Jorge: “…como que hubiéramos arribado al puerto con el que soñamos toda la vida ...el riesgo cierto es de que el cambio en el viento…”
DANILO ASTORI:
¿PODEMOS ENTUSIASMARNOS?
En estos días he participado en diversas actividades y he leído algunos textos, donde sobrevolaba esta interrogante. En realidad, muchas veces me he interrogado sobre la relación entre la razón y la pasión, entre el análisis político y el entusiasmo.
No hay recetas, ni invocaciones posibles para convocar a la pasión, a las ganas y el entusiasmo por las causas políticas. No es tampoco un problema de edades. Aunque creo que hoy en día los jóvenes son los menos receptivos a las pasiones políticas.
No pretendo en absoluto proponer caminos, ensayar propuestas, para que colectivamente nos entusiasmemos en este complejo proceso que estamos viviendo. Es una reflexión que necesito compartir, pero que tiene valor para mi mismo. Los cargos, por importantes que parezcan o sean, no son una garantía de pasiones. A menos que nos rebajemos a la pasión por los cargos. Esa ya será otra cosa.
No puedo evitar mirar hacia el pasado. Para conocer la pasión, el entusiasmo, el compromiso más pleno hay que mirar la propia experiencia; no alcanza con los relatos, con historias verdaderas, pero ajenas, o con la buena literatura. Hay que mirarse dentro de cada uno de nosotros.
Recuerdo cuando en la universidad, como estudiante, como docente o decano, la épica de nuestras convicciones estaba a flor de piel, con el peligro y las tensiones al máximo. ¿Pero era ese el motivo de nuestras pasiones? Una parte; la otra, la más importante eran nuestros sueños, nuestros sueños posibles y alcanzables, es decir la lucha por alcanzar un mundo diferente, donde la justicia, la más absoluta libertad, la igualdad de las oportunidades y las capacidades, fuera posible y cotidiano.
Era ese gran objetivo el que condicionaba nuestra vida personal, nuestros estudios, nuestros esfuerzos, nuestras pasiones, nuestra propia identidad. Y nos permitía afrontar todos los peligros, porque el trofeo era demasiado importante.
Muchas cosas han cambiado, el mundo ha cambiado y nos ha cambiado a nosotros. ¿Esos sueños debemos abandonarlos?, ¿están sepultados en los escombros de alguna historia?
Primero voy a responderme a mí, desde mi racionalidad, porque lo necesito hacer todos los días, para echarme a andar como decía Martí. Me siento aportando todo lo que puedo, todo lo que aprendí y de lo que soy capaz, por ese gran objetivo de un país más justo y más libre.
He tenido que pasar de los sueños a la realidad, a las exigencias concretas e implacables de la economía, de las políticas sociales, del Uruguay productivo, de la generación de más y mejor trabajo, de construir relaciones laborales más democráticas y justas, de hacer que mi país, el nuestro, crezca, sea más prospero y más justo.
Y creo que no nos ha ido mal. Que en ese camino hace seis años que venimos construyendo sueños, concretos, tangibles. Lo comparto con mis compañeros de ruta, con los uruguayos en su conjunto, con los frenteamplistas y con mis compañeras y compañeros del gobierno. No me siento solo, al contrario. Y eso para mi es muy importante.
No todo es como yo lo soñé, o como más fríamente lo planifiqué. Tuvimos que aprender, que equivocarnos, que corregir, que seguir aprendiendo y sobre todo estudiando y capacitándonos.
Siento que hay mucha gente que por un lado se siente contenta con los avances pero se siente lejana, ajena, y a veces, preocupada con ciertas debilidades y problemas. Este es un país donde las encuestas se hacen a diario, en la calle, en el supermercado, en el club, en las reuniones políticas, en las charlas entre amigos y familiares.
Hay una compleja sensación de que avanzamos pero que dejamos peligrosos flancos descubiertos, y sobre todo, no despertamos pasiones, ganas y entusiasmos.
En parte podríamos atribuirlo a una época que no es de grandes pasiones, de grandes sueños o de lejanos horizontes. Sería una visión parcial. No somos juguetes de las épocas o de las tendencias globales, somos seres humanos pensantes y sufrientes capaces de construir nuestros propios impulsos.
Siento que cada vez que una uruguaya o un uruguayo consigue un empleo, aumenta su salario o las jubilaciones, o arriesga con un nuevo emprendimiento, o deja de morir un bebé por pobreza y enfermedades curables, o una familia sale de la indigencia y de la pobreza, entregamos una computadora a un escolar o un liceal, o le damos cobertura médica a más personas y tantos hechos cotidianos, estamos avanzando, y estamos redistribuyendo la riqueza. Aunque siempre nos parezca poco.
También no puedo ocultarme que cuando somos desprolijos, cuando nos falta concreción, cuando transmitimos inseguridad o no estudiamos y nos capacitamos para nuestras altas responsabilidades, estamos perdiendo un bien valioso e irrecuperable: el tiempo.
Hay pasiones colectivas, pero en definitiva son la suma de muchas pasiones en las que hay causas comunes, momentos compartidos, pero donde cada uno obligatoriamente le agrega su propia vida, su propia sensibilidad, su propia épica.
Capitan |
He querido salir de las obligaciones concretas de la política, de la acción de gobierno y compartir estas ideas con ustedes porque en estos años he aprendido que sin pasión, sin ese impulso intangible, no se pueden construir grandes obras.
Necesitamos un rumbo, una orientación clara, capacidades y esfuerzos colectivos e individuales surgidos del estudio y de la preparación, pero además necesitamos pasión. Y no una pasión genérica, abstracta, sino muy concreta, necesitamos apasionarnos por la política, por la acción de gobierno a todos los niveles, por hacer las cosas bien, por ser generosos, en primer lugar con el país, con el departamento, con nuestro municipio, con nuestra sociedad. Y sobre todo, con nuestro imprescindible Frente Amplio.
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