Jueves 15 de marzo de 2012 por CEPRID
Alberto Cruz CEPRID Palestina está en un punto crucial para su existencia como Estado. La lucha por el poder en Hamás está poniendo a la organización islamista en una disyuntiva crucial puesto que en función de quién se haga finalmente con el control dependerá, ni más ni menos, el futuro de Palestina como Estado independiente con un mínimo de viavlidad
El mini-Estado palestino de Gaza y los bantustanes de Cisjordania se vislumbra como algo inamovible cada vez con una nitidez mayor. En ello tiene mucho que ver el proceso de revueltas en el mundo árabe y cómo Arabia Saudita y su satélite qatarí están cooptando dirigentes y comprando voluntades. También en Palestina. Del impulso inicial en Túnez y en Egipto ya no queda casi nada en el primer país y se continúa luchando con mucha dificultad en el segundo en una cada vez más clara lucha de clases en donde los islamistas –ganadores en las elecciones- se han aliado con la Junta Militar y la élite económica que apoyaba a Mubarak. Por lo que respecta a Palestina, ¿alguien se acuerda de la fanfarria organizada el año pasado al calor de la pretensión de la Autoridad de Ramala de solicitar el reconocimiento como Estado tanto en el Consejo de Seguridad como en la Asamblea General de la ONU? A esta pregunta, un simple recordatorio, hay que añadir otra de mayor calado: ¿cómo es posible que la Liga Árabe esté tan dispuesta a utilizar la herramienta de la ONU en su doble vertiente, jurídica y moral, para lograr un cambio de gobierno en Siria y no haya dado un paso similar en lo que respecta al reconocimiento de Palestina?
Hay dos respuestas a esta pregunta. La primera, es que la Liga Árabe presionó en bloque a Mahmoud Abbas para que no hiciese efectiva su pretensión para no dañar la reputación de sus aliados occidentales al verse obligados a vetar el estado palestino (1). Cuando se iniciaba la campaña de agresión externa contra Siria (octubre de 2011), a las monarquías árabes del Golfo no les interesaba que Occidente apareciese como el malo de la película vetando a los palestinos, papel que ahora cumplen Rusia y China por haber ejercido el veto en Siria. La segunda respuesta está principalmente en el interior de Hamás, que el próximo verano renovará su Buró Político. Los movimientos internos para este evento son notorios.
En el año transcurrido desde el comienzo de las revueltas en Túnez, Hamás ha ido evolucionando cada vez más hasta transformarse casi en una sucursal palestina de los Hermanos Musulmanes de Egipto. La evolución comenzó en el exilio y se aceleró en el mes de noviembre de 2011. Jaled Meshal, el principal dirigente, fue el impulsor del acuerdo de unidad con Abbas –lo que conlleva el desmantelamiento progresivo del gobierno de Gaza, algo que no ha gustado mucho en la Franja- y el primero en hablar de un cambio de estrategia de la lucha ramada a la resistencia no violenta contra Israel bajo una serie de condiciones. Casi de inmediato inició una gira por los diferentes países árabes con la esperanza de forjar nuevas alianzas para el movimiento islamista, hasta entonces rechazado y estigmatizado como una rama pro-iraní. Su retórica anti-israelí bajó el tono de forma muy notable, manteniéndose sólo el viejo espíritu de resistencia en Gaza. El primer ministro y principal dirigente en la Franja, Ismail Haniye, llegó a criticar esa moderación y a exigir “modificaciones sustanciales” en el acuerdo con Fatah, especialmente en el control exclusivo de la seguridad en la Franja y en tener una especie de “derecho de veto” sobre los ministros del nuevo gobierno “tecnócrata” de unidad.
Pero también en la Franja se comenzaba a observar con todo detenimiento la transformación en términos de relaciones de poder en el mundo árabe. El auge de las fuerzas islamistas en Túnez y Egipto –junto a Marruecos, aunque aquí en menor medida- y el precario equilibrio político de la zona, con Siria inexistente en el plano externo dado que se tiene que centrar en la revuelta interna, está haciendo que la balanza de la organización se esté inclinando hacia el sector del exilio. Se comenzó a hablar de un cambio de sede de la organización, de Damasco a un lugar no definido aún (aunque Qatar ha ofrecido Doha como nueva sede), al tiempo que muchos de esos dirigentes del exilio se reacomodaban en otros países fuera de Siria (Egipto y Jordania, principalmente). Este cambio parece que ya está decidido, lo que otorga un serio golpe al gobierno de Siria en unos momentos claves.
Sin embargo, y aunque parece que los dos sectores se están poniendo de acuerdo –las iniciales críticas de Haniye al acuerdo con Fatah se han atemperado-, la lucha por el poder está lejos de haber terminado. Haniye está haciendo claras concesiones. Por ejemplo, cuando el último viernes de febrero Haniye pronunció un discurso en la influyente mezquita de Al-Azhar, en El Cairo, afirmando textualmente que saludaba “a todas las naciones de la primavera árabe y al heroico pueblo de Siria que se esfuerza por la libertad, la democracia y la reforma”, provocando un inmediato clamor contra Irán y Hizbulá, si hay que hacer caso a las crónicas (2). Hasta ese momento, Haniye había sido muy cauto a la hora de referirse a Siria. Y las consignas anti-iraníes hay que interpretarlas como una crítica velada de los fieles a su viaje a Teherán. Su presencia en la mezquita cairota se produjo justo al regreso de ese viaje. En la Franja no sentó nada bien ese discurso. Mahmoud Zahar, otro alto dirigente de Hamás, –por cierto, enfrentado históricamente a Meshal-, recordaba el papel de Irán en el apoyo y solidaridad a Hamás en los cinco años que lleva en el gobierno de la Franja y manifestaba que la organización no iba a mantenerse al margen en “una guerra sionista contra Irán” (3), lo que provocó un importante revuelo en el mundo árabe y en Israel, revuelo rápidamente aplacado con la declaración de otro dirigente, Salah Baldawil, matizando que la postura de la organización era que “Irán no necesita a Hamás para responder si es atacado debido a que tiene potencial y capacidades para hacerlo por sí mismo” (4).
Tal vez esto explique el por qué la Yihad Islámica, en Gaza, se está distanciando cada vez con mayor claridad de Hamás no sólo en la política palestina, anunciando que no tiene la menor intención de integrarse en una OLP refundada –uno de los aspectos que se incluyen en el acuerdo entre Hamás y Fatah-, sino en la política exterior. Su principal dirigente, Abdulá Ramazan, ha viajado recientemente a Teherán y condenado la injerencia extranjera en Siria.
Así que en Hamás se manifiestan con claridad dos posturas, lo que evidencia una lucha por el poder de incierto resultado. Por el momento, si bien parece que el sector del exilio lleva la delantera los movimientos de los dirigentes de Gaza indican que se puede llegar a un equilibrio de posturas. Por ejemplo, el hecho de que Haniye, en su discurso de El Cairo, no se desmarcase expresamente de la oposición siria respaldada por Occidente pone de manifiesto que Hamás está dispuesta a corto-medio plazo a soltar amarras con sus anteriores valedores y aliados y volverse hacia los regímenes reaccionarios del Golfo y los nuevos gobiernos islamistas de Egipto y Túnez, que se han convertido ya en sendos satélites del Golfo. Por eso la elección del nuevo Buró Político este verano será crucial para el devenir de la organización y, a la postre, para el futuro de Palestina.
Satisfacción por el giro
La satisfacción con que se han acogido en Occidente estos movimientos de Hamás es evidente. Si bien aún hay divergencias en cuanto a la participación de Hamás en el gobierno de unidad, así sea de forma indirecta, hay unanimidad a la hora de valorar el discurso de Haniye en El Cairo, por dar un dato: “La elección de El Cairo para estas declaraciones es un fuerte indicio de que Hamás está dispuesto a romper con sus viejas lealtades y sugiere que al líder de Hamás se le han dado garantías de asistencia [financiera] y tal vez promesas de un futuro diplomático en Egipto si rompía con sus benefactores” (5). Y no digamos en Israel: “Hamás debilita el eje anti-israelí” (6).
Es muy probable que a Hamás se le haya ofrecido un reconocimiento político, así como financiación, si rompe con sus valedores tradicionales –Siria e Irán-, en el reciente periplo que sus dos principales dirigentes, Meshal y Haniye, han realizado por países como Túnez, Turquía, Egipto, Jordania, Bahrein, Kuwait y Qatar. Pero esa gira se ha hecho por separado, en lo que ha dado la impresión de que cada sector buscaba un apoyo específico a su posición.
Algo ya se ha concretado con Qatar, que ha patrocinado el acuerdo de reconciliación con Fatah (firmado entre ambas organizaciones el 6 de febrero en Doha) y, en paralelo a la firma, el emirato qatarí ha ofrecido un paquete de ayuda de 250 millones de dólares para la reconstrucción de la Franja. El acuerdo fue suscrito por Abbas y Meshal, estando ausente Haniye, por lo que la ayuda a Gaza ofrecida por Qatar sirve para apuntalar claramente al sector de Meshal. Por cierto, Qatar tiene estrechos lazos diplomáticos y económicos “semioficiales” con Israel, aunque no mantiene relaciones diplomáticas plenas y no le ha reconocido formalmente como Estado. En un movimiento calculado, Haniye visitó Irán una semana más tarde de esta firma, el 12 de febrero, y se reunió con el ayatolá Jamenei, el líder supremo iraní, dando a entender que el estado islámico sigue siendo un gran amigo de los palestinos.
No obstante todo esto, lo cierto es que desde la firma del acuerdo de unidad Hamás ha rebajado sustancialmente el tono contra Israel, ha apoyado tácitamente la represión ejercida por la monarquía de Bahrein contra su población, mayoritariamente shií, y se está distanciando de Siria como lo pone de manifiesto su cambio de sede. Bien es verdad que Hamás no ha dicho que reconoce al Estado de Israel, pero es el siguiente paso. No obstante, el equilibrio de poder en Gaza hace que no sólo se hagan declaraciones contradictorias sobre Irán como las reflejadas más arriba, sino que aún no se haya llegado a un consenso sobre una hipotética visita de Abbas a la Franja.
Para llegar hasta aquí, Hamás ha quemado rápidamente muchas etapas. Una de ellas ha sido el acuerdo de reconciliación con Fatah. Otra, la soterrada –pero cada vez más extendida- opinión de que hay que abandonar la lucha armada contra Israel. La tercera, que no hay otra opción que apoyar la solución de dos estados y apoyar las fronteras de 1967. Es decir, se cumplen prácticamente todas las exigencias de los regímenes reaccionarios del Golfo y de Occidente para reconocer a la organización islamista.
De hecho, Hamás ya ha lanzado como globo sonda entre su gente que está dispuesta a aceptar el Plan de Paz adoptado por la Liga Árabe, a instancias de Arabia Saudita, en 2002 en el que se renuncia en la práctica al derecho al retorno de los refugiados. La versión de Hamás, ahora, es que este aspecto debe resolverse “de manera equitativa”. Lo que signifique esta expresión está aún por aclarar.
Todo ello hace que sean numerosos los analistas árabes que se preguntan si Hamás no estará recorriendo el mismo camino que Arafat hace 20 años. La reputación de Hamás entre los palestinos se ha mantenido gracias a un cuidadoso equilibrio entre la habilidad política –con una cierta intransigencia- y los principios ideológicos asentados en la religión. Ahora está predominando lo segundo sobre lo primero alineándose con los islamistas triunfantes. Estos movimientos, que llegan hasta el reconocimiento de haber mantenido contactos “informales” con EEUU ya en el año 2011, indican que Hamás está cambiando. O si no se es tan mal pensado, que está capeando el temporal geopolítico. En cualquier caso hay un hecho incuestionable: para bien o para mal, Hamás ya ha roto su aislamiento dentro del mundo árabe y de ello dependerá el futuro de Palestina. Veremos si estos movimientos para colocarse en la cresta de la ola islamista le sirven para volver a ganar las elecciones, como ya ocurrió en las de 2006, y si se conforma con el mini Estado que patrocinan tanto las monarquías del Golfo como Occidente.
Notas:
(1) Alberto Cruz, “Votar por Palestina para aislar a Irán; el juego saudita en el mundo árabe” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1270
(2) The Telegraph, 26 de febrero de 2012.
(3) Haaretz, 7 de marzo de 2012.
(4) Al-Quds Al-Arabi, 7 de marzo de 2012.
(5) The Global Post, 26 de febrero de 2012.
(6) Haaretz, 26 de febrero de 2012.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su último libro es “La violencia política en la India. Más allá del mito de Gandhi””, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a libros@lacaida.info o bien a ceprid@nodo50.org
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