Tras la carta de la dignidad, la responsabilidad y la claridad, carta abierta fechada el 5 de julio de 2010, he aquí una carta dirigida a “quien pueda no interesar”, al rey Mohamed Sexto.
Rey Mohamed VI,
Que la paz y la gracia de Dios estén con usted.
Si tras el 20 de febrero el concepto de pleitesía que vincula al rey con los ciudadanos guarda todavía algún significado, siento informarle que por mi parte he decidido arrancar de mi cerviz esa pleitesía. Lo que se debió a mi profunda decepción por su justicia… ¿Acaso un contrato no se vuelve caduco y nulo desde el momento en que una de sus partes no cumple con sus obligaciones y se empecina en ignorarlas?
Me he dirigido a usted de diversas maneras y a través de diferentes medios para ponerle al tanto de ciertos actos eminentemente graves cometidos por personas de su confianza o con quienes concluyó transacciones y protegió con su complacencia. Personas que no han dudado en endosar acusaciones falsas, pisotear el Derecho, despreciar el patrimonio, la historia y la civilización; desviar los fondos públicos y apropiarse, como vulgares piratas, de las ideas y del esfuerzo de otros. También, cometieron perjurio y utilizaron el nombre del rey como arma de destrucción masiva sin importarles las trágicas consecuencias morales, materiales, profesionales, sociales y psicológicas derivadas de tales delitos.
Me he dirigido a su Gabinete, a todas las instituciones del Estado y a todas las personalidades implicadas, de alguna manera, en el escándalo de la estación termal de Moulay Yacoub y en el del 1200 Aniversario de Fez. Mas el terrible silencio me enseñó que la cobardía, la inmoralidad, la irresponsabilidad y la impunidad son un denominador común a algunos de los que revolotean a su alrededor. Acaso ¿no es el silencio de los cobardes el mejor aliciente para la corrupción y el mayor apoyo para la injusticia?
A pesar de las horrendas explicaciones ofrecidas por su Chambelán, el señor Brahim Frej, referidas a que Su decisión de nombrar a Don Saad Kettan como Comisario del 1200 Aniversario de Fez no fue más que la compensación por su docilidad a la hora de vender el banco Wafabank a Su holding; a pesar de la declaración altisonante de Su consejero Abbés Jirari sobre “los clavos de Su mesa” y los tiranos que le rodean y cuya influencia le ha hecho prácticamente incapaz de asumir su obligación de equidad y pedirles cuentas por sus abusos; a pesar de que Abdesslem Aboudrar, Presidente de la Instancia para la Prevención de la Corrupción, confesó que el Gabinete Real le había aconsejado no abrir el expediente del escándalo Moulay Yacoub; a pesar de la pregunta, sobre el mismo escándalo, planteada en el parlamento al Primer Ministro el 22 de agosto de 2008… a pesar de todo lo arriba mencionado, no hubo respuesta ni reacción. No se abrió ninguna investigación ni se delimitaron responsabilidades y, como de costumbre, continuó consolidando la impunidad de los eternos destructores del país y de la ley tras desdeñar el sabio consejo de Ibn Jaldún referente a la incompatibilidad del ejercicio del poder y de las actividades económicas. De esta manera, dejó usted que la corrupción gangrene la sociedad y el Estado.
Hace un año, en mi Carta de la Dignidad le escribía: “Su majestad no ignora que tras la ausencia de las instituciones y el desistimiento de la magistratura, Su deber es hacer triunfar el Derecho y devolver la credibilidad y la legitimidad de las decisiones reales así como el respeto hacia Su propia persona. Debe salvar la Dignidad agraviada en Su nombre y castigar justamente a los responsables de los abusos aun cuando pertenezcan a Su círculo más próximo. Para mí, el rey del país no puede ceder ante el chantaje ni dejarse instrumentalizar por complotistas; está por encima de la incitación a la cobardía y al robo de ideas; por encima del silencio ante el desprecio de la moral y la falsificación de la historia. El rey es superior al trato con delincuentes y no tiene ninguna necesidad de obsequios e hipocresías, pues “los hipócritas estarán en el más bajo nivel del Infierno”. Entonces ¿dónde está el problema?”.
Sin embargo, fue su silencio el que me respondió e, inmediatamente, entendí que el problema residía precisamente en mis ingenuas suposiciones y mi mente abobada. Efectivamente, usted ha aplaudido la cobardía y la maldad; ha protegido a delincuentes y piratas de la misma manera que abandonó, antes que a mí, al capitán Mustafa Adib[2] como castigo por su honestidad; luego, al presidente del banco, Jaled Oudghiri[3], para satisfacer las ansias de venganza de Munir Almayidi[4], todo ello en el ámbito de una horrible instrumentalización de la Justicia y los jueces.
¿Debo entender que durante su visita a Moulay Yacoub, cometí el error de no haber sido muy obsequioso, de haberle expuesto un proyecto científico que le gustó muchísimo y no pedirle nada para mí mismo? Además, le regalé en ocasión de su boda una foto de la bandera nacional ondeando por primera vez sobre el monte Everest y pude percibir alegría y agradecimiento en los ojos del hombre ¿antes que en los del rey? Después, sabría que dicha iniciativa suscitó el rencor de los mandamases de su entorno y que, entonces, se puso en movimiento la apisonadora.
Lo mismo mi pecado fue el haber tenido otra iniciativa más osada todavía que la primera, consistente en transformar una conmemoración histórica excepcional en un momento destacado para enorgullecerse de las componentes históricas de la civilización marroquí. Le presenté mi propuesta en una carta y la aprobó, sin embargo, a las hienas se les hizo la boca agua cuando supieron que había designado para su puesta en marcha un presupuesto de 300 millones de dirhams. Yo no acababa de entender, hasta hacía poco, que una Constitución oculta y no escrita prohibía reflexionar y sugerir iniciativas, y castigaba el acto de soñar con un Marruecos bello, orgulloso de su cultura y seguro de su potencial humano.
Señor, ha sido usted terriblemente injusto conmigo y, día tras día, esa injusticia aumenta en intensidad y dolor, pues a mi patriotismo usted ha respondido con la humillación y la indiferencia; y a mi lealtad, con la ingratitud y el desprecio. Usted ha destruido el futuro de mis hijos con su vergonzoso silencio y con el silencio de sus instituciones; nos ha matado y rematado muchas veces y ha matado también el concepto de hombría, pero aun así le confieso que no siento ninguna repulsa hacia la monarquía parlamentaria como sistema político ni tengo ningún problema con usted como persona; y pido a Dios que purifique mi corazón de todo odio y rencor.
Por todo ello, he arrancado su pleitesía de mi cuello y me he liberado de cualquier vínculo o compromiso con su persona; así que haga lo que le venga en gana y máteme una vez más, como suele hacerlo, sin ningún tipo de escrúpulos.
Un saludo a quien bien se conoce a sí mismo y se resigna ante la solemnidad divina.
Publicado en el portal marroquí el pasado martes 26 de julio de 2011. Enlace del portal: http://hespress.com/politique/35135.html
El que no sabe quién es festeja sus derrotas y rechaza sus oportunidades
-
Hoy es un día venturoso. El Dibu la vio pasar 4 veces y Franco chocó su
auto con la carrera neutralizada: dos cartas de alienación que nuestros
enemigos ju...
Hace 2 semanas
No hay comentarios:
Publicar un comentario