lunes, 10 de enero de 2011

Junta Americana por los Pueblos Libres

Propuesta para una
Nueva Declaración de la Independencia

¡Sombra de Paysandú! ¡Templo de gloria…
O.V. Andrade

Este documento inspirado en el ideario de José Artigas y las luchas de nuestros pueblos pretende ser una base que genere debates entre distintas personas y organizaciones sociales de Nuestra AméricaAbya Yala, con el objetivo de confluir en un gran encuentro independentista y confederal.*


Nos mueven el flagelo de la desnutrición en nuestros hermanos, la ausencia de oportunidades en tantos, las asimetrías crecientes, la necesidad de crear un sistema económico sustentable, solidario, distinto, y a su vez enraizado en nuestra propia historia. Nos mueven las necesidades de enfrentar al régimen, y de generar conciencia sobre el avance del imperialismo y el colonialismo por todos los flancos y sobre los modos de enfrentarlos con eficacia, promoviendo el conocimiento, el arte, el deporte, la solidaridad, y fortaleciendo la conciencia regional, los lazos de hermandad, las identidades. Nos mueve la certeza de que la unidad de los pueblos de Nuestra América nos hará libres y nos permitirá un desarrollo en nuestras identidades y en armonía dentro la diversidad natural.

Algunas premisas redactadas a continuación se refieren a distintas etapas de un proceso, porque consideramos que la Independencia integral de Nuestra América se conquista y sostiene por diversas vías y fases. Llamamos Nuestra América como José Martí a los territorios y pueblos del Río Bravo al Polo Sur, y eso no excluye a los pueblos no imperialistas del Norte que son aliados en la lucha contra el imperialismo y el colonialismo. Cuando decimos “independizarnos de…”, incluimos en este concepto la decisión de romper lazos, y también de combatir a esos poderes y a esas lógicas instaladas en el mundo y en nuestra región en particular, y de acompañar similares luchas de hermanos nuestros. Es decir: no nos conformamos con quitarnos los lazos de la opresión, también decidimos discutirlos, denunciarlos, combatirlos, crear y cultivar otros lazos de hermandad.

Esta declaración de independencia sostiene la soberanía de los pueblos contra toda injerencia extranjera, y lleva en sí la vocación de cooperar con cualquier nación, sin discriminaciones negativas de ninguna índole. Entendemos la independencia como la emancipación en mutua correspondencia igualitaria en todo intercambio con los pueblos del mundo.

Aportamos estas afirmaciones con vistas a un debate, en el camino a una Confederación de los Pueblos de Nuestra AméricaAbya Yala, que será la que declare la independencia verdadera. Y al tiempo que subrayamos las cadenas que debemos cortar, aportamos líneas de pensamiento para una urdimbre distinta, que atesore las fibras de Nuestra América, las cosmovisiones menospreciadas por la historia oficial europeísta y sesgada, y las doctrinas del mundo no imperialista.

Damos este paso en el entendimiento de que la participación está en la base de la revolución

Nueva Declaración de la Independencia

Nosotros, los sudamericanos, declaramos ante los pueblos del mundo que es nuestra voluntad unánime e indubitable:


-romper los violentos vínculos que en pleno siglo XXI ligan a los pueblos de Nuestra América a los capitales imperialistas y colonialistas, a la poderosa trama de la usura financiera internacional y las multinacionales y las organizaciones militares que sostienen esos capitales, y a sus aliados internos en nuestros territorios;-promover un sistema que cultive los lazos de interrelación fraterna con todos los pueblos del mundo no imperialista (en gran medida colonizado), que erradique en los pueblos de Nuestra América hasta el último vestigio de dependencia o sometimiento a los poderosos del mundo y sus aliados regionales, que asfixian a nuestras comunidades; promover lazos que tejan las redes de hermandad, tolerancia, justicia y oportunidades igualitarias en los pueblos de Nuestra América, bajo los principios de unidad en la diversidad y ecomía sustentable.



 
EN NUESTRA AMÉRICA – ABYA YALA
 
Independizarnos en particular del imperialismo y el colonialismo de los capitales o gobiernos de Estados Unidos y sus aliados; de Gran Bretaña y la OTAN; de Alemania, China, España, Francia, Israel, Rusia, otros países y estructuras financieras y multinacionales con similares aspiraciones de dominación (por medios financieros, económicos, militares, propagandísticos u otros) sobre pueblos soberanos, y de los grupos locales asociados; y avanzar en las relaciones multifacéticas con los pueblos del mundo que renieguen del imperialismo y el colonialismo en cualquiera de sus formas, en particular con aquellos pueblos que luchan contra esos modos de invasión y opresión, incluso en los Estados mencionados. (Nos referimos a Estados en tanto sus actitudes, y subrayamos nuestro absoluto respeto y fraternal afecto por sus pueblos, muchos de los cuales están en la constitución misma del tejido social, en las identidades sudamericanas de hoy).


Independizarnos de la dominación que imponen las bases militares extranjeras (europeas, norteamericanas o de cualquier estado o poder del mundo ajeno a Nuestra América) instaladas en territorio de Nuestra América, estructuras que deben ser desmanteladas de modo absoluto; y de todo asesoramiento de cualquier potencia extraña a los pueblos de Nuestra América en materia militar o de tecnologías estratégicas; e independizarnos de las tendencias militares en nuestros países que no asumen el antiimperialismo como un mandato histórico que les dio y les da razón de ser, o que relativizan los riesgos graves del asesoramiento enemigo y de los ejercicios conjuntos con fuerzas enemigas.

La independencia en este sentido se afianzará con la expulsión de hasta el último soldado, el último tanque, el último “asesor” del imperialismo en nuestros suelos, y exige como condición sine qua non denunciar y revertir la gravísima intromisión imperialista y colonialista que se da en todos los órdenes pero se expresa bien en el asentamiento provocador de bases estadounidenses en países de Nuestra América como Colombia y otros, y la permanencia provocadora de Gran Bretaña y sus aliados o cualquier potencia mundial en las Malvinas y todo el Atlántico Sur, donde instalaron la peor base militar colonialista que se conozca en el planeta, provista incluso de armas atómicas, desde donde pretenden vigilarnos, someternos, y expandir apetencias sobre la Antártida.

Independizarnos de los poderosos que, cuando no eligen la opción guerrera, realizan guerras de tipo económico para desgastar a los adversarios empobreciendo materialmente a los pueblos que quieren ser libres, como es el caso del repugnante y despótico bloqueo estadounidense a la hermana Cuba, asedio que nos suma a los pueblos de Nuestra América una razón más de enemistad con los imperialistas estadounidenses y sus aliados, y nos compromete a estimular la hermandad para fortalecer la resistencia.

Corregir las influencias nocivas de los poderosos de adentro, en Nuestra América, que dan garantía a los países colonialistas. El uso o no de la fuerza para la recuperación de nuestra soberanía (en todos los planos) es una decisión precisamente soberana. Las Malvinas son argentinas y estamos dispuestos a recuperarlas de la usurpación extranjera por los medios que sean necesarios.

Prevenirnos de las influencias de fuerzas económicas que no condenan en forma explícita, permanente, visible, con palabras y con hechos, el colonialismo aplicado en los territorios y mares de Nuestra América por Estados Unidos, Gran Bretaña, sus aliados u otras potencias.

Como garantía de independencia, fomentar fuertes lazos culturales, sociales, de solidaridad, con todas las naciones del mundo, sin excepción (incluyendo a las oprimidas por la estatalidad capitalista moderna), para generar o consolidar la interrelación y la estimación mutua de las culturas. Tomando como prioridad las naciones de Nuestra América.

Independizarnos del sistema capitalista globalizado que somete a los pueblos a la declinación al intentar sostener sobre las finanzas, la competencia, el individualismo, la maximización de ganancias, el consumismo, la explotación obrera y el consumo de las riquezas naturales a cualquier precio (y con altísima desventaja para los pueblos dependientes o de distinto desarrollo), lo que debiera sostenerse sobre el conocimiento, el trabajo, la solidaridad, la creatividad, las austeridad, la interrelación y la armonía en la naturaleza.

Independizarnos de los grupos concentrados de afuera (y erradicar los de adentro) de nuestros territorios que controlan o pretenden controlar e infiltrar nuestros modos de vida, nuestros intercambios genuinos, o controlar los resortes principales de la economía a través del poder financiero expresado en la banca y sus tentáculos más o menos visibles.

Independizarnos de los grupos que se adueñan o intentan adueñarse (a través de armas, dinero, información, mercado “cultural”) de las riquezas naturales como el agua, el petróleo, el gas, los minerales, el suelo, el cielo, los ríos, los mares, los bosques, las ondas electromagnéticas; y de las tecnologías y las patentes. Independizarnos de los monopolios y oligopolios de afuera (y erradicar los de adentro) en materia de patentes, medicamentos, alimentos, energía, comercio exterior, puertos, comercio minorista, telecomunicaciones, transporte, producción, insumos agropecuarios e industriales, que confinan a los trabajadores y a los microemprendimientos a los márgenes de subsistencia y atentan contra la soberanía de los pueblos.

Independizarnos de sistemas que, exigidos por la competencia, obligan a una intervención genética en la producción de alimentos, con consecuencias desconocidas o ya claramente nocivas, o el uso de sustancias químicas en la cría de animales o en el desarrollo de cultivos, que ya alteran o pueden alterar la naturaleza de las personas y la vida en general; y de aquellos que implican para los animales una existencia que roza la tortura.

Independizarnos de sistemas que exigen un consumo desmedido de energías que deja al margen a gran parte de la vida en el planeta, y de la humanidad misma, o que pone en riesgo la subsistencia en el futuro, sea por el uso abusivo o por la contaminación que generan.

Independizarnos de los grupos petroleros privados de afuera (y erradicar los de adentro) que concentran la actividad desde la extracción hasta el expendio minorista de combustibles, y en particular de aquellos que concentran monopolios u oligopolios petroleros y financieros (con capitales externos o internos) para ejercer un dominio sobre la libertad de los pueblos. En el caso de los grupos internos, deben ser desmantelados, como garantía de independencia, y las riquezas deben ser manejadas por organismos públicos, con fines estratégicos.

Independizarnos de los poderes financieros concentrados de afuera (y erradicar los de adentro), ocultos bajo formas a veces simpáticas, con apariencias religiosas, ambientalistas, culturales, productivas, comerciales, educativas o de promoción humana y filantropía, pero que en el fondo sirven a las estructuras de poder mundial capitalista guerrero. Y de los llamados “acreedores” externos e internos (y sus aliados), por presuntas deudas públicas que deben ser repudiadas por sus efectos dañinos sobre la vida, en un planeta manipulado por la especulación y la usura. Los países, los sectores, las personas que facilitaron ese modelo especulativo y fraudulento de dominación deben pagar por sus actos.

Independizarnos de las familias y los grupos más ricos del mundo y de sus sucursales, tentáculos y aliados, y erradicar cualquier influencia de esos grupos (incluso las de apariencia filantrópica) en la educación y la salud.

Revertir las influencias de personas o grupos que impiden la vida digna y la justicia y las expectativas, por la concentración de la tenencia y el uso de la tierra; de pooles, fideicomisos y latifundios, y de toda especulación financiera de grandes grupos en relación con la tierra.

Corregir a las industrias que, por su magnitud, promueven la concentración de la tenencia y el uso de la tierra y el monocultivo (soja, eucalipto y otros), y en especial de aquellas que provocan riesgos de contaminación del ambiente y ataque a la diversidad natural.

Enfrentar a terratenientes y grupos financieros locales o extranjeros volcados a la producción, aliados ambos a los grupos de poder político, por considerarlos enemigos principales del acceso de los pueblos a la tierra, expulsores de habitantes, y sostenes de un sistema de producción excluyente y destructivo del trabajo y de la vida. Considerar condición sine qua non de la independencia: la aplicación de límites estrictos y severos que extirpen a los pooles especulativos, que los elimine de la competencia ventajosa con los productores genuinos, y que erradiquen a los latifundios; la necesaria nacionalización de la tierra en manos de extranjeros y de grupos concentrados, la prohibición del acceso a la tierra de empresas, grupos o Estados extranjeros (que no pertenezcan a Nuestra América). Promover, asimismo, una adecuación de los parámetros para la consideración de unidades productivas, desde una nueva mirada de la economía sustentable, la distribución y la alimentación.

Considerar también condición fundamental para la independencia la distribución de la tenencia y el uso de la tierra (con capacitación, herramientas, seguros colectivos, sistemas asociativos y organización del comercio inicial) con proyectos acabados, con amplia participación asamblearia de la clase trabajadora, los microemprendedores, los estudiantes, los profesionales e intelectuales comprometidos, los campesinos pymes; distribución considerada un reaseguro de la vida digna y soberana, y un poderoso disuasivo de la siempre acechante penetración imperialista. Es condición de independencia la más profunda reforma agraria, que la historia y el futuro están exigiendo, si se recuerdan las humillaciones y las destrucciones que ha ocasionado y produce la concentración de la tierra. El límite será, en principio, de hasta tres unidades productivas por familia tipo como máximo, sea para la tenencia como para el arriendo. Para el reparto de la tierra se dará prioridad al movimiento cooperativo, al trabajo solidario, y a las familias de menores recursos y bien dispuestas a la capacitación y el trabajo. Las propiedades que excepcionalmente pasen las tres unidades productivas, y hasta un límite infranqueable de seis unidades productivas, deberán ser autorizadas por organismos competentes, con difusión pública, y con participación de organizaciones multisectoriales.

Revertir los resultados de la “economía de escala”, impuesta por el capitalismo con la excusa de bajar costos y aumentar productividad, y fomentar sí una escala social, cooperativa, para afianzar la economía sustentable e incluso para sostener y garantizar posibilidades de intercambio, en cualquier rubro.

Enfrentar a los sistemas industrialistas que provocan y agudizan la contaminación del planeta y el calentamiento global, y por lo tanto son enemigos de la vida; y atacar con investigaciones acabadas los planes de mitigación artificial del efecto invernadero (en particular aquellos que cargan el cielo con partículas que, al caer, se tornan peligrosísimas para la salud, o dispersan productos químicos en el mar), para que esos planes dejen de ser secretos, se conozcan los riesgos a que exponen la vida en el planeta, y sus responsables reciban el tratamiento que merecen por mantener los privilegios de sus estructuras al alto costo de la salud de los pueblos. Los poderosos del mundo no tienen derecho a trasladar a todo el planeta los efectos nocivos y los desquicios de su crecimiento empresario y sus regímenes suntuosos.

Independizarnos de los sistemas globalizados de producción ajenos a los conceptos de soberanía alimentaria y ambiente sano; sistemas que pongan en riesgo la alimentación para todos o salud del ambiente y por consiguiente, la vida, lo que significa independizarnos de regímenes establecidos para beneficio de capitales multinacionales e imperialistas y sus satélites. Independizarnos de la tendencia al achicamiento de la diversidad alimentaria, y al menosprecio de los alimentos autóctonos, y promover al mismo tiempo la alimentación con productos de la región para incentivar el trabajo genuino, la alimentación sana, y achicar los costos del transporte y la contaminación. Independizarnos de los países y grupos que provocan la crisis climática y no se muestran dispuestos a revertir sus programas; y luchar para que asuman sus responsabilidades, y sus deudas con la humanidad.

Independizarnos de grupos exportadores concentrados de afuera (y erradicar los de adentro), y, como primer paso, independizarnos de la alianza estratégica de grupos concentrados (multinacionales del comercio minorista, con multinacionales del comercio de exportación, con multinacionales de la provisión de semillas y agrotóxicos y monopolizadoras de patentes, con Estados imperialistas, con sistemas financieros internacionales, con grupos satélites menores crecidos al calor de este sistema perverso), por considerar que la potenciación del poder resulta incompatible con la independencia, y con la economía solidaria y diversa que es su base de sustentación; y viceversa.

Prevenirnos de un vicio estimulado por el sistema imperialista y capitalista y propagandístico: el consumismo, que anestesia el espíritu libertario, resta dignidad a las personas y genera necesidades y deseos inconciliables con un régimen solidario, sustentable, con equidad, en relación armónica con la naturaleza.

Independizarnos de políticas libremercadistas que degradan nuestras culturas nacionales en toda Nuestra América, las ridiculizan, tergiversan, desdibujan, empañan, manosean o menosprecian para estandarizar los gustos y facilitar así un afán comercial y de control mundial que destruye las identidades regionales, y las pone bajo el arbitrio del poder financiero.

Independizarnos del maquinismo que resta dignidad y trabajo a las personas y pone la máquina al servicio de la máquina, y la estructura económica al servicio de modos de vida (decadentes) de los países poderosos que sólo se sostienen con la destrucción de nuestros pueblos.

Independizarnos de sistemas que tienen a la tecnología puesta al servicio del mercado y de las estructuras de poder. Y generar los espacios para que las naciones controlen la tecnología apropiada para la salud, la educación, el trabajo, el buen convivir - suma qamaña, y jamás para el capital concentrado y los intereses financieros que pretenden dominar el mundo. Prevenirnos de las estructuras dispuestas en el planeta para la manipulación del átomo y los genes con fines militares o comerciales y otras manipulaciones del ambiente y la vida, con efectos desconocidos; y de cualquier invasión desproporcionada del ambiente (tala, sobrepesca, uso de químicos, industrialismo, extractivismo, depredación de cualquier orden, etc.), de efectos desconocidos y posiblemente fatales a mediano y largo plazo.

Independizarnos de cualquier poder o potencia que pretenda (en virtud de supuestas ayudas financieras o promesas de cualquier orden) invadirnos con sus productos manufacturados y con sus patentes, y quiera consolidar en Nuestra América la estructura agroexportadora, de economía primaria y extractiva (granos, carnes, maderas), que provoca en estas tierras expulsión, pobreza, desertización, hambre y dependencia; destruye la biodiversidad, mina la conciencia libertaria para convertirnos en esclavos conformes, y horada nuestras cosmovisiones.

Prevenirnos de la mentira que subyace en organizaciones internacionales como las Naciones Unidas, un organismo que incumple con sus postulados esenciales y garantiza el predominio de los poderosos, con superpoderes para los países más ricos de la tierra que siguen imponiendo sus privilegios. El derecho a veto es una burla al derecho y a los principios de igualdad y justicia.

Prevenirnos de las organizaciones e iniciativas internacionales (como la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana – IIRSA-) que pretenden marcar los caminos del desarrollo sin participación de los pueblos, y con planes de obras faraónicas y circuitos y organizaciones políticas a la medida de las grandes corporaciones imperialistas de afuera (que debemos enfrentar) y de adentro de nuestros territorios (que debemos erradicar). Independizarnos de los planes de obras que pongan en riesgo los sistemas naturales, y de las compañías de inteligencia y los sistemas tecnológicos de los países poderosos que procuran tener el planeta bajo su control, incluso bajo la mirada de sus satélites militares.

Desarrollar en pueblos de Nuestra América observatorios antiimperialistas permanentes y ágiles para estar en alerta ante las maniobras imperialistas y colonialistas en sus más variadas formas cambiantes, sutiles o no, financieras, políticas, comerciales, “culturales”, militares, sociales, industrialistas; a largo, mediano o corto plazo, para que sirvan de alerta y permitan a los pueblos desarrollar sus repelentes y antídotos contra la penetración imperialista. Y que esos observatorios antiimperialistas informen a los pueblos sobre los riesgos a que son sometidos por el imperialismo en todos los órdenes, incluso con sus inversiones en armamentos de destrucción masiva y en sus negocios con la fabricación y exportación de armas, lo que quita a las potencias toda autoridad.

Discutir los límites políticos ficticios impuestos por sectores de poder concentrados en connivencia con los imperios dominantes que nos necesitan divididos, atomizados; y poner las energías a pleno en cambio para conquistar un objetivo prioritario: la unidad de los pueblos de Nuestra América en Confederación, respetando, cuidando, apreciando las diversas cosmovisiones. Independizarnos de las tendencias a la uniformidad y a la disgregación, que ponen en riesgo las identidades y las capacidades de integración, persuasión, disuasión e interrelación de nuestros pueblos.

Como una base de nuestra independencia pregonamos la unidad del Río Bravo al Polo Sur, en principio, como los europeos consiguieron la suya (aunque su lógica no es la nuestra) tras pasar por varias guerras; y sostenemos que esta Confederación de los Pueblos de Nuestra América será la que declare la independencia verdadera.

En esta Confederación de los Pueblos de Nuestra América que sostenemos no existirán latifundios, no existirá ningún modelo que concentre la propiedad o el uso de la tierra y menos que deje al poder usurero meterse en productor; no existirán grupos petroleros o mineros concentrados privados, no existirán bancos privados que manejen los dineros del pueblo, no existirán grupos multinacionales que compitan en el comercio minorista (hipermercados) o el transporte, no existirán exportadoras monopólicas u oligopólicas; no existirá ninguna fisura que permita la fuga de divisas; no existirán impuestos sobre alimentos básicos en ningún eslabón de la cadena; lo que quede de estos flagelos será desmantelado, y el incumplimiento de estas disposiciones será penado con la confiscación de todos los bienes y con el destierro de sus responsables. Tampoco existirá manipulación genética porque nosotros tenemos de la tierra y sus frutos, entre ellos nosotros mismos, una idea muy diferente de la imperante en los centros de poder, y que hemos tomado de la sabiduría tradicional, por ejemplo la indígena.

Prevenirnos del espíritu localista, chauvinista y xenófobo, de ciertos sectores de Nuestra América que ven al vecino como un enemigo, como un competidor, en lugar de verlo como un hermano que es, un complemento, y bregar por la búsqueda en común de modos de superar problemas de nuestros pueblos a través del espíritu solidario y de la complementación. La salida al mar de Bolivia se consigue con la unidad de nuestros pueblos, y lo mismo la reconquista de las Malvinas y todo el Atlántico Sur que los pueblos de Nuestra América deben considerar como territorio propio, sudamericano, de la Confederación que es nuestro objetivo.

Prevenirnos de las estructuras legales que en el mundo regulan privilegios para las sociedades anónimas y sostener en cambio movimientos cooperativos de primero y segundo grado, en sus más variadas formas, como una línea de vida solidaria, abrevando en experiencias valiosísimas de las naciones del mundo. Las cooperativas están arraigadas en la memoria de nuestros pueblos americanos que supieron desarrollarse por milenios sin capitalismo. Jamás debe dejarse al arbitrio de una sociedad anónima lo que puede ser una producción o un servicio cooperativo.

Prevenirnos de los circuitos comerciales de la cultura y de los sistemas educativos opresivos, puestos al servicio del estatus quo y de la historia oficial, y gestar una revolución educativa que ponga en el horizonte el conocimiento integral del mundo y en especial de Nuestra América, la ponderación de la unidad sudamericana en la diversidad y la independencia según esta misma Declaración; una revolución educativa que considere a la humanidad y a cada persona en armonía con el universo, que alimente desde la más tierna infancia los conocimientos y sentimientos solidarios, que promueva los conocimientos para los derechos de los seres vivos del planeta, los derechos humanos, la libertad, la salud, la justicia, la vida sana, el trabajo sustentable y el respeto a los pueblos del universo. Los idiomas de uso común en nuestra América (guaraní, mapuche, náhuatl, maya, arahuac, caribe, castellano, portugués y otros) no deben ser sometidos al ataque de los idiomas de países colonialistas que usan incluso su poder económico para penetrar a nuestros pueblos con sus culturas, empezando por el idioma.

Prevenirnos del idioma del imperio: considerando que todos los pueblos de Nuestra América somos víctimas del imperialismo y el colonialismo, empezando por la prepotencia estadounidense y británica, promover el aprendizaje de diversos idiomas para el intercambio con las distintas naciones del mundo, y tomar al inglés como un idioma más (sin desmerecer el valor de las obras artísticas en ese idioma), pero rechazar la tendencia a tomar al idioma del imperio como idioma universal.

Prevenirnos de los símbolos del divisionismo, bregar por símbolos de la integración de Nuestra América (confederación, unidad en la diversidad, antiimperialismo) y por la incorporación a los símbolos de nuevas imágenes a tono con la nueva independencia, el anticolonialismo y la economía sustentable de los pueblos de Nuestra América. La lucha por la independencia incluye nuestra solidaridad activa con los movimientos de Nuestra América que van en ese sentido, y con las acciones contrahegemónicas y liberadoras.

EN LA ARGENTINA
Prevenirnos de los grupos que, aún habiendo perdido todas las grandes batallas, y burlando las instituciones creadas (incluida la Constitución pactada por grupos de poder), imponen un sistema unitario que repugna a la esencia misma de nuestras naciones. Prevenirnos de todo sistema que pretenda imponer la uniformidad y el unitarismo, por sobre la unidad en la diversidad (cultural, natural, productiva), que está en nuestras raíces hondamente solidarias, confederales; y promover las soberanías particulares de los pueblos unidos en confederación.

Prevenirnos de sistemas coparticipativos centralistas de distribución impositiva ideados durante las dictaduras, y aplicados por grupos de poder unitario que escofinan los derechos fundamentales de las regiones autónomas y facilitan la implantación de estructuras permeables al imperialismo, del que son aliados. Prevenirnos de sistemas tributarios retrógrados elaborados por gerentes de los grandes conglomerados amparados por embajadas de países poderosos y aliados a la oligarquía local, que hacen pagar a los pobres una proporción de impuestos mucho más elevada que la que abonan los ricos.

Prevenirnos de concepciones divisionistas, aislacionistas, herederas de antiguos sistemas provincialistas europeos, que convierten a nuestros pueblos en compartimentos estancos en lugar de facilitarles la comunicación fluida, el intercambio purificador, y la consolidación en sus perfiles propios.

Prevenirnos del tutelaje de las metrópolis (como Buenos Aires), que enviciadas en sus privilegios heredados del tiempo de la colonia en una suerte de paternidad parasitaria y violadora, y valiéndose de su poder financiero y sus ventajas de todo orden (finanzas, comunicaciones, vialidad, demografía, medios masivos, transportes, puerto, cercanía con los gobernantes, servicios, etc.) imponen estructuras legales o situaciones de hecho que estrangulan o maniatan a las demás regiones, y exigen que todas las ciudades del territorio se pongan al servicio de sus estructuras colapsadas. Las provincias dejarán de llamarse provincias, porque ese nombre naturaliza su condición de vasallas. Esos territorios, o grupos de territorios, se constituirán en regiones autónomas o repúblicas confederadas (con cosmovisiones acordes a la armonía del hombre y su entorno, respetando y cultivando las identidades culturales, naturales, y con una visión integral de sistema y de cuencas), para asumir los derechos históricos que les corresponden y que jamás debieron abandonar en manos del centralismo pro europeizante, prooligárquico, proimperialista, avasallador. Así, la región autónoma que resuelva quitarse de encima a corto plazo a las multinacionales oligopólicas y monopólicas o a cualquier grupo concentrado de un modo más acelerado podrá hacerlo, porque las normas mismas las facultarán, respetuosas de su soberanía. Se promoverán las regiones autónomas bajo el principio de unidad en la diversidad. Considerar este principio de unidad (para toda Nuestra América), pero unidad en la diversidad, como una base sólida que garantizará la independencia y la interdependencia.

Prevenirnos de las estructuras que promueven concentraciones desproporcionadas de la población, en un país enfermo de macrocefalia, y a la vez generan verdaderos desiertos y convierten a nuestras localidades en pueblos fantasmas para facilitar la entrega de las riquezas (suelo, agua, minerales) a los extranjeros o los grupos concentrados. Promover, para la independencia, las poblaciones equilibradas, habitables, diseminadas por el territorio en forma armónica y natural. Que sean capaces de un desarrollo con autonomía e identidad, libres de los problemas de contaminación de los arroyos, ríos, napas, aire; y libres de ruidos molestos y hacinamientos, que son síntomas propios de ciudades colapsadas, bien preparadas para la masificación y la dependencia. Y promover modelos de desarrollo rural y urbano aptos para la vida digna, la relación armoniosa con el entorno y la producción sustentable.

Prevenirnos del predominio de medios masivos concentrados, y en particular del mensaje vertical de la televisión ocupada en el entretenimiento banal, que desaprovecha las potencialidades de la tecnología. La televisión puesta al servicio sólo de la farándula, el morbo, la publicidad y la propaganda de los poderosos es un enemigo de la sociedad, metido en el seno de los hogares. Debe ser convertida en una televisión al servicio de la vida, la libertad, la independencia, el conocimiento, la unidad de Nuestra América; el arte, la salud, la educación independentista, la producción sustentable, la promoción social. Promover el conocimiento y arte en sus más diversas ramas (música, literatura, pintura, artesanías, escultura, danza, arquitectura, entre tantos) es un derecho de las personas y un deber de los medios masivos de comunicación, y de las instituciones en general, lo mismo que el deporte en sus distintas expresiones, para la vida de los pueblos y la salud integral de las personas. La vida en el conocimiento, el arte, el deporte, la solidaridad, es recomendable en sí misma, y útil a la vez para hacer frente, con creatividad e identidad, a las imposiciones del mercado y de los grupos dominantes y a la penetración imperialista que se ve aceitada en personas individualistas, desarraigadas y uniformes.

Independizarnos de los sistemas impuestos para mantener a los pueblos distantes de los problemas profundos, de las causas de su decadencia, de sus derechos, e incluso para confundirlos respecto de sus identidades y entretenerlos en banalidades o en conflictos secundarios o ajenos. Y alentar nuevas formas de comunicación en medios alternativos, en entidades públicas y particulares, en la escuela, en las cooperativas, en la calle, en el hogar, con lugares adecuados, para intercambiar conocimientos y pareceres al modo de las asambleas, y para problematizar las estructuras paralizantes, que suelen naturalizarse.

Prevenirnos de las arbitrariedades de los poderosos que usan dineros públicos para fines sectoriales, partidistas o personales, y desalentar el predominio de cualquier poder (financiero, partidista, económico, corporativo, religioso) sobre los medios masivos de comunicación, en tanto conviertan a esos medios en herramientas para consolidar el sistema constituido al servicio del imperialismo.

Prevenirnos de facciones partidistas sostenidas sobre la corrupción y el engaño, que cimentan su permanencia en el poder a través de un sistema de connivencia entre empresarios y políticos y así vuelven, con dineros del pueblo, a competir una y otra vez por el poder y siempre con ventajas, al punto de convertir la democracia en autocracia, sino en plutocracia, con una suma de vicios. Estas y otras mafias a veces ligadas a tráficos que buscan someter a los pueblos son incompatibles con la independencia, porque necesitan del estado de cosas para sostenerse y reproducirse, y son sirvientes del imperialismo. Son las que privatizan, las que endeudan al pueblo y pagan deudas fraudulentas, las que permiten la permanencia y la expansión de los grupos concentrados, las que deterioran la organización estatal, las que buscan todos los resquicios para viciar la independencia de poderes y sostenerse en la impunidad.

Prevenirnos de ministerios de cultura y educación verticalistas que no respeten las soberanías territoriales y la diversidad, y promover sistemas educativos y de promoción cultural con fuertes arraigos regionales e interdependencia con otras regiones de Nuestra América y de pueblos en lucha contra el imperialismo y el colonialismo, fuera de toda sumisión a las metrópolis. Sistemas educativos por el conocimiento integral, por la independencia y la libertad, por la conciencia de unidad en Nuestra América, por la familiarización con modos de la organización social solidaria, por los derechos humanos, por la armonía en la relación del hombre en la naturaleza, y por el trabajo que permita una vida plena y digna.

Prevenirnos de sistemas políticos y electorales concentrados, que fueron creados para mezquinar libertades y expresiones del pueblo y para encumbrar en los tres poderes a personas permeables al estatus quo. Promover sistemas de servicios sociales con fuerte arraigo en las asambleas, y que neutralicen cualquier predominio económico, corporativo o meramente cuantitativo, que son los que convienen a las metrópolis y a los grupos de poder enquistados en la sociedad como verdaderos parásitos.

Prevenirnos de cualquier método, en los programas de ayuda o promoción social, que reste dignidad a las personas con la incorporación de exigencias y trámites que faciliten la compra de conciencia, el clientelismo o que se aproveche de las necesidades económicas para alinear a las personas a los sectores de poder. Bregar por el control social de los poderes, y la transparencia en el uso de los dineros públicos.

Prevenirnos de las operaciones de grupos poderosos del empresariado, el partidismo, la burocracia sindical, los medios concentrados, las corporaciones, las embajadas, las grandes “consultoras”, y otros, que buscan debilitar la organización popular, desviar la atención y parasitar la economía y la historia. Y alentar la conciencia y el debate, compartiendo espacios, informaciones, interpretaciones, por una nueva independencia y por la unidad en la diversidad de los pueblos de Nuestra América – Abya Yala.

Paraná, Liga de los Pueblos Libres, 1ro. de enero de 2011, en conmemoración de la heroica resistencia de Paysandú, contra el imperialismo y el colonialismo que desataron la infame Guerra al Paraguay.

Junta Americana por los Pueblos Libres –JAPL-

Víctor Sartori Julio Majul Pedro Aguer
Secretario Ejec. Vicepresidente Presidente

Integrantes de la JAPL: Mario Alarcón Muñiz, Mario Castaldo, Martín Barral, Marcelo Julio Rivero, Fortunato Calderón Correa, Daniel Tirso Fiorotto, Valentín Bisogni, Julio Majul, Américo Schvartzman, Juan Antonio Vilar, Guido Tonina, Miguel Zurdo Martínez, Ángel Sánchez, Facundo Gómez, Laureano Andrioli, Santiago Fiorotto, Gonzalo Milocco, Jesuana Aizcorbe, Martha Bader, Sergio Elizalde, Jorge Villanova, Carlos Weber, Pedro Aguer, Marcelo Verzegnassi, Marina Giaveno, Federico Tálamo, Graciela Albornoz, Néstor Ojeda, Ricardo Bazán, Alberto Dorati, Alejandro García Ruiz, Sergio Daniel Verzeñassi, Florencia Gómez, Mercedes Fiorotto, Carlos Natalio Ceruti, César Baudino, Oscar Milocco, Víctor Hugo Sartori, Mauricio Castaldo, Ignacio González Lowi.

*INVITACIÓN: desde estas ideas, que no son para imponer sino para conversar con los hermanos de Nuestra América en una rueda de mate; conscientes de nuestras limitaciones y de que los caminos hacia estos objetivos pueden ser distintos, convocamos desde la JAPL a las organizaciones y las personas que tengan inquietudes afines a pensar en un posible Congreso Social Independentista y Confederal de Nuestra América - Abya Yala, en el que podamos intercambiar conocimientos, puntos de vista críticos, propuestas, desde el pie.

Algunos compañeros han sugerido que ese Congreso se podría realizar del 29 de Junio de 2012 al 29 de Junio de 2013, en encuentros sucesivos, en Paraná y Concepción del Uruguay. Desde la Junta Americana por los Pueblos Libres estaremos pendientes del intercambio, abiertos al diálogo, a las propuestas superadoras.

Paraná, Entre Ríos: ex capital de la Confederación Argentina y uno de los centros de resistencia popular e intelectual a la Guerra al Paraguay. Concepción del Uruguay: sede del Congreso de los Pueblos Libres que declaró la Independencia federal, republicana, distribucionista, el 29 de junio de 1815.




JAPL




















































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