Las imágenes de desolación y destrucción saturan los medios de información 24 horas al día. Dos semanas después del terremoto de Puerto Príncipe se acabaron las esperanzas de recobrar con vida, y la destrucción del patrimonio cultural presenta una perspectiva desoladora.
“El Estado haitiano ha sido golpeado en sus mayores símbolos: el Palacio Nacional, la Dirección de Impuestos, el Parlamento, los principales ministerios, la Alcaldía de Puerto Príncipe y el Banco Central de la República”, dice el cineasta Arnold Antonin, que sobrevivió al terremoto.
Antonin, nacido en 1942 en Puerto Príncipe, es el principal autor de cine documental en Haití, con más de 30 películas realizadas desde 1974. Además, es uno de los intelectuales más importantes de su país y director del Centro Petión-Bolívar (CPB), una fundación cultural sin fines de lucro que trabaja desde hace 22 años en el campo educativo, favoreciendo el debate democrático. Recientemente, además, el CPB se orientó hacia otros dos frentes: combatir la inseguridad y secuestros en gran escala y preservar el medio ambiente.
El terremoto ha afectado todos los ámbitos de la sociedad haitiana. En razón de la emergencia humanitaria, lo más dramático es la vida de las personas, la alimentación y la salud, porque el país quedó sin infraestructura. Haití siempre careció de servicios sociales que pudieran atender las necesidades de la población, más aún ahora que el sismo destruyó lo poco que había. Varios centros que son patrimonio cultural de Haití han quedado destruidos. Este es el recuento del propio Antonin, quien al día siguiente del terremoto fotografió los edificios devastados: “El templo-museo de la Iglesia Episcopal Santa Trinidad, llena de murales de los grandes maestros del arte primitivo haitiano, se hizo polvo. Lo mismo pasó con el Centre d’Art, donde se guardaban muchas obras maestras del arte haitiano; estas obras están ahora a la intemperie entre las ruinas de la casa. La Fundación Cultura y Creación, lugar aglutinador de actividades culturales, se derrumbó también, así como el Museo Georges Nader, con su acervo de obras invalorables, y el nuevo edificio de la Universidad Quiskeya”, dice.
Antonin ha perdido amigos y colegas del mundo de la cultura o no sabe todavía de la suerte que han corrido muchos de ellos. “De los grandes escritores, Georges Anglade es el único de cuya muerte tengo conocimiento. Pero es muy pronto todavía para hacer evaluaciones. Muchos músicos de la canción popular han fallecido y casi todas las radios y canales de televisión tienen víctimas, han sido afectados o perdido todo”.
¿Qué pasará ahora con las actividades del Centro Petión-Bolívar? “Es muy difícil decir en estos momentos lo que va a pasar, a apenas unos días del terremoto y con advertencias de los expertos de que todavía puede volver a temblar, que todavía no se ha rescatado a personas bajo las ruinas, vivas o muertas, que los supervivientes no se logra abastecerlos de agua, comida y menos techo, en medio de un caos organizativo para distribuir la ayuda”.
“La mayoría de los gobiernos haitianos no ha dirigido el país sino que ha ejercido su poder contra los intereses de la nación y del pueblo, creando el concepto de Estado Predador. Los políticos, dominados por la sed de poder y de riqueza han contribuido a la destrucción del medio ambiente y a profundizar la miseria del país".
“El país está dominado por dos locuras: la locura creadora de los artistas y la destructora de los políticos ávidos de poder”, dice Antonin.
“La realidad es que la ayuda ha sido mal concebida y peor utilizada. Corresponde perfectamente al chiste que dice que la ayuda al desarrollo es la plata que sacan del bolsillo de los pobres de los países ricos para dársela a los ricos de los países pobres. En realidad, gran parte de la ayuda desaparece en la corrupción o en los infinitos estudios encajonados, que la mayor parte de las veces no toman en cuenta la cultura del país. Una gran parte de esta ayuda se queda con los mismos donantes”.
Arnold Antonin es de los haitianos que, aún teniendo las posibilidades de hacerlo, no ha dejado su país en las circunstancias más dramáticas. Sólo estuvo fuera, por la fuerza, cuando vivió exiliado en Venezuela durante la dictadura de Duvalier. Hoy mira consternado el horizonte de su país devastado: “Lo único que me viene en mente es que lo único bueno que puede tener esta catástrofe es que se debería aprovechar para reconstruir este país pero partiendo de nuevas bases, racionales y bien planificadas en todos los aspectos”, dice. (DPA)
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