El proyecto hidroeléctrico de Cachuela Esperanza (Bolivia):
¿Megasueño o Megapesadilla?
Henkjan Laats
11 de enero de 2010
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Los días 23 y 24 de Noviembre, el Ministerio de Hidrocarburos y Energía de Bolivia organizó en La Paz el taller internacional “Hidrogeneración y los proyectos en Bolivia”. En este evento, al cual fueron invitados empresarios y técnicos del sector hidroenergético, se presentaron los principales proyectos hidroeléctricos de Bolivia, y además experiencias de Uruguay, Brasil y Venezuela.
La presentación más novedosa fue sobre el proyecto Cachuela Esperanza por un representante de la empresa TECSULT de Canadá, la empresa que fue contratada por el gobierno de Bolivia para elaborar el diseño de esta megaobra.
El proyecto hidroeléctrico Cachuela Esperanza forma parte del Complejo Río Madera, el proyecto más polémico de IIRSA (la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana). El Complejo Río Madera consiste en dos proyectos hidroeléctricos en Brasil (San Antonio y Jirao), un proyecto binacional en la frontera de Bolivia y Brasil (Ribeirao) y un proyecto en Bolivia: Cachuela Esperanza. Los proyectos San Antonio y Jirao ya están en fase de construcción. Sin embargo estos proyectos están siendo cuestionados por la violación de derechos económicos, sociales, culturales, y ambientales de la población aledaña. Los datos presentados sobre Cachuela Esperanza indican que este proyecto es económicamente inviable, con impactos ambientales más graves que aquellos causados por los proyectos hidroeléctricos Jirao y San Antonio:
Primero, la represa de Cachuela Esperanza tendrá una superficie de 690 kilómetros cuadrados, es decir tres veces más que cada una de las dos represas brasileñas. Tomando en cuenta que la cantidad de energía generada a través de Cachuela Esperanza es más que tres veces menor que la energía generada en Brasil - 990 MW frente a 3300 y 3150 MW - implica que el impacto de Cachuela Esperanza en temas como la emisión de gases con efecto invernadero, será diez veces más grave por cada MW producido. Varias investigaciones muestran que centrales hidroeléctricas en la Amazonía producen más gases de efecto invernadero que centrales eléctricas de gas, diesel y carbón. Este hecho acaba con mito que la energía hidroeléctrica de por sí es una “energía limpia”. Ello se debe a que la abundante vegetación en estado de descomposición, producto de la inundación del territorio afectado, sumado a las altas temperaturas, provocarán la emisión de gas metano que tiene un efecto 20 veces más dañino que el CO2.
Segundo, por lo anteriormente dicho, el costo de la energía producida por Cachuela Esperanza, será más alto que el costo de la energía producida por Jirao y San Antonio. Es importante saber que la energía producida por Cachuela Esperanza está destinada al mercado brasileño. Por lo tanto, en las negociaciones sobre el monto de dinero que pagará Brasil para la energía generada por el central hidroeléctrica de Cachuela Esperanza, Bolivia difícilmente obtendrá el precio requerido para la energía exportada. Un argumento que se utilizó a favor del proyecto era la esperanza de Bolivia de tener una hidrovía hasta el Océano Atlántico, lo que mejoraría la viabilidad económica de Cachuela Esperanza. Esta posibilidad se vió frustrada desde que Brasil decidió no construir esclusas como parte de los proyectos hidroeléctricos Jirao y San Antonio. En general, se puede cuestionar el carácter soberano del proyecto Cachuela Esperanza: un proyecto que tendrá que ser financiado con préstamos del extranjero, probablemente brasileños, un proyecto que será construido por empresas extranjeras, probablemente brasileños, por ejemplo Odebrecht, y un proyecto cuya energía generada será exportada mayoritariamente a Brasil. Ello no será compensado por los impactos causados por Cachuela Esperanza y por las deudas que tendrán que ser pagadas por el conjunto de la población boliviana.
Tercero, Cachuela Esperanza se construirá en el departamento Beni. Gran parte de este departamento se inunda cada año - recordemos los desastres de 2007 y 2008 - con enormes consecuencias económicas, sociales y ambientales. La construcción de la represa Cachuela Esperanza empeorará esta situación, y una gran parte de Beni se convertirá en una zona inhabitable, inapta para la agricultura y otras actividades económicas.
Estas características particulares del proyecto hidroeléctrico Cachuela Esperanza se suman a los impactos causados por el conjunto del complejo Río Madera, del cual Cachuela Esperanza forma parte. El Río Madera es el río más biodiverso del mundo, además de ser el río amazónico con más sedimentos. En su cuenca viven muchos pueblos indígenas de los cuáles algunos no han sido contactados o viven en aislamiento voluntario. Características que implican que los impactos de los proyectos hidroeléctricos en el Río Madera serán más graves que en cualquier otro río en este mundo.
Esperamos que los protagonistas del proyecto Cachuela Esperanza se den cuenta a tiempo que este proyecto puede convertirse de sueño beneficioso en una pesadilla para los bolivianos. Durante el taller en La Paz, se presentaron felizmente también alternativas mucho más viables, por ejemplo proyectos hidroeléctricos de escala micro y mesa en zonas menos biodiversos y menos calurosos, y más cercanos a los centros industriales de Bolivia. Propuestas que existen ya desde hace décadas sin ser ejecutados, pero que proveerían energía, que sí se puede considerar relativamente limpia, con un costo mucho menor por cada MW, a menudo posibilitando otros usos, por ejemplo riego y agua potable, y con beneficios directos para la población boliviana. Asimismo existen muchas otras propuestas para generar energía en forma sostenible.
En general, los planes sobre Cachuela Esperanza nos hacen reflexionar sobre el futuro de Bolivia. Tenemos la opción de repetir los errores del “Norte”, pensando en una lógica macro-económica, destruyendo el medio-ambiente y los estilos locales de vida, o podemos tomar en serio la propuesta de “Vivir Bien”. Es decir optar por no contribuir a la deforestación sino optar por fomentar la protección de los bosques y hábitats de la Amazonía, y optar por no contribuir al cambio climático sino optar por combatir el cambio climático. Asimismo, “Vivir Bien” implica pensar en opciones más sostenibles de generación de energía, creación de trabajos y mejoras de producción en beneficio de todos los sectores de la población. Es mejor tener un sueño pequeño pero bonito que una megapesadilla.
Henkjan Laats es director de la fundación Puente Entre Culturas, especialista en el tema transformación de conflictos.
Fuente: OMAL (Observatorio de Multinacionales en América Latina)
Ver artículo completo en Rebelión www.rebelion.org
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