martes, 9 de marzo de 2010

Las cosas se están arreglando‏

Landrú, siempre actual

No paramos de tener alegrías, una tras otra: ¡aflojen un cachito, vamos a reventar de felicidad! En “La Mañana” de Víctor Hugo se arriesgan a decir que la gente salió a las calles a festejar el Oscar que ganó “El secreto...”. Quizás exageran un poquito, pero, ¿qué importa? Esta seguidilla de éxitos en cinco días se la tienen que tragar los agoreros, los críticos, los quejosos: ¡alegría, alegría! Pero no cualquier alegría, ¿eh?: ¡alegría popular, que es la mejor!

Sin embargo, una señora llama a la radio y reflexiona que “si tendremos poco para festejar como comunidad que la gente se acopla a esos triunfos en el fondo tan ajenos” (es de las mías, la señora). Víctor Hugo se la piensa unos quince minutos, vuelve a pasar el mensaje y lo responde, denunciándolo como una muestra de la oposición a este gobierno, oposición tan irracional que es capaz de encontrar tonos sombríos hasta en los hechos venturosos, y remata que aunque estuviéramos en el mejor de los mundos, con todos los problemas resueltos, igual celebraríamos las conquistas de nuestros compatriotas.

¡Qué lindo es ver a toda la familia alienada!

Hay tanto, pero tanto para replicar a estos argumentos que para no extenderme voy a optar porque lo haga usted mismo.

De todos modos, voy a consignar algunas cosas de las que sí valdría la pena enorgullecernos: por ejemplo, que en el país todos sus habitantes tuvieran garantizado un alto nivel en la atención de la salud. Eso sería digno de ser festejado por dos razones: primero, por lo que significaría en calidad de vida —y más, en posibilidad de vida— para todos; segundo, porque los que vivimos aquí somos corresponsables de lo que el país obtiene —y de lo que conserva, y de lo que pierde— en tanto son logros colectivos. También me parecería legítimo celebrar la conquista de otros objetivos por los que lucho: que hubiera trabajo para todos, que los jubilados ganaran lo suficiente para vivir bien, que no se depredara y contaminara nuestro territorio, que la vivienda fuera accesible para el que trabaja, que la educación pública recuperara su papel de igualadora de oportunidades y el nivel de excelencia que supo tener.

En cambio, yo, que si me propusiera tomar una raqueta no sabría por qué lado agarrarla, o que si quisiera hacer un lujo con la número 5 podría fracturarme solito, no puedo verme reflejado en los éxitos de una aristocracia de hiperprofesionales del espectáculo mal llamado “deportivo”: no contribuí en nada. Ni me satisface tampoco el galardón conferido a un filme que, más allá de su factura técnica, en lo único que influye en los espectadores es en volverlos más idiotas, puesto que su núcleo, su clave —que alguien, solo, y sosteniendo el resto de sus actividades, pueda mantener en cautividad a un tipo por más de veinte años— es tan imposible que quien se lo traga está madurito como para mascar vidrio.

VHM, convertido en una repetidora

Víctor Hugo presenta el Oscar obtenido por “El secreto...” y la clasificación para los cuartos de la Davis como “hechos promisorios para la Argentina”. Define a la película como "notable aporte a la cultura nacional" (¿?). "Sabía que todo el país estaba pugnando para que ganara" y por eso experimentaba mucha ansiedad, abunda el oráculo de Cardona (como gustan llamarlo, a sus espaldas, algunos colegas envidiosos). "Es un triunfo que verdaderamente tiene que ver con todos", insiste. Este conjunto de afirmaciones me resultan tan ajenas que no puedo concebir que ambos pertenezcamos a la misma galaxia.

Víctor Hugo se va convirtiendo progresivamente en una repetidora de la “TV Pública” y la “Radio Pública”. Incluso ya puede, muchas veces, prescindir de entrevistar a Aníbal, a Boudou o a Randazzo porque sabe lo que han dicho o van a decir y calcula que suena más persuasivo en labios de un periodista independiente, para mejor de la otra orilla.

"Lo de Campanella tiene continuidad", previene VHM: “Este año puede ser el de la consagración en la Davis y en el mundial de fútbol, por los nombres que nos representan en esos dos deportes... y porque hace 24 años, cuando otro filme argentino ganó el Oscar, nuestro seleccionado obtuvo la copa del mundo” (¡!).

Completito, el Orákulo.

www.juan-del-sur.blogspot.com

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