miércoles, 5 de octubre de 2011

LA DEUDA

El cambista y su mujer (1539), obra de Marinus van Reymerswaele
Las finanzas forman parte del corazón del capitalismo desde sus comienzos, desde que en Europa imitaron a árabes y chinos haciendo circular las primeras letras de cambio y desde que florecieron las ciudades-Estado del norte de Italia: Florencia, Venecia y Génova. Decía Giovanni Arrighi en El largo siglo XX (1994), siguiendo a Fernand Braudel, que "altas finanzas en su forma capitalista moderna son una invención florentina" aunque "el verdadero lugar de nacimiento del moderno capitalismo financiero en todas sus formas fue la Génova de mediados del siglo XV".
Genóva ""conoce el secreto del régimen capitalista moderno que consiste en "retrasar los pagos o los reembolsos y solapar continuamente estos retrasos unos con otros; de un régimen que colapsaría si todas las cuentas se compensasen simultáneamente" Las finanzas constituyen el hilo conductor que comunica el capitalismo mercantil con el industrial y el financiarizado o cognitivo. Fueron expansiones financieras las que, desde que con las Provincias Unidas se consagró un sistema interestatal, concluyeron la hegemonía de las agencias estatales dominantes (Provincias Unidas, Imperio Británico, Estados Unidos). Y el Estado moderno -capitalista- se fue configurando en relación simbiótica con poderosos financieros (Médici, Fugger, Rotschild).

Por ello no tiene sentido contraponer finanzas y Estado, o la economía "real" o "productiva" frente a la economía "financiera", como si fueran dos sectores económicos diferenciados que compiten entre sí, y menos aún en el capitalismo contemporáneo. Sin crédito, es decir, sin deuda, no puede haber acumulación ni circulación de capital -que es lo que el soberano, Estado o Imperio, garantiza- aunque la relación entre acreedor y deudor ya existiera antes que el capitalismo. Es el crédito lo que hoy permite el comercio y la producción, y se ha desarrollado tanto que ha terminado por penetrar en todas las facetas de nuestras vidas.
La producción y el consumo de bienes esenciales en nuestras sociedades como son la vivienda, el automóvil e incluso buena parte de los alimentos que ingerimos pasa por el crédito. Si partimos de esta constatación lo que consideramos como "especulación" apenas representa una pequeña parte, y no necesariamente la más relevante, de lo que implica la deuda.
La novedad que presenta el neoliberalismo es que va más allá y realmente pone la deuda en el centro del dominio y de la gobernanza de las personas. Es lo que analiza con acierto Maurizio Lazzarato en su último libro, La fabrique de l'homme endetté (Ed. Amsterdam, 2011). Lazzarato prefiere hablar de una economía de la deuda, frente al concepto de financiarización. Continuando con sus análisis previos sobre el neoliberalismo, inspirado en Foucault, Gilles Deleuze y Felix Guattari, Lazaratto destaca que es la producción y el control de la subjetividad humana lo que subyace al proyecto neoliberal.
.La deuda es la herramienta fundamental, porque permite varias cosas.
En primer lugar, facilita la producción de valor y su estimación, cálculo y captura. En segundo lugar, constituye un poderoso mecanismo de redistribución y de transferencia de ingresos, como podemos comprobar desde que estalló la crisis financiera. Y en tercer lugar, y esto es lo más importante, la deuda constituye una relación de poder, transversal a todas las demás relaciones de poder (empresario-trabajador, Estado social-usuario de los servicios públicos, empresa-consumidor, etc.). Esta relación se basa en la producción y en el control de la subjetividad: puedes ser libre solo en la medida en que adoptas un modo de vida compatible con el reembolso de la deuda. Lo cual requiere un "trabajo sobre sí mismo", un trabajo ético-político de constitución del sujeto, muy diferente al que se basa en lo común humano (puede decirse que las finanzas representan, en su abstracción, el común del capital). Su moral es la del miedo y la culpabilidad.
El homo debitum es una persona capaz de prometer y ponerse como garantía del reembolso de la deuda contraída, y su subjetividad debe moldearse con ese fin, con ayuda de psicólogos, sociólogos, expertos en "coaching", etc. Lazzarato cita la Genealogía de la moral de Friedrich Nietzsche:
***"El deudor, para infundir confianza en su promesa de restitución, para dar una garantía de la seriedad y la santidad de su promesa, para imponer dentro de sí a su conciencia la restitución como un deber, como una obligación, empeña al acreedor, en virtud de un contrato, y para el caso de que no pague, otra cosa que todavía «posee», otra cosa sobre la que todavía tiene poder, por ejemplo su cuerpo, o su mujer, o su libertad, o también su vida (o, bajo determinados presupuestos religiosos, incluso su bienaventuranza, la salvación de su alma, y, en última instancia, hasta la paz en el sepulcro (...))"

El trabajador, la trabajadora, se convierte en "empresario de sí mismo", "capital humano" o "capital-competencias", que asume los riesgos y servicios que externalizan tanto el Estado como la empresa. Él o ella contribuye individualmente a su pensión, paga -endeudándose- la educación de sus hijos y paga (el copago no es más que el principio) por los servicios sanitarios. No es que desaparezca el Estado del Bienestar, sino que cambia radicalmente de función. Los derechos sociales se convierten en "deudas sociales" y éstas a su vez en "deudas privadas", y el usuario o beneficiario pasa a convertirse en "deudor" frente al Estado. Por ello este "emprendedor" representa, en el marco de la economía de la deuda, otra forma de proletarización y de servidumbre que en cierto modo recuerda al trabajo forzado por deudas, tanto el que es propio de la era colonial del capitalismo (peonaje, indenture) como el que es generado por las leyes de extranjería
En este contexto la confianza de la que habla Nietzsche -y la prensa económica- no tiene nada que ver con una fuerza generosa hacia los demás, pues se reduce a una confianza en la solvencia del deudor. La promesa de un pago futuro nos remite además a la producción de una temporalidad determinada. Un aspecto esencial de la lógica financiera es la manera que tiene de apelar al futuro, de anticiparlo y de hacerlo presente. Por este motivo "la deuda no es solo un dispositivo económico, es también una técnica de gobierno y de seguridad que se dirige a reducir la incertidumbre de los comportamientos de los gobernados." (...) "[La finanza] encierra los posibles en un marco preestablecido al tiempo que los proyecta en un futuro. Para ella el futuro no es sino una anticipación de la dominación y de la explotación actual. Pero si se sobrepasa un umbral crítico de incertidumbre en cuanto al futuro de sus relaciones de explotación y de dominación, el presente vacío de posibles se hunde. La crisis es entonces una crisis del tiempo y la emergencia de un tiempo de creación política y social, que las finanzas se empeñan en destruir. ¡Nosotros estamos en esta situación! ¡La lógica de la deuda asfixia nuestras posibilidades de acción!"

El "umbral crítico de incertidumbre"  se sobrepasó con la crisis de las subprime estadounidense, con los estallidos de las burbujas inmobiliarias y las sucesivas crisis financieras. A cambio de congelar salarios, negar el derecho a la vivienda y a la educación, y rechazar la mutualización social contra el riesgo (de desempleo, sanitario, pensiones), el neoliberalismo había propuesto créditos al consumo, compra de títulos bursátiles que se revalorizaban con el tiempo, créditos para pagar los estudios, inversión en seguros y fondos de pensiones. Pero ""el sistema de crédito solo funciona en una economía en expansión que se amplía sin cesar a nuevos prestamistas" (Yann Moulier Boutang, "L'abeille et l'économiste", Carnets Nord, 2010), por lo que los Estados promovieron que la banca financiara el acceso de los pobres a la propiedad. De ahí que en Estados Unidos la proporción de propietarios de vivienda (o hipotecados) llegara al 73% en vísperas del crac de 2007-2008. Las finanzas debían resolver la tensión interna que existe entre el trabajador que debe ganar menos y gastar menos en prestaciones sociales y el consumidor que debe comprar cada vez más, asumir individualmente cada vez más riesgos... y especular con los mismos si quiere obtener más ingresos. Por eso tienen parte de razón tanto quienes denuncian a los banqueros como los que hablan de "la parte que nos toca". En cierto modo, son los deudores pobres los que, de forma masiva, colapsaron el sistema. Así pues, como dice Lazzarato, "lo que quebró no es la "especulación", el supuesto desacoplamiento entre las finanzas y la economía real, sino la pretensión de enriquecer a todo el mundo sin tocar el régimen de la propiedad privada".
Al final, solo una minoría de la población se convierte en rentista, mientras la mayoría se enfanga en la deuda, ya sea privada o pública (que afecta incluso a quienes nunca han pedido un crédito al banco)
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http://www.javierortiz.net/voz/samuel/la-deuda

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