La censura de opiniones por un medio que se proyecta como anti-imperialista y progresista genera desconfianza y dudas. En el curso normal de los acontecimientos se acepta como normal que algún artículo u otro se rechaza por los motivos que sean. Pero a veces ocurren eventos de una trascendencia tan profunda que hace inaceptable lo que en otros momentos sería trivial.
El montaje mediático occidental contra Libia y la colaboración con ese montaje de tantos corrientes que se identifican como de izquierda o como anti-imperialista marca un momento de no retorno para muchas personas. Fue un momento en que todavía fue posible atrasar y hacer más difícil la bárbara agresión tramado por el gobierno de los Estados Unidos y sus peones-compinches de la OTAN contra Libia. Y en ese momento la gran mayoría de la opinión de izquierda en los países del Bloque Occidental apoyaba la esquema agresiva imperialista contra Libia.
No fue una sorpresa para las personas que vivimos en Nicaragua y que hemos experimentado las campañas cínicas y deshonestas de gente de la izquierda occidental en particular contra el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Ha sido el trabajo de casi una década de revertir un poco el impacto de aquellas campañas. En el caso de Libia, la reversión de la opinión de la izquierda occidental ha sido más rápida, pero no por ese motivo más convincente.
Libia y Rebelión
Cuando estalló la crisis en Libia, mucha gente escribieron artículos que enviaron a sitios como Rebelión para defender al gobierno libio, cuestionar la propaganda de los medios corporativos y plantear una perspectiva más racional y justa al conflicto interno en Libia. Rebelión nos censuró sistemáticamente.
Como cualquier medio, Rebelión tiene todo el derecho de publicar y rechazar lo que quieran. Pero que no vengan después con el cuento de que son abiertos y que quieren ofrecer un foro de debate amplio.
En el caso de la agresión contra Libia, Rebelión efectivamente colaboró con el mensaje propagandístico de los medios imperialistas. Solo después de qué las proporciones y alcance de la agresión llegaron a ser claras cambió Rebelíón su línea. La frecuencia de las posiciones en contra del gobierno libio de intelectuales destacados confirma la existencia de una clase gerencial-intelectual de la izquierda occidental que se comporta de acuerdo precisamente a sus intereses de clase. Aquellos intereses no coinciden con los intereses de los pueblos que buscan como emanciparse de la hipocresía y sadismo de los poderes occidentales .
El Foro Sao Paulo en Managua
Se ha encontrado lo mismo en el caso de Nicaragua. El gobierno revolucionario del Frente Sandinista de Liberación Nacional dirigido por el Presidente Comandante Daniel Ortega ha ejecutado la mayoría de su programa de gobierno con un éxito extraordinario. Sus logros sociales y económicos han forzado a la mayoría de la izquierda occidental y sus camaradas en América Latina y el Caribe a abandonar o modificar su superficial análisis política de Nicaragua. Ese hecho se constó en el reciente 17 Encuentro del Foro Sao Paulo en Managua.
El Encuentro del Foro Sao Paulo en Managua reunió a 673 representantes de 77 partidos de América Latina, África, Asia y Europa. Aquellos partidos representan una amplia gama de la ideología revolucionaria y progresista. Seguramente incluían una cuota no insignificante de personas y organizaciones que no sienten gran entusiasmo para el FSLN y el Comandante Daniel Ortega. Sin embargo, el Foro fue exitoso. Su Declaración Final, mesurado y consecuente, representa un rechazo categórico de muchas posiciones recientes de la izquierda occidental con respecto al desarrollo de acontecimientos, por ejemplo, en Libia y en Nicaragua.
Enfoque
Un punto fundamental que salió en aquella declaración fue lo siguiente, “Procesos revolucionarios y de cambio social progresista se desarrollan en América Latina mostrando con sus políticas y con el impulso de proyectos alternativos, que los intereses populares sólo pueden ser defendidos con efectividad si se cuenta con una fuerza política organizada que presente batalla a la derecha, la oligarquía y el imperialismo.”
Es lógico que tal aseveración va a salir de un foro de partidos políticos. Sin embargo, es una afirmación profundamente acertada si se consideran las experiencias continentales desde las del zapatismo en México hasta la guerra civil en Colombia o hasta la lucha del pueblo Mapuche en Chile. La victoria de Bildu en Euskal Herrera subraya su validez.
La izquierda occidental se ha acomodado a su relativa impotencia y marginalidad. En su gran mayoría no está enfocada en la realidad práctica y concreta de los procesos de cambio en América Latina, Asia y África. Se moviliza alrededor de ciertas temas como derechos humanos, la deuda, el medio ambiente o causas como lo de Palestina y hace acciones importantes sobre aquellos temas y causas. Pero el caso de Libia demostró categóricamente que la izquierda occidental jamás va a abandonar su narcisismo.
La Declaración Final del Foro de Sao Paulo dice, “Las políticas y logros de las fuerzas de izquierda en el gobierno a favor de los sectores populares de nuestro continente se manifiestan en proyectos de construcción social que se corresponden, cada uno de ellos, con las realidades de los países correspondientes.” Hasta que la izquierda occidental acepta que la realidad de los pueblos tiene precedencia sobre sus deseos occidentales, no va a tener mucho de interés que ofrecer a los pueblos del mundo que resisten los ataques de los gobiernos y élites del Bloque Occidental.
La crítica sincera y la solidaridad
Para las personas comprometidas a apoyar concreta y prácticamente la revolución Sandinista en Nicaragua y el proyecto emancipador del ALBA en la región, los aportes de la clase gerencial-intelectual de la izquierda occidental tienen poco interés. Los pueblos van a avanzar en su camino con o sin el apoyo solidario de esa clase. El apoyo popular a la gestión extraordinaria del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua es una prueba contundente de esta verdad.
Apoyar los proyectos emancipadores de los pueblos no implica abandonar la crítica o la defensa de principios fundamentales. La validez de las críticas o las respuestas a esas críticas dependen de la seriedad, la consecuencia y la sinceridad de quienes las hagan y la manera en que las hagan. El caso de la entrega de Joaquín Perez Becerra a las autoridades colombianas ha sido muy instructivo en ese sentido.
Ese caso ha servido como un pretexto para muchas maniobras. Algunas personas lo han aprovechado para atacar al proceso revolucionario en Venezuela como tal. Han habido declaraciones de algunos grupos en que renuncian su apoyo para ese proceso. Otros han aprovechado el caso de Joaquín Perez Becerra para lanzar viejas y nuevas calumnias. Pero la mayoría de las críticas sensatas del actuar de las autoridades venezolanas, a la vez que censuran lo que estiman un grave error, destacan su apoyo al proceso revolucionario en Venezuela.
Si uno revisa las posiciones inconsecuentes, oportunistas e insinceras que han surgido alrededor del caso de Joaquín Perez Becerra, se encuentra que en muchos casos corresponden a las mismas personas y organizaciones que han atacado el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua. El momento clave en el caso de Nicaragua para saber quienes eran sinceros en sus críticas fue el período antes y después de las elecciones municipales de 2008. Todas las personas que se sumaron a la campaña cínica y deshonesta de los llamados “renovadores” sobre el inexistente fraude electoral en aquel momento demostraron sus lealtades fundamentales – y no son lealtades revolucionarias.
Se puede decir lo mismo del período entre el 15 de febrero y el 19 de marzo de este año en el caso de Libia. Son momentos en que las personas evidencian sus reacciones de instinto. En los dos casos, de Libia ahora y de Nicaragua en 2008, las reacciones de una gran parte de la izquierda occidental revelaron su lealtad a un ideario neocolonial. Dentro de esta realidad, quedan muchísimas tareas pendientes para combatir lo que el Foro Sao Paulo llama el contra-ataque del imperialismo. No hay que perder tiempo con una izquierda occidental que ha demostrado su capacidad para colaborar en momentos claves con ese mismo sistema imperial.
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