Sí la respuesta es lo primero, comencemos a pensar como pueblo, a reaprender, a abandonar la ideología exclusivamente creada por la clase explotadora...
Schafik Handal (a la izquierda de la imagen) |
Sobre el problema del Poder
El abecedario del marxismo-leninismo enseña que el problema fundamental de la revolución es el problema del poder; el alejamiento en la práctica de esta verdad es, a nuestro juicio, uno de los factores principales que, de no corregir a tiempo, podría habernos dejado fuera de la línea delantera de la revolución salvadoreña.
En América Latina han tenido lugar dos grandes revoluciones verdaderas, la de Cuba y la de Nicaragua y en ninguno de los dos casos los Partidos Comunistas estuvieron a la cabeza. En el caso de Nicaragua la experiencia con el Partido hermano fue desastrosa, exceptuando la parte de él que desde 1978 se incorporó a la lucha armada. Estamos convencidos de que la ausencia práctica de una clara conducta de lucha por el poder es el factor principal que explica estos resultados. Esta misma cuestión ha estado a la base, creemos nosotros, de las equivocadas caracterizaciones de ciertos procesos sociales y políticos reformistas en América Latina como “revoluciones”. En la práctica esta caracterización no se confirmó, pero sirvió para determinar un papel de simple fuerza de apoyo para los partidos hermanos de los respectivos países.
Otra expresión de este mismo problema es el papel exagerado y, en algunos casos, la absolutización del papel que se asigna al Programa económico-social para determinar el carácter de la revolución, el curso de la lucha por su victoria y de la defensa y consolidación de la misma. En Chile, durante el gobierno de Allende, por ejemplo, tanto los participantes de la Unidad Popular, como las fuerzas así llamadas ultra-izquierdistas, daban una importancia central al Programa Económico-Social. Para unos, las claves de toda cuestión chilena, el futuro de la revolución chilena, residía en no sobrepasar los límites del Programa de la Unidad Popular: mientras para los otros, todo consistía en radicalizar ese programa, rebasar sus límites. Mientras tanto, ninguno elaboró ni aplicó una orientación certera para resolver realmente el problema del poder, ni para defender al gobierno de Allende.
Me refiero al caso chileno porque creo que es casi de laboratorio:es curioso que cuando aparecieron objetivamente los procesos y corrientes que configuraban la posibilidad de resolver revolucionariamente el problema del poder, ni unos ni otros lo captaron. Tengo en cuenta la configuración dentro del ejército chileno de una corriente que comprendía bastante claramente la necesidad de solucionar el problema del poder. La dimensión y trascendencia de este hecho puede apreciarse en las anotaciones del Gral. Prats en su diario durante el año 1973.[1] Es también curioso cómo la reacción entendió con precisión este asunto. Todo lo que la reacción hizo en Chile durante el gobierno de Allende, estaba dirigido a aplastar la posibilidad de perder el poder cuando se configuró esta corriente en el ejército. Su esfuerzo concentrado estuvo dirigido a deshacerse de Prats y sus compañeros. ¿Cómo actuaron las fuerzas revolucionarias frente a este fenómeno? Nadie en definitiva defendió a Prats (ni) a la parte del ejército que él encabezaba. Unos lo sacrificaron en aras de maniobras políticas, creyendo honradamente que éstas traerían la salida a la crisis, y los otros consideraron que la presencia de Prats en el gobierno era “la presencia de la burguesía’ que el pacto con Prats era “la traición a la revolución” y decidieron constituirse en la ‘oposición obrera y campesina”. Cuando la corriente de Prats, era fuerte y predominante, cuando derrotó al “tancazo” (junio de 1973), las masas intuyeron la importancia de aquel momento para resolver revolucionariamente el problema del poder: se lanzaron a la calle, como todos sabemos, exigiendo golpear profundamente a la reacción, cerrar el Parlamento, depurar al ejército pero la dirección de aquel proceso no tomó resueltamente en sus manos estas banderas. No estoy defendiendo la idea de que todo se hubiera resuelto en Chile organizando la lucha alrededor de Prats; creo sí que el aparecimiento de la corriente encabezada por él y la marejada de masas que siguió a su victoria sobre el “tancazo’ fue lo más cercano que hubo durante el gobierno de la UP a la solución del problema del poder para la revolución. Esa posibilidad apareció objetivamente y se constituyó así en una prueba para medir la claridad de la fuerza revolucionarias sobre la tesis del marxismo-leninismo de que ‘‘el problema del poder es el problema fundamental de toda revolución.”
La historia de la revolución mundial ha refrendado esta verdad, una y otra vez. No es el Programa Económico-Social lo central y decisivo. Los ritmos en la aplicación del Programa Económico-Social, la radicalidad de los cambios económico-sociales, están en dependencia de las condiciones nacionales e internacionales en que se realiza cada revolución.
Los revolucionarios tienen la posibilidad de escoger el ritmo mejor, incluso de hacer pausas y hasta retrocesos si fuera necesario, a condición de que conquisten el poder y lo retengan firmemente en sus manos. La Revolución de Octubre y la NEP (Nueva política económica)[2], es un ejemplo de necesaria desaceleración de los cambios económico-sociales. En Cuba, el Programa económico-social del Movimiento 26 de julio de hecho era sólo el discurso de Fidel “La Historia me absolverá”, desconocido para las grandes masas mayoritarias del pueblo antes del triunfo de la revolución; en la experiencia de la revolución cubana fue necesario acelerar, sin embargo, la radicalidad de las transformaciones económico-sociales para defenderla frente a las asfixiantes medidas contrarrevolucionarias emprendidas por el imperialismo yanqui. La actual experiencia de Nicaragua, donde el ritmo y la profundidad de las transformaciones económico-sociales ha debido graduarse, es otra constatación práctica de la tesis que ya hemos dejado anotada y se podrían citar ejemplos de Europa Oriental y África.
La dialéctica del problema del poder y el Programa económico- social es necesario esclarecerla a fondo. Hay que volver al planteamiento leninista una y otra vez: toda la cuestión planteada por Lenin en sus Tesis de Abril de 1917 apuntaba a la toma del poder por el proletariado revolucionario y su partido, a esclarecer y unir en torno de estos las fuerzas de las grandes masas campesinas y populares en general, para realizar esta tarea.
Las Tesis de Abril siguen siendo el modelo de cómo enjuiciar el problema del poder y como determinar la conducta del Partido en la situación revolucionaria.
Responder a la pregunta de por qué el movimiento comunista de América Latina y otras regiones del Tercer Mundo, dejó de tener en el centro de su actuación la lucha por el Poder, es un asunto complejo: nosotros no tenemos una respuesta satisfactoria, de seguro hay varias. Yo voy a referirme a una: me parece que la solución del problema del carácter y la vía de la revolución está vinculada a este asunto.
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Fragmento de: Schafik Jorge Handal
El Poder, el Carácter y Vía de la Revolución y la Unidad de la Izquierda
El Salvador, Diciembre de 1981
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