No es nada nuevo para las personas que apoyan el Frente Sandinista de Liberación Nacional descubrir que los intelectuales carecen de solidez moral e intelectual. Es bien conocida la historia de la migración de intelectuales sandinistas hacia posiciones alineadas con los cipayos nacionales y regionales de los poderes de la OTAN. No es sorprendente tampoco entonces descubrir que en relación a la criminal agresión contra Libia destacadas figuras han traicionado principios fundamentales, tanto morales como intelectuales
El artículo de Atilio Borón, "Libia: Sangre, sudor y lágrimas", confirma la tendencia de otros intelectuales destacados como Ignacio Ramonet, Samir Amin o Immanuel Wallerstein de analizar los acontecimientos en Libia tendenciosa y ahistóricamente para justificar prejuicios a la vez vulgares y pretenciosos. En sus escritos sobre Libia todos estos escritores demuestran dos cosas fundamentales - comparten la versión imperialista de los sucesos en Libia y escriben como si fuera apropiado en este momento pretender a algún tipo de lucha anti-imperialista teórica y moralmente superior
El conocimiento histórico depende de diferentes tipos de evidencia. Hay que decidir qué estatura y relevancia se debe de asignar a las diferentes evidencias en existencia. Están las evidencias que indican lo que los actores pensaban y creían en determinadas situaciones –evidencias que deberían ser sujetas a evaluación, valoración e interpretación.
Hay evidencias más concretas, como documentos oficiales, registros de datos, archivos de estadísticas, etcétera. También, por ejemplo, están las relaciones cronológicas, las correlaciones de fuerza y las relaciones de poder. Para elucidar de una manera acertada lo que pasó de toda esta confusa masa de hechos y testimonios y evidencias, habrá que hacer las preguntas apropiadas
Existe bastante consenso sobre este tipo de procedimientos a seguir para entender un acontecimiento o proceso histórico. Sin embargo, con respecto a Libia, intelectuales como Atilio Borón escriben pasando por alto los más elementales cuidados a la hora de evaluar la evidencia histórica. Un ejemplo de esto es lo siguiente:
"El exilio (para Muammar Ghaddafi) es altamente improbable: no tiene quien lo reciba y, además, su inmensa fortuna, depositada en bancos de Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia está bloqueada.” ¿Acaso Borón ha estudiado en detalle las cuentas bancarias de Muammar Ghaddafi? Es poco probable. En verdad, es sumamente improbable. Bien podría ser el caso. Pero Borón no lo sabe. Tampoco sabe Atilio Borón que Muammar Ghaddafi “no tiene quien lo reciba”.
Aparte de estos criterios vulgares, Atilio Borón emite juicios que se contradicen a sí mismos:“...Gadafi, atónito ante la ingratitud de aquellos de quienes se había convertido en obediente peón.” No sabemos – y Atilio Borón tampoco sabe - si Muammar Ghaddafi se quedó atónito en algún momento frente al actuar de sus enemigos. Por otro lado, si Muammar Ghaddafi fuera un obediente peón, no estarían los poderes de la OTAN atacando a Libia, no habría necesidad
Más aún, Borón acusa a Ghaddaffi de haber tenido “relaciones carnales” con las potencias imperialistas, como si se tratase de uno más de los Ménem y los De La Rua de la Argentina de la Pizza con Champagne. Aparte de toda la evidencia que contradice esta tesis, y de lo caricaturesco de esta descripción, lo que los críticos de las medidas libias para romper con el brutal bloqueo al que fue sometido el país norafricano entre fines de los 80s e inicios del nuevo siglo omiten es alguna propuesta alternativa sobre el curso “verdaderamente revolucionario” a seguir por Libia en esas condiciones.
Borón intenta salir de esta contradicción manipulando la burda propaganda del mismo imperio que dice rechazar. Dejamos a un lado su muy cuestionable suposición de que ha habido una revolución en Egipto que verdaderamente haya logrado cambiar de manera significativa esa sociedad. Borón escribe: “En Libia (los poderes de la OTAN) tuvieron la ocasión de reparar ese mal paso, facilitado por la brutal represión que Gadafi descargó en las primeras semanas de la revuelta.”
Esta es pura propaganda imperial. Ni Atilio Borón ni nadie ha establecido con claridad qué pasó en el mes de febrero en Libia. Lo que sí se sabe es que hubo una insurrección armada mezclada con un golpe de estado provocado en gran medida por grupos aliados de y patrocinados por los gobiernos de la OTAN. De esa realidad hay bastante información, ya que los actores de esa insurrección-golpe ya están claramente identificados – entre ellos traidores del gobierno libio, combatientes del Islamic Fighting Group, militantes del Libyan Democratic Party y simpatizantes de la monarquí
CUMBRE DE PARIS PARA DECIDIR sobre invasion a LIBIA. |
Pero, sin detenerse en ese tipo de consideraciones, Borón sigue acto seguido con que “Esto ofreció el pretexto que estaban buscando para desencadenar la no menos brutal intervención militar de la OTAN.” Obviamos lo más probable -que la mano de la OTAN estuvo detrás (y metida dentro) de la insurreción-golpe, meses antes de que ésta fuera puesta en práctica en febrero de este año
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