jueves, 14 de enero de 2010

Haití: El terremoto, la tragedia del pueblo hermano y los cascos azules

Por: Miguel Lamas

¡Por el envio de ayuda inmediata y masiva al pueblo haitiano!

La tragedia de Haití no es nada más que el terremoto, sino su terrible pobreza, la falta de médicos, enfermeros, material sanitario elemental en los hospitales, de agua y comida. Cualquier país que hubiera sufrido un terremoto de esa magnitud padecería graves daños. Pero Haití es uno de los países más pobres del mundo y los daños son cualitativamente superiores. Decenas de naciones han anunciado ayuda ante la catástrofe. Por supuesto, cualquier ayuda, por pequeña que sea, será bienvenida por el pueblo haitiano.

Pero es necesario recordar que Haití está bajo ocupación militar desde febrero del 2004, cuando los marines yanquis secuestraron al presidente Jean-Bertrand Aristide y lo enviaron al exilio. Es preciso recordar también que Haití, pese a su extrema pobreza, en 1970 se autoabastecía del 90% de los alimentos que consumía, como el arroz y carne de cerdo, pero que este campesinado productor fue arruinado por el arroz enviado desde Estados Unidos y los cerdos fueron exterminados para prevenir una supuesta peste.

Los campesinos se amontonaron en los dantescos cinturones de miseria de Puerto Príncipe adonde la gente como tierra y toma agua altamente contaminada. Hoy Haití debe importar sus alimentos y, en cambio tiene mano de obra barata industrial. Y producen los obreros haitianos, por salarios de hambre y bajo mando de transnacionales, para exportación, textiles y hasta pelotitas de golf.

Hay que echar una mirada a la historia y descubrir que fue el primer país latinoamericano en independizarse en 1804, después de una rebelión de los esclavos negros que expulsaron a los esclavistas franceses después de una guerra sangrienta. La primera vez en la historia que los esclavos pudieron liberarse y construir su propio Estado. Las tropas haitianas fueron parte importante en los combates contra el imperio español por la independencia latinoamericana. Pelearon con heroísmo hasta la última batalla, Ayacucho en 1825. La lucha por romper las cadenas de los esclavos haitianos es también un glorioso capítulo de la lucha mundial de los trabajadores por su emancipación social.

Pero, después de la independencia, las oligarquías latinoamericanas y los esclavistas norteamericanos, le dieron la espalda al Haití de los antiguos esclavos liberados. ¡Haití fue obligado por la fuerza a pagar una monstruosa indemnización a Francia por haberse liberado de los esclavistas!

Haití fue sometido a un régimen de semicolonización, destrucción de su economía y ocupaciones periódicas norteamericanas para imponer a sus dictadores títeres, como los siniestros Duvalier que durante 32 años cometieron uno de los genocidios de mayor magnitud de Latinoamérica. Padre e hijo, Papa-Doc y Baby-Doc, que fueron derrocados por una insurrección popular en 1986.

Tropas latinoamericanas de ocupación

Y ahora continúa ese régimen de ocupación, pero con una importante novedad inventada desde el imperio: la ocupación por tropas de la ONU, mayoritariamente latinoamericanas, entre ellas bolivianos, argentinos, chilenos y varios miles de brasileños. ¿Y qué hacen los “cascos azules”? Reprimen al pueblo, defienden las instalaciones de la ONU, a las multinacionales y a la pequeña minoría de ricos haitianos. Pero nada que permita salir de la miseria. Sólo Cuba dio una ayuda en beneficio del pueblo, que fue enviar médicos y personal de salud.

El “trabajo” de ese ejército invasor no se conoce por su ayuda sino por su violencia. Una de las fechas más señaladas fue el 22 de diciembre de 2006, cuando las fuerzas de MINUSTAH (así se llama la misión de la ONU en Haití) atacaron a balazos una manifestación que pedía el retorno de Aristide, asesinando a 30 personas incluyendo mujeres y niños.

En mayo de 2008, el Congreso de Haití sancionó una ley de aumento del salario mínimo, de dos a cinco dólares diarios. La oligarquía del país presionó al presidente René Garcia Preval para no promulgar la ley ya aprobada por ambas cámaras legislativas, con amenazas de despedir a cerca de 25 mil trabajadores del sector manufacturero. Un grupo de estudiantes universitarios inició una serie de movilizaciones por el derecho de los trabajadores, que fue luego seguida por organizaciones sociales y la ciudadanía. La policía local intervino, con colaboración directa de la MINUSTAH, reprimiendo brutalmente las manifestaciones.

En el mismo año (2008) pero en el mes de junio, tras la muerte de un dirigente político local, centenares de personas acudieron a su entierro. Militares de la MINUSTAH dispararon contra el cortejo fúnebre, del que muchas personas salieron asesinadas y heridas.

El 80% de los 10 millones de haitianos viven en condiciones de extrema pobreza. La mortalidad infantil es de 80 por cada mil nacidos. La esperanza de vida ha bajado a los 49 años. El analfabetismo supera el 70% en las zonas rurales. Agua potable o electricidad son productos de lujo. El 98% de su bosque está desforestado. Sus tierras estériles. La superpoblación y su demanda de leña y madera, así como la explotación del carbón, han provocado la erosión del suelo y la tremenda escasez de agua potable. El 4% de su población, controla el 64% de su riqueza.

Que las transnacionales, la ONU y estados imperiales paguen reconstrucción

El terremoto revela brutalmente el patético abandono y miseria extrema en que vive el pueblo haitiano, una catástrofe que ya viene de hace mucho, a la que se suma la catástrofe del terremoto.

La “ayuda” a Haití que informan van a enviar es una parte insignificante de todo lo que se llevaron de este sufrido país. Hay que reclamar el retiro de las tropas y el envío, pagado por la ONU, que supuestamente “administra” Haití, y los países imperialistas, fundamentalmente Francia y Estados Unidos (que fueron los que esclavizaron a los haitianos y destruyeron su economía), de ayuda real y masiva en trabajadores, personal de salud, comida, materiales de construcción. Hay que apoyar al pueblo haitiano para imponer un impuesto de emergencia a las transnacionales que operan en el país, para que paguen los daños, después de años de llevarse grandes ganancias sin pagar impuestos y abonando salarios míseros.

Hay que exigir a los Estados latinoamericanos que tienen tropas que las reemplacen ya por inmediata ayuda real y que repudien la misión de la ONU que solo sirvió para oprimir al servicio del imperialismo.

¡Un pueblo hermano fue sometido a la total miseria agravada ahora por el terremoto y, mientras tanto, Latinoamérica sigue pagando miles de millones de dólares por la deuda externa a la banca usurera mundial! Por la suspensión inmediata de todos los pagos de la deuda externa latinoamericana para destinar parte importante de esos fondos a la reconstrucción de Haití.

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