Inmutable. La misma expresión hierática en el primer juicio a las Juntas en 1985, y ahora, cuando fue condenado a perpetua. Foto: Cedoc |
La persona que tengo ante mí es uno de los pocos supervivientes –unos cien de entre los 5 mil secuestrados que pasaron por la tétrica Escuela de Mecánica de la Armada– que hoy permanecen refugiados en Madrid. Alguien que conocía a Astiz como quizá sólo las víctimas llegan a calar en sus verdugos.
Otro testimonio –otro superviviente– coincide: “No es un Martín Borman.
Eso sería demasiado fácil”.
Y no es un personaje fácil, no, el teniente de navío Alfredo Astiz. No es un hombre a la manera de Pernía, alias el Rata, que antes de hincarle la picana en la carne a una mujer suplicaba: “Permiso, señora”. Ni a la de Acosta, alias el Tigre, un dandy que se cambiaba de atuendo varias veces al día y disponía de distintos relojes marca Rolex para conjugar con el traje, y que entre dos torturas practicaba la navegación a vela, y que descendía a la cámara de los horrores en chándal, con un whisky en una mano y un lanzagranadas en la otra, y que en plena aplicación del suplicio hacía una pausa para explicar, en su gracioso estilo onomatopéyico –“y entonces el destructor, brrrrrrrummmm, en vez de atracar, encalló, plas, plum, y chim, pom”–, ocurrentes chistes mientras sus víctimas gemían de dolor. Tampoco es como Benasi el minucioso, el concienzudo, que aplicaba el martirio tan prolijamente que más adelante fue enviado a Arabia Saudita para asesorar al rey Jaleb. “Astiz era un oficial típico de la Marina argentina. Si su nombre trascendió fue por haberse visto envuelto en asuntos internacionales.”
Hace casi treinta años, tras la guerra de Malvinas y antes de la vuelta de la democracia, la periodista española Maruja Torres escribió, para el diario “El País” de Madrid, una minuciosa semblanza del entonces teniente de navío Adolfo Ignacio Astiz. Se valió de los testimonios y descripciones de algunos sobrevivientes entre los 5 mil secuestrados que pasaron por la ESMA, quienes retrataron con detalles los entonces poco conocidos métodos de tortura y desaparición de personas. Esta semana se hizo justicia: Astiz pagará con prisión perpetua su papel protagónico en los años más oscuros. Un texto brillante.
http://www.perfil.com/ediciones/2011/10/edicion_621/contenidos/noticia_0067.html
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