Los cubanos festejamos doblemente: el hecho astronómico del comienzo de cada año y el desenlace revolucionario del alumbramiento de la patria nueva.
Jorge Luis Canela
•¡Viva la Revolución!
•Un pasado que no volverá jamás
Ni arqueólogos ni historiadores han podido desentrañar el misterioso momento en que nuestros más lejanos antepasados empezaron a medir el tiempo, y mucho menos cuándo comenzaron a tomar conciencia de él.
Lo cierto es que muchos pueblos y personas separan su vida en un antes y un después, a partir de algún hecho tan trascendente que marca para siempre su existencia.
Prueba fehaciente es el hecho de que resulta común entre los cubanos la expresión “antes (o después) de la Revolución”.
Así es desde el primer día del enero cubano en que, hace 50 años, el júbilo desbordó corazones y tomó cuerpo en cada espacio público; en torrente indetenible de sollozos emocionados y algarabía.
La casualidad hermanó el hecho astronómico con el desenlace revolucionario y desde entonces festejamos doblemente: el comienzo de cada año y el alumbramiento de la patria nueva.
Fue el primer primero de enero de la república martiana, nacida para todos y por siempre. Desde entonces, con alegría multiplicada, la ancestral celebración del primer día del calendario solar es para nosotros también el festejo por el advenimiento de un universo social que, venciendo la injusticia, la discriminación, la desigualdad y el vasallaje, pone brazos, corazón y mente para defender su bienestar y su felicidad.
Razones tenemos para celebrar.
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