domingo, 3 de enero de 2010

Por Los Cinco - Gonzalo Abella

Todo lo que hagamos por los Cinco Héroes será menor que la deuda que tenemos con ellos y con lo que ellos representan. Por eso no quiero detenerme en los aspectos muy positivos de esta campaña, sus aciertos internacionales, sino en todo lo que a mi juicio puede incentivarla y hacerla aún más eficiente.
Hay un amplio sector de la opinión pública internacional que es sensible ante el tema de Derechos Humanos pero que no comprende el papel esencial de Cuba en la coyuntura actual. Desde su punto de vista, los Cinco Héroes integran una lista dolorosamente extensa junto a los mapuches torturados en Chile, los presos políticos en Perú y Colombia, el criminal proceso contra los luchadores vascos, los presos de Guantánamo, la represión contra el pueblo palestino, etc. Y es correcto: todos los combatientes presos nos duelen. Pero ellos piensan que son tantas las violaciones a los derechos humanos en el planeta que no hay fuerzas para luchar por cada caso por separado.
En realidad la libertad de cada luchador social es una victoria de todos y un paso a la libertad de todos. Apuntar primero y con todas las fuerzas hacia aquellas causas que pueden lograr éxitos más cercanos es fundamental en la lucha por todos. Y la causa por la libertad de los Cinco avanza en la conciencia del planeta y comienza a ganar espacios en la opinión pública norteamericana. La liberación de los Cinco es mucho más posible de lo que la prensa de derecha nos dice para desmoralizarnos.
Pero este importante argumento no es el esencial. La principal razón para centrar nuestras fuerzas en la libertad de los Cinco (sin abandonar, claro, las otras causas populares) es lo que ellos representan. Debemos conocer la endeble acusación contra ellos, conocer las arbitrariedades del juicio, desenmascara el odio contra los procesos de autodeterminación de los pueblos, que le hace violar al Estado Norteamericano su propia legalidad. Obtener la libertad de los Cinco sería un golpe a la arbitrariedad en el escenario central de la confrontación de la época. Una ola de entusiasmo recorrería el continente. En primer lugar el pueblo de Cuba merece esa alegría.
En la campaña hemos visto el rostro heroico de sus familiares. Su inagotable peregrinación hizo que muchos de nosotros los conociéramos personalmente y somos testigos de su coraje y determinación.
Pero no se ha mostrado (en la campaña) lo suficiente el sistemático proceso de crímenes de Estados Unidos contra Cuba, su criminal refinamiento, su combinación de la violencia abierta y del sabotaje encubierto, proceso que Cuba ha sufrido ininterrumpidamente durante cincuenta años. Este proceso obliga al Estado Cubano, en su defensa consecuente de la paz, a tener ojos y oídos alertas ante el terrorismo que el territorio norteamericano ampara y alimenta. No se ha comprendido cabalmente que en el caso de los Cinco no se trata de acciones de la contrainteligencia cubana para protegerse de los Estados Unidos (lo cual estaría sobradamente justificado) sino acciones de vigilancia contra terroristas de origen cubano que operan violando la propia legalidad norteamericana, y que la “Justicia” ha penalizado a los denunciantes protegiendo a los justificadamente denunciados
No significa que todo esto no se haya dicho. Pero no lo suficiente. Además se han dado por obvios algunos factores que la gran prensa se encarga cada día de hacernos olvidar o relativizar. El dolor de los familiares, su inmensa dignidad, son factores importantes de la campaña; pero debe aparecer más el crimen de Barbados, el dengue hemorrágico, la peste porcina, los sabotajes y los crímenes sistemáticos, desde el Escambray y la Sierra de los Órganos hasta los atentados brutales contra centros infantiles. Dar imagen, dar rostro al dolor, a los impactos de esta campaña criminal cincuentenaria sobre el pueblo de Cuba , no es morboso; en este caso es necesario.

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