¿Pudieron estos inocentes de dos años ser Talibanes?.
¿Hastá cuándo?
«¡Mirad, no son talibanes!». Vecinos de la aldea de Sera Cala se presentaron en la casa del gobernador de Helmand, en el sur de Afganistán, con los cuerpos de doce niños y dos mujeres. Fue su manera de denunciar el último bombardeo de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) en su distrito, una nueva matanza de civiles -la cifra de esta última acción de las tropas extranjeras supera la treintena- víctimas del 'fuego amigo' que el presidente Hamid Karzai no tardó en condenar. «Es mi último aviso», advirtió el dirigente afgano centroasiático a la espera de conocer los resultados de la investigación abierta por la Alianza Atlántica.
Helmand es uno de los puntos más calientes en la guerra afgana y pese a los esfuerzos de la coalición esta provincia, principal productora de opio del mundo, sigue muy lejos del control del Gobierno de Kabul o de la mera estabilidad. El bombardeo de la OTAN se produjo tras un hostigamiento a una base estadounidense y los aviones atacaron dos casas de la aldea por lo que un antiguo mando de la Alianza consultado asegura que «puede tratarse de la típica situación en la que la insurgencia usa a inocentes como escudos humanos, combaten desde las aldeas, desde las casas sin importarles la presencia de civiles».
Se trata del segundo incidente de las mismas características ocurrido en las últimas horas ya que el jueves pasado aviones de la OTAN realizaron fuertes bombardeos en Nuristán, al este del país, y acabaron con la vida de «decenas de insurgentes», pero también con «dieciocho civiles y veinte policías», según declaraciones del gobernador de la provincia recogidas por la agencia Efe.
De confirmarse estas bajas civiles supondrían las acciones más graves desde que en febrero del pasado año un bombardeo acabó con la vida de los veintisiete ocupantes de tres minibuses en Uruzgán, al sur del territorio afgano, a los que la OTAN confundió con insurgentes que pretendían atacar a una de sus patrullas.
Y es que aunque las organizaciones de derechos humanos atribuyen a los talibanes la mayoría de las muertes de civiles, las autoridades afganas, con su máxima autoridad a la cabeza, han tachado de «inaceptables» las víctimas inocentes que se producen en los bombardeos llevados a cabo por la ISAF.
Los talibanes fijan la agenda
La ofensiva talibán marca la agenda en Afganistán. Pasado el invierno pocos recuerdan los planes de negociación y el papel del Consejo de Paz formado en Kabul para mediar con los rebeldes. La insurgencia golpea con fuerza como demostró el sábado con el atentado que costó la vida al general Mohamed Daud Daud, jefe de la Policía en el norte del país y exlíder muyahidín de la Alianza del Norte, e hirió gravemente al general alemán Markus Kneip en la provincia norteña de Takhar.
Tras la muerte de Abdulá Laghmani, jefe de los servicios de inteligencia, en septiembre de 2009, Daud ha sido la figura más relevante que logran abatir los talibanes, según destacaron los medios afganos que ayer cubrieron un funeral que se desarrolló entre grandes medidas de seguridad. Su nombre se suma a la lista de operaciones con éxito llevadas a cabo por la insurgencia como los asesinatos de los jefes de Policía de Kandahar y Kunduz, en abril y marzo respectivamente, y los atentados contra edificios públicos en la ciudad de Kandahar y el hospital militar de Kabul.
La ofensiva de primavera ya ha costado la vida a 44 soldados de las fuerzas internacionales, que suman doscientas bajas desde el inicio de 2011, año del inicio de la retirada y del traspaso progresivo de la seguridad a las unidades afganas que se han ido entrenando y equipando desde el comienzo de la invasión. Por su parte, según datos de la misión de la Naciones Unidas (Unama), 2.777 civiles fallecieron el año pasado por la violencia, lo que supuso un aumento del 15% respecto a 2009.
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