sábado, 2 de enero de 2010

EL REACCIONARISMO, UNA VARIANTE DE LA PERVERSIDAD

Oscar Amaya Armijo

Debe ser terrible ser reaccionario, estar de espaldas a la historia, ser una entelequia, aún sabiendo, en el fuero interior, que esa actitud es la base de la perversidad.

Cómo será la vida de una persona de pensamiento ultramontano, que se regodea hasta el paroxismo, cuando ve diluirse las utopías que procuran el bien de la humanidad.

El reaccionario es malo por antonomasia. No diré que sus reacciones malvadas sean innatas, pero desde siempre, muestra sus garras contra todo aquello que implique mínimos cambios que beneficien a sus semejantes. Es un egoísta consumado, hará todo lo que esté a su alcance para tomar los objetos deseados para su uso exclusivo, sin importarle daños a terceros.

Desde los albores de la humanidad, con el aparecimiento de la propiedad privada y con ella las clases sociales dominantes y la explotación del hombre, surgió también el reaccionario, oponiéndose a toda posibilidad de transformar lo viejo por lo nuevo. Los reaccionarios son los grandes defensores de la propiedad privada y de sus sistemas políticos de opresión.

Son quienes desde siempre han legitimado los procesos de explotación del hombre en el decurso de la historia. Son los tarifados ideólogos de todas las oligarquías de todos los tiempos.
Han existido en la filosofía, las ciencias sociales, el arte y en las llamadas ciencias fácticas, y desde estas posiciones urdieron teorías falsas para detener las grandes revoluciones científicas, sociales y económicas, solamente para mantener los privilegios de una minoría que ha venido explotando los recursos humanos y naturales del planeta a sus anchas, sin oposición alguna, en detrimento de la humanidad en general.

El reaccionario es un oportunista por excelencia, cuando no puede directamente oponer sus teorías a las nuevas que surgen, entonces trata de tergiversarlas y ponerlas al servicio exclusivo de lo viejo. Eso sucedió, por ejemplo, con el cristianismo, que otrora fuera una doctrina revolucionaria, pero vino el reaccionario y la convirtió en religión universal al servicio de los esclavistas del Imperio Romano, para aplastar ideológicamente a las grandes rebeliones de esclavos. Desde entonces, el cristianismo ha estado al servicio de la perversidad retardataria, salvo las honrosas excepciones.

También, cuando sus teorías son insuficientes para destruir a los nuevos paradigmas, entonces el reaccionario recurre cínicamente a la violencia represiva no solamente para mantener la propiedad privada, sino también las concepciones que la apuntalan. La aplicación de los aparatos de represión estatal combinados con los aparatos de dominación ideológica, constituyen el sumun de la perversidad.

Ha sido en la lucha ideológica, política y social donde los reaccionarios más han arreciado sus agresiones contra todo posible cambio.

Con el advenimiento del capitalismo y con él, el socialismo real como antípoda, los reaccionaros llenaron el planeta de doctrinas y concepciones retardatarias (teorías keynesianas, los Chicagos’ Boys, las teorías liberales y neoliberales, etc.) para oponerlas rabiosamente contra el materialismo histórico y dialéctico, doctrinas revolucionarias impulsadas por el marxismo leninismo.

Los reaccionarios no solamente combatieron el marxismo leninismo, sino que también intentaron convertirlo en una caricatura, pero ante el avance inexorable de los pueblos, y no pudiendo vencerlo, entonces acudieron a la represión a escala mundial. Producto de la paranoia reaccionaria fueron las guerras mundiales de exterminio llevadas a cabo a lo largo del siglo XX.
Los capitalistas y con ellos sus reaccionarios, antepusieron a las democracias socialistas las democracias representativas, como modelo político a seguir y evitar de esta forma los urgentes cambios en la gestión y administración de los Estados.

Con la caída del socialismo, y ganada la guerra fría, el imperialismo se convirtió en capitalismo salvaje, entonces se inventaron las teorías de la globalización, el fin de la historia y la postmodernidad, con el ánimo, también, de remozar el viejo sistema de explotación, que desde su inicios, según el decir de Marx, chorrea sangre.

No obstante lo anterior, los reaccionarios del capitalismo salvaje no ha podido convencer, con sus teorías, a las grandes masas desposeídas del planeta, que la globalización y la democracia representativa, son las panaceas para resolver los grandes problemas que plantea el desarrollo humano.

En realidad, ante el fracaso de la globalización y las democracia representativas, formas de dominio político del imperio, es precisamente en América Latina donde la mayoría de gobiernos, con el apoyo de sus respectivos pueblos, impulsan nuevas relaciones internacionales basadas en la solidaridad y el respeto mutuo, mediante lo organización de bloques como ALBA, CONASUR, entre otros sistemas. En igual sentido, anteponen a la democracia representativa la democracia participativa, modelo incluyente que permite la toma de decisiones colectivas en la resolución de los grandes problemas nacionales y regionales.

Frente a este problema, los reaccionarios, y ante la incapacidad teórica de convencer a las grandes mayorías, y para aplastar los deseos de cambio y modernización, en el marco mismo de la democracia, pretenden imponer en este subcontinente la dictadura militar, las guerras de exterminios, el aislamiento mediático y la represión político militar.

Lo que planea el imperio y las oligarquías locales contra los países de América Latina es una perversidad sórdida y reaccionaria que, por supuesto, encontrará la férrea oposición de las grandes masas populares a nivel continental.

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