Hace más de un año, Edwin vio que en el país se gestaban cambios sociales, por eso decidió regresar, entonces se enamoró de Wendy Dávila, con quien compartiría luchas e ideales para sacar procurar una Patria. Sin embargo, la dictadura les arrebató la vida que planearon.
Dominique Galeano / EL LIBERTADOR
Tegucigalpa. Empacó lo necesario y salió del país en busca de mejores oportunidades de trabajo. Tras nueve años de laborar como supervisor de una compañía de construcción en Estados Unidos, Edwin Espinal (de 33 años) observó que algo cambiaba en Honduras: “Vi cómo el Presidente Manuel Zelaya trabajaba muy bien por el país, eso me hizo tener esperanza que íbamos a tener un buen futuro”, recuerda.
Por eso, hace año y medio decidió regresar al país y fundar una una pequeña empresa de transportes de carga. Fue entonces que conoció a Wendy Elizabeth Ávila, originaria de Tocoa, Colón, quien tenía más de cinco años de vivir en la capital, donde era estudiante de Derecho en la Universidad Tecnológica de Honduras (UTH): “La primera vez que vi a Wendy fue en la UTH. Lo que más me gustó de ella es que era una persona con ideales y no era materialista, al contrario, era muy humanista”.
Meses después de iniciar un noviazgo, la pareja decidió vivir en unión libre. “Aún no nos habíamos casado ni teníamos hijos, porque primero queríamos luchar para planificar bien nuestro futuro”, sostiene Espinal.
Después del golpe de Estado, ejecutado el 28 de junio de 2009, algo les unió más: El deseo de ver un nuevo país, con igualdad de oportunidades para los hondureños, “por eso nos incorporamos a la resistencia popular”.
SIEMPRE CON LA RESISTENCIA
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