habían sido desposeídos durante elapartheid.

Y no solo esto.
En este tiempo, más de un millón de“dwellers” [término que incluye todos los habitantes no propietarios de una granja, trabajen o no en ella] han sido desalojados por la mayor mecanización agraria y el miedo de los dueños blancos de que la simple posesión acabase generando derechos.Una cifra de desplazados mayor a la de los últimos años de apartheidy que, de hecho, ha venido continuando sin oposición del actualgobierno las políticas de aquel régimen.

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