Por Prensa 90
Elcompañero José Mujica, nuestro presidente, ha dicho innumerables veces que se siente solo. Pues yo necesito hoy decirle, con mucho respeto pero con todo derecho, que él nos ha dejado a la intemperie.
Estas semanas han sido muy difíciles para quienes tenemos la responsabilidad de representar a la ciudadanía y tomar decisiones en el parlamento. Nunca como ahora sentí en carne propia la máxima weberiana de que la auténtica decisión del político es ineludiblemente un dilema no entre un bien y un mal, sino entre dos bienes. Sería fácil decidir entre lo bueno y lo malo; entre lo justo y lo injusto, pero el camino entre la convicción y la responsabilidad, como en este caso, es más complejo.
La decisión respecto a la ley interpretativa de la caducidad nos tiene encerrados en una paradoja: mantener esta ley en el orden jurídico es inconstitucional ya que la propia Suprema Corte de Justicia la ha declarado así. Pero si la anulamos, todos los caminos son considerados también inconstitucionales. Hay razones más que fundadas para anularla, tantas como para cuestionar la oportunidad y la forma de hacerlo. La decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos es el factor nuevo que se integró al escenario el año pasado.
El parlamento ha hecho innumerables esfuerzos para encontrar la herramienta adecuada, con un desgaste y costos notorios. En los últimos días, y como fundamentación en contra del proyecto de ley interpretativa, surgió la "solución Risso", elogiada desde varias bibliotecas jurídicas. Parecía que se abría una opción.
El Presidente Mujica tuvo el destacable gesto de iniciar ese camino revocando uno de los actos de gobierno de Sanguinetti - el que incluía el caso del homicidio de Balbi en la ley de caducidad. Sin embargo la opción Risso rápidamente recogió críticos y contravenciones. A medida que se suceden los acontecimientos, parece quedar claro que el centro de interés de la derecha se desplaza de la inconstitucionalidad de las "formas" a la prescriptibilidad de los delitos.
El Presidente Mujica vaticina costos político/electorales futuros como consecuencia de cumplir con el compromiso programático de anular la caducidad. Creo que somos nosotros mismos, en la forma de resolver este tema, que hemos hecho todo lo posible para deteriorarnos como partido de gobierno. Y corremos el riesgo de la profecía autocumplida (1).
La resolución del tema en cualquiera de sus formas seguramente tendrá costos para el Frente Amplio, pero no puede decirse hoy que este tema genere costos mayores que otros. Podríamos señalar como probables con el mismo énfasis, costos derivados de la fraternidad conque esta fuerza política resuelva sus diferencias, o de la renovación o no de sus liderazgos, o de las candidaturas futuras.
Siento que el compañero presidente nos deja a la intemperie cuando después de su irrupción en el parlamento en el medio de una sesión de diputados, suspendida para comunicarnos su opinión respecto a la ley interpretativa, nos hace responsables exclusivos del escenario político y de sus eventuales consecuencias. No lo hizo con el senado; no lo hizo antes durante los meses y meses en que se debatió el punto. Más bien dejó hacer…
Pero es todavía más inaceptable que nos califique de “cotorras que salimos a vomitar todo afuera…” (entrevista en La República, 13 de Mayo). No nos lo meremos nosotros y tampoco él; esto no está a la altura de su propia estatura como compañero y menos aún a la altura de su investidura. Es evidente además que la información tuvo que surgir de otras fuentes, porque le consta que cuando terminó la reunión ya estaba la televisión esperándolo y en pocos minutos se había divulgado textualmente el discurso que nos leyó y guardó cuidadosamente en su bolsillo.
Nos deja a la intemperie cuando muchos compañeros interpretan su gesto como una encrucijada entre apoyar al presidente o apoyar al Frente Amplio. Nos quedo claro que vino a dar su opinión y no aspira a que cambiemos nuestro voto. Pero su gesto fue tan fuerte que tiene efectos inesperados. Cuando estas líneas se publiquen habrá pasado el debate parlamentario del 19; no sé qué sucederá allí, pero el impacto ha sido tal que tal vez se ponga en riesgo la unidad de acción de la bancada. A tal punto es así, que le recomendó a un diputado que no se "inmole" por este tema.
Lamento la renuncia del senador Fernández Huidobro como consecuencia de este tema; es una pérdida importante para la fuerza política sin dudas. Pero pertenezco a un partido que ha tenido que soportar muchas pérdidas para conciliar compromisos programáticos con cálculos electorales; decisiones colectivas con opciones personales. El más duro de todos, sin dudas, fue la desafiliación nada menos que del propio Presidente de la República, el Dr. Tabaré Vázquez, cuando interpuso el veto a la despenalización del aborto.
Siento que como diputados de su partido nos deja a la intemperie. A pesar de su opinión sobre nosotros, somos los diputados de su bancada, los parlamentarios de su fuerza política. Somos quienes votamos el presupuesto más grande de la historia del país porque él lo pidió, y eso es para nosotros suficiente garantía. Somos quienes defenderemos su rendición de cuentas y defendemos todos los días sus políticas.
Sabemos que el presidente está preocupado por un proyecto estratégico de unidad nacional, de integración de la sociedad uruguaya, y que eso requiere superar la tensión con las fuerzas armadas. Apoyamos esta preocupación y reconocemos su liderazgo en la materia, que nos ha planteado para el debate en anteriores encuentros. Pero siento que ha sido muy generoso con las expresiones públicas de algunos protagonistas de las fuerzas armadas.
Nos sentimos también a la intemperie cuando otros compañeros, desde la izquierda, contribuyen a instalar en esa agenda pública un diálogo entre “combatientes” que tergiversa la historia reciente del país. El golpe de estado se dio en Junio de 1973 cuando la llamada “guerra interna” había terminado en octubre de 1972, con el costo enorme de muerte y de cárcel que muchos pagaron. No se está siendo justo con el pasado cuando esa lógica encubre el hecho de que la dictadura no fue sólo una reacción militar frente a un movimiento armado, sino que fue una operación económica, política y social contra un pueblo sin armas que duró mucho, mucho más que la “guerra interna”. Duró 13 años más que esa guerra. Yo no integro la épica de los tupamaros, pero pertenezco a los miles y miles de militantes sociales y políticos anónimos de este país que tuvimos que sobrevivir en el exilio, en ciudades y pueblos desparramados por el mundo.
Admiro del Presidente que no sea verdugo de sus verdugos; eso lo enaltece. Pero quienes hemos decidido optar por esta vía para cumplir con el compromiso de verdad y justicia tampoco queremos venganza. Venganza no es sinónimo de justicia. Son antónimos.
Mariana Zaffaroni fue capaz estos días de enfrentarse al victimario de sus propios padres y de salir de allí con las manos vacías pero sonriendo igual, para seguir con su vida. Ella tampoco busca venganza; busca saber, busca un posible hermano de su sangre, busca vida.
Estos días, en el medio de la tristeza por la situación que estamos enfrentando, fui a la presentación del libro sobre sus padres porque necesitaba el contacto directo, tocar la materialidad de la dimensión humana que estamos tapando con tanta jurisprudencia. Y me alcanzó su pregunta, la que Mariana dirigió a todos en un correo electrónico en el 2009: "quiero conocer a mis padres, quiero saber sobre sus vidas porque ya se mucho de sus muertes".
Creo que nos debemos un debate. No está en riesgo la gobernabilidad por lo que suceda el 19; que no se haga ilusiones la oposición; pero nos debemos un debate fraterno. Podremos - sin dudas -, como fuerza política de gobierno, encontrar formas de procesar este momento honrando las más altas tradiciones del Frente Amplio. Nos quedan casi cuatro años de compromiso con un proyecto de país que nos requiere unidos y fuerte. Pero sobre todo responsables.
Lic. María Elena Laurnaga Diputada Socialista, Frente Amplio.
1).- Robert Merton elabora la teoría de la profecía autocumplida y dice que ..."La profecía es, en sus comienzos, una definición falsa de una situación que conduce a un nuevo que convierte en ‘verdadera’ la concepción inicialmente falsa. Esta validez engañosa de la profecía autocumplida perpetúa un predominio del error. El profeta citará el desarrollo de los acontecimientos como prueba que desde el principio estaba escrita…”.
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