jueves, 13 de octubre de 2011

Los encapuchados más peligrosos de la historia

Tenga cuidado con la gente que ve en la tele o en los diarios. Es altamente probable que esté sentado frente a un encapuchado peligroso y dispuesto a todo con tal de conseguir sus metas.

No usan el ritual hatta palestino, la polera enrollada, o el temible gorro pasamontañas, para ocultar sus facciones. Sus antifaces son más sofisticados y los hacen ver como decentes defensores de las personas, respetuosos de los derechos humanos, e incluso de demócratas.
Hay Ministros, sin ir más lejos que sin esa capucha que les cubre el rostro, mostrarían su verdadera cara de fascistas. Otros, que hablan de beneficios y derechos, son ladrones escondidos bajo discretos antifaces. Incluso hay alcaldes, como el de la Comuna de Providencia que parece un gordito chambón, pero ese disfraz encubre a un peligroso agente de la policía secreta del dictador. Cuidado.
Ex Ministros del dictador que antes ladraban sus discursos terroristas para contener la avalancha que finalmente los destituyó, hoy hacen llorar de emoción a las tiernas abuelitas que reciben de sus manos las dádivas gentiles en las campañas electorales.

Los Jóvenes de Chacarillas, que al estilo de los Fasci italiani di combattimento subieron el cerro para jurar su eterna gratitud al Big Boss, hoy usan ternos Armani, hablan con suavidad, posan de demócratas y ajustan sus rasgos a los tiempos actuales.
Los medios de uniformados de comunicación han logrado crear al “ultrón”, una categoría más picante que el ultra a secas, como el enemigo del orden, de la propiedad privada y el sentido común. Se viste de negro, utiliza una sospechosa mochila, zapatillas con mucho carrete, y alguna prenda que le cubre el rostro. Se especializa en el saqueo, en romper semáforos, agredir a las personas y arrasar con todo lo quebrable.
Cómo cambian los tiempos. Hará no muchos años, los saqueadores, agresores y criminales, se vestían con ropas de combate y usaban medios algo más eficientes para arrasar con todo lo que había, comenzando por el palacio de La Moneda. Les siguió en esa epopeya, todo aquel que haya acompañado de hecho o por la vía de la adscripción al presidente salvador Allende, y luego, business are business, se quedaron con todo lo de valor, como buenos soldados de fortuna.
La versión civil de esa horda se encargó de entrar a saco a las empresas del Estado y por el arte del birlibirloque, se las dejaron para ellos, hasta estos días. No se les escapó a esa turba de ladrones, nada que no pudieran llevarse para sus madrigueras de La Dehesa y Lo Curro.
Fue poco después cuando esos saqueadores comenzaron su repliegue mediante el uso adecuado de otras caras provistas por audaces capuchas, antifaces, disfraces, máscaras y pasamontañas que los hicieron pasar sin contratiempos desde la dictadura, a la democracia..
De esa manera, al decir de los jóvenes, pasaron piola durante los últimos veinte años. Así, no fue posible descubrir que tras la inocente cara de un Diputado o de un Senador, se escondía un sinvergüenza de siete suelas, o un autor, cómplice o encubridor de la más sanguinaria represión del último siglo.
Y que detrás de la apariencia bonachona, careta mediante, de un gran empresario, se ocultaba convenientemente un instigador, financista y promotor del golpe de Estado. Ladrones de gran monta que saquearon el país, y que con el paso de los años perfeccionaron sus ambiciones al extremo de repartirse casi todo lo que hay entre apena un puñado, lucen como tiernos hombros de pro, que financian fundaciones dedicadas a la defensa de la paz, la seguridad y las buenas costumbres, para el efecto de que sirvan como apropiadas y contemporáneas máscaras.
Más de la mitad de los congresistas usan su caperuzo. La totalidad del Gabinete usa antifaz y el mismo presidente se esconde debajo de una pátina que modifica sus rasgos reales y lo muestra como una buena persona preocupada de sus semejantes.
Notable el avance de las técnicas de enmascaramiento que logra ocultar pasados abyectos a frescos de antología, y que pudo engañar a personas que deberían haber tener tenido cierta capacidad para su detección.
Durante los veinte años de los gobiernos de la Concertación, la audacia de estos encapuchados los hizo no sólo pasar inadvertidos, sino que escalando con una facilidad digna de encomio por las empinadas laderas del poder. De todo el poder, de la suma de éstos sin que nadie repara en esos arrestos camaleónicos.
Hace bien el gobierno con dar un primer paso para sancionar a los encapuchados, saqueadores y violentistas. Deja el camino abierto para que las autoridades que alguna vez se elegirán de manera democrática, no como ahora, puedan tomar de ahí los fundamentos legales, hermenéuticos y jurisprudenciales, para redactar una ley que sancione de una vez por todas a quienes bombardearon La Moneda, saquearon las propiedades del Estado, y abusaron de las personas, a muchas de ellas mediante la tortura, y a más de tres mil, por el frío expediente del asesinato.
ElClarin.cl

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