Erick Holder |
Desde el lunes 5 de marzo, los Estados Unidos son un Estado asesino. Lo reconoció oficialmente Eric Holder, secretario de Justicia de ese país, en el discurso que pronunció en la Universidad de Northwestern (California), donde enunció la Doctrina Obama.
Según ella, “los Estados Unidos se reservan el derecho de eliminar físicamente a cualquiera, por muy compatriota que sea, que suponga un riesgo grave para la seguridad nacional y no pueda ser detenido y presentado ante un juez”. (Los jueces existentes, que según esa perversa doctrina tienen jurisdicción sobre el mundo entero, son los sicarios de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), que ya venían ejerciendo de verdugos desde la caída de las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001).
Por eso, no es exagerado afirmar, como lo han hecho las organizaciones estadounidenses defensoras de los derechos humanos, que Obama no ha hecho más que dar una vuelta de tuerca a la guerra clandestina mundial lanzada por George W. Bush luego de aquel criminal atentado.
Las organizaciones no gubernamentales expresaron su condena al asesinato de Anuar al Aulaki –ciudadano estadounidense convertido al Islam y refugiado en Yemen para huir de la CIA y la Oficina Federal de Investigaciones de los Estados Unidos (FBI)–, quien desplegaba una intensa campaña en contra de las políticas represivas de Bush y Obama.
Los “asesinatos selectivos” (similares a los que ejecutan Israel y Rusia como política de Estado) se incorporaron a la política exterior de los Estados Unidos desde aquel 11 de septiembre y alcanzaron su más deleznable bajeza cuando Obama y su entorno se ofrendaron, como privilegiado espectáculo, el asesinato de Osama Bin Laden (2 de mayo de 2011), emitido en directo desde Pakistán por un comando estadounidense.
Ya es difícil conjeturar hasta dónde llegará la regresión de Obama, desde aquel joven que, utilizando con sagacidad Internet, se presentaba como el heraldo de un tiempo justo en la historia de su país y, por extensión, del mundo entero.
Desde la renegación de su juramento (electoralista) de cerrar la infame cárcel de Guantánamo hasta su fracaso en crear un sistema nacional de salud que no admitiese marginación alguna (merced a “su reforma”, hoy son más de 30 millones las personas que no pueden acceder a los servicios médicos), lo suyo es un extenso rosario de claudicaciones, mentiras y renegaciones.
Pese a ello, tres factores trabajan en favor de su reelección: la recuperación de la economía de la superpotencia, no por su impulso sino porque su país posee una reserva de economistas dotados de un infrecuente sentido común; la fascistización de los halcones del Partido Republicano; y la adicción de su pueblo al espíritu de “frontera”, que transforma al crimen vindicativo en un recurso virtuoso de la justicia.
Fuente: Editorial de La Voz.com.ar
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