Entrevista con Rodolfo Edgardo Páramo, médico experto en agrotóxicos
Juan Nicastro
Rodolfo Páramo es médico pediatra radicado en el norte de la céntrica provincia de Santa Fé. Jubilado de su profesión, sigue activo en la difusión de los efectos del glifosato, el herbicida fabricado por la transnacional estadounidense Monsanto, utilizado para fumigar las plantaciones de soja transgénica que en Argntina cubren ya una superficie de 17 millones de hectáreas.
Junto a integrantes de diversos grupos de vecinos que intentan frenar las fumigaciones en sus pueblos, Páramo recorre el país dando charlas y conferencias o participando en encuentros sobre el tema. A mediados de marzo se dio a conocer un fallo dictado en diciembre por la Justicia de Santa Fe que prohíbe las fumigaciones con glifosato a menos de 800 metros de viviendas familiares.
Juan Nicastro, colaborador de Noticias Aliadas, dialogó con Páramo en el marco del Festival Nacional de Folclore de Cosquín, provincia de Córdoba, realizado del 20 al 31 de enero, ámbito elegido para una nueva campaña de concientización sobre el daño a la salud que producen los agrotóxicos. ¿Cómo descubrió los efectos de los herbicidas?
Luego de siete años de trabajo en el servicio de neonatología del Hospital José María Cullen, en la ciudad de Santa Fe, me trasladé a la localidad de Mal Abrigo, en el norte de la provincia, donde me dediqué a clínica pediátrica. Allá por los años 1994 y 1995, comenzamos a ver nacimientos con malformaciones, sobre todo del neuroeje, desde el cerebro hasta la columna vertebral. A nivel cerebral, anencefalia, es decir, falta de cerebro.Y a nivel de la columna vertebral, falta de cerramiento en algunos lugares, principalmente a nivel cervical y lumbo-sacro, quedando la médula expuesta al exterior.
Mal Abrigo tiene unos 10,000 habitantes y de 15 a 20 partos por mes. En un año tuvimos 12 niños nacidos por malformaciones, una tasa altísima. En Santa Fe teníamos lo normal: un caso de malformación congénita cada 8,500 a 10,000 nacimientos vivos. En Mal Abrigo la cifra era de terror. Comenzamos a investigar. Yo planteaba que había en el ambiente una sustancia que inhibía al ácido fólico, que es el protector para evitar las malformaciones en el sistema nervioso. Esto me llevó a averiguar qué producto se estaba utilizando en el campo.
Corrían los años 1994, 1995. Recién en enero de 1996, Felipe Solá, subsecretario de Agricultura del gobierno del ex presidente Carlos Menem [1989-99], autorizó formalmente la siembra de soja transgénica RR Roundup Ready, resistente al herbicida Roundup, el glifosato de Monsanto. Pero observen que [la transnacional suiza] Syngenta venía vendiendo en la zona la soja de Monsanto, antes de la autorización nacional, de contrabando, y utilizaba el Roundup.
Yo seguía investigando, hablaba con ingenieros agrónomos, en una época en que las arañas —o mosquitos, como les llaman en otros lugares [vehículo cuyo diseño lo asemeja a una gran araña o insecto]— terminaban de fumigar en el campo y entraban chorreando los productos químicos por las calles del pueblo. Eso en muchos lugares sigue ocurriendo. Otras localidades, como en este caso el gobierno de Mal Abrigo, prohibieron el acopio y la introducción o circulación de los mosquitos o arañas dentro del perímetro urbano del pueblo. Y como por arte de magia, empezaron a disminuir las malformaciones en los recién nacidos.
Pero comenzaron a resaltarse los casos de cáncer, sobre todo en personas jóvenes, que no respondían a los tratamientos anticancerosos habituales, y de rápida evolución.
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