domingo, 15 de mayo de 2011

¿VALE LA PENA?‏ - Esteban Valenti

Es posible que sea mi edad, mis derrotas, mis lecturas o simplemente el hastío por una forma de hacer política, en la que me reconozco cada día menos. Lo asumo, no hay ninguna justificación, es pura, total y exclusiva culpa mía. Estoy harto
Leí el reportaje de Santos y su proyecto de retirarse a un kiosko a ver pasar la gente y la vida. Está peor que yo; él es intendente y es bastante más jóven. Mi primera reacción fue llamarlo y discutir. Al viejo estilo, que nadie se desanime, que estemos alineados y no dejemos espacios a la debilidades. Fui dejando pasar la llamada
Ahora, luego de una larga semana rumiando cosas, vuelvo a la carga y la pregunta del título ya tiene incorporada una media respuesta. Le aclaro a mis amigos, mis compañeros y mis adeversarios no tengo la valentía de abandonarlo todo, de irme a escribir ficción a mi casa. Lo más probable es que siga en este trillo, y que ni siquiera tenga un escape en mi horizonte. Pero me lo seguiré preguntado
 Todos los días leo un capítulo de la historia del pasado reciente en la que no me reconozco, donde los personajes no los vi, ni al entrar ni al salir de la dictadura y donde hay demasiadas ausencias. Y me callo.

Todos los días me entero de un episodio del que me siento ajeno por completo, de negociaciones, conversaciones, pasadas y recientes. Y me callo. Un día si y el otro también defiendo a este gobierno y trato de hacerlo con la mayor convicción, pero me desoriento, me asaltan las dudas por los detalles, por algunos desordenes, por notorias deficiencias. A nivel nacional y también departamental.
 Todos los días me abruman los silencios, las comodidades, los lugares fáciles de los que no podemos salir y de los que nadie se hará responsable Otras épocas.
Que cómodo hubiese sido para nosotros, los pibes de menos de 18 años, sumarnos a las aventuras metodológicas con Molotov y barricadas en el movimiento estudiantil, en lugar de pararnos delante de las asambleas y argumentar y discutir y sentirnos responsable de la suerte del movimiento. Y de ésas, mil historias y otras épocas
Pocos se hacen responsables de la marcha del gobierno, algunos asumen sus cargos pero vagan con la absoluta libertad de exigir a cuatro manos. Yo vengo de un tiempo en que tener una línea, asumir su responsabilidad y la suerte del conjunto del movimiento era un mérito. Hoy es una falta de habilidad para las jugadas políticas.

Que fácil es ahora opinar una cosa en los pasillos, en los bares, en los corrillos y luego marchar al matadero de una ley que paralizará durante años los juicios, que entreverará legalmente todas las causas de los derechos humanos y que además nos pateará en medio de la frente toda posibilidad de recurrir a plebiscitos. No pasa nada, a callarse todos
Me conmueven los burros. Soy de una época donde éramos muchos menos, pero hacíamos culto de leer, de estudiar, de citar, de entender y de aprender. Si para llegar al poder lo que necesitamos es olvidarnos de todo eso, si lo conveniente es bajar el nivel al zócalo, si con ser compañera o compañero se pueden manejar resortes fundamentales del país, no me siento representado y ante las burradas y las incapacidades me revelo, en particular si es gente de izquierda.

No quiero ser igual a los blancos y los colorados, con un simple cambio de tintura en la selección de los cargos, y en su protección a toda costa o mejor dicho a costa de la gestión, de la eficacia, de la coherencia, con tal de que sean nuestros. Estoy de acuerdo en abrir los brazos para ser amplios y recibir con generosidad, pero me indigna las oleadas de izquierdistas recién izquierdizados que rellenan tantos cargos.
No es cierto, las cocineras o las amas de casa no pueden manejar la economía y si hubiéramos utilizado esa receta hace tiempo que nos habríamos fugado en un helicóptero de todos los techos. Y no me callo
La oposición no me conmueve ni un ápice. No es culpa de ellos. Pero necesitaríamos otro debate, otro nivel para despabilarnos, para obligarnos a crecer. Nada. El ejemplo más reciente: la interpelación sobre el video.
Un papelón por unanimidad. Terminaron discutiendo quién había mostrado las imágenes. Patético.

Hasta hemos logrado el milagro de que los militares se transformen en actores principales de la agenda política nacional. Y no decrece.
Si realmente estuviera harto, cansado definitivamente, me tendría que callar e irme, silenciosamente, sin ganarme nuevos enemigos, sonriéndole a todos.
 El 13 de junio del año que viene voy a cumplir 50 años haciendo política y comprobé que es como el paludismo, nunca desaparece del todo, te duele en los huesos, en las articulaciones, ante la primera fiebre. Y la política está hecha de fiebres permanentes.
Es posible que también el hartazgo sea un problema de temperatura; en estos seis años la fiebre no ha llegado nunca a niveles peligrosos, al contrario, hemos inaugurado el periodo de más larga tranquilidad - entre 36º y 37º grados y medio de temperatura - de toda la historia nacional. Así que los dolores son leves.
En un mundo de miserias superlativas, donde en la misma semana se festeja la muerte de Bin Laden, del hijo y de tres nietos de Gadafi bajo las bombas de la OTAN, mientras al costo de 34 millones de dólares se casa una parejita real británica, los húngaros aprueban una constitución filo fascista y la derecha nacionalista avanza en Finlandia, hay poco para inspirarse.
Un mundo en que hay soldados que van a la guerra desde sus portaviones y sus bases en Sicilia luego del desayuno y antes del almuerzo, y no arriesgan ni un rasguño, mientras allá abajo los beduinos se mueren mordiendo la arena y las esquirlas de las bombas implacables y esterilizadas que lanzan los aviones desde miles de metros de altura, entre un cielo azul impecable. Y mueren beduinos soldados, beduinas mujeres y niños beduinos.
Hagan memoria: ¿cuánto hace que no escuchan una teoría política, una idea política que a nivel mundial los haga pensar, los obligue a interesarse y a bucear en su alma y en su cerebro? Soy devoto de las novelas de Vargas Llosa, algunas de sus obras son las que más he releído. Cuando escribe ficción, o en algunos casos escribe sobre realidad novelada, es de una sensibilidad política profunda y progresista; cuando habla de política no lo encuentro, no coincido, es de derecha. ¡Qué ironía!. Pero leyendo un reciente reportaje, al menos se atreve, opina, se arriesga, dice cosas. Incluso sobre los libros que él prefiere, coincido, por ejemplo Los soldados de Salamina de Javier Cercas es una maravillosa historia muy bien contada y que llega al alma.
El problema grave de la izquierda actual a nivel internacional es que sus usinas de ideas, sus centros de creación intelectual no funcionan, están paralizados mirando un mundo que apenas grafiteamos con nuestras protestas. Nadie pide un Marx para el desayuno, un Gramsci para el almuerzo y un Sartre para la cena, pero algo.
Admito que mi sentido nostálgico me hace tomar paradigmas imposibles, referencias únicas, pero la lista de los que pensaron, aportaron a la tarea de cambiar el mundo, es muy larga y sus aportes muy profundos. Y ahora...
Ahora se hace culto de no estudiar, de la superficialidad, la táctica se devora todas las estratégias; el pensamiento Twitter nos atormenta y nos entretiene. Estoy negativo y tengo derecho, me pasé la vida siendo optimista y voluntarioso.
Hay momentos en que respiro el aire espeso del bajo imperio romano, pero ahora ni siquiera las bacanales alcanzan esa perfección, ese refinamiento y esa perversión. El nuestro es el imperio de la banalidad.
¿Qué dirá de nosotros la historia? ¿Que crecimos, que distribuimos, que mejoramos, que prometimos, que hablamos, que entreveramos, que gobernamos, que amamos, que nos desenamoramos?
Los más sabios dirán que es el ciclo de las cosas, que a grandes pasiones corresponden profundas depresiones, que a fuertes tormentas las suceden la calma chicha. ¿Cuánto durará todo esto?
(*) Periodista, escritor, coordinador de Bitácora, director de www.uypress.net . Uruguay.
De Jorge Llambías
A pesar de que Valenti no es un hombre de mi devoción, no puedo menos que expresar que coincido bastante con su análisis (en esta editorial, por supuesto)

Abrazo a todos
Gracias Jorge, yo también coincido bastante.
Pelusa

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