Matilde Sosa / Miradas al Sur
Soplan vientos de guerra en América Latina”, afirmaba Hugo Chávez a Miradas al Sur hace un año. Desde entonces, hasta hoy ese pronóstico se mantiene en latencia. Más y nuevos vientos en la región: los de guerra erosionan a los de cambio. La amenaza juega su perversa proporcionalidad con formas de hacer las guerras, que también están cambiando, pero buscan consolidarla como un fin en sí mismo, como un producto empresarial, cuyos beneficios resultan incalculables.
El experto Darío Azzellini, en su libro El Negocio de la Guerra, afirma que la guerra está integrada a la economía de mercado.
Antes del ataque a Irak la mayoría de los negocios de ese país eran con países europeos, ahora son con Estados Unidos. Se obliga a los países, por vía de la presión militar, a ser socios de Estados Unidos. Y al mismo tiempo, puertas adentro, se desarrolló una especie de keynesianismo militar, es decir, es la gran maquinaria de la producción bélica, permitiendo que no haya quebrado. Pero esas armas hay que usarlas, si no, no se las puede seguir produciendo eternamente.
¿Cómo analiza la crisis entre Colombia y Venezuela?
Forma parte de lo que considero las “nuevas guerras”, el objetivo es someter a América latina otra vez a los intereses del imperio, ya que se le ha salido demasiado de su control. Álvaro Uribe es un títere en todo eso, hace lo que la línea guerrerista de Estados Unidos le dicta. En 1991 la inteligencia de Estados Unidos tenía a Uribe como número 82 entre los 100 narcotraficantes más importantes de Colombia, eso se puede leer en un informe desclasificado por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Pero, sin embargo, desde la globalización mediática el malo de la película es Chávez, la propaganda es uno de los elementos más importantes de las nuevas guerras.
¿Sitúa en Colombia esa relación guerra-negocio?
Durante los últimos 20 años, el pasaje de la agricultura pequeña y mediana a la agroindustria se hizo con una guerra. Porque ésa es la razón que se esgrime para expropiar a millones de campesinos de sus tierras y hacer una reforma agraria al revés.
¿Cómo?
Terratenientes y paramilitares se apropiaron de seis millones de hectáreas de tierra, y lo que garantiza las ganancias en Colombia es el aniquilamiento de cualquier oposición política, social, cultural, étnica. Sigue siendo el país con más asesinatos de sindicalistas en el mundo. Eso mantiene los salarios a nivel competitivo. Es uno de los países con más desigualdad en toda América latina. Las ganancias de la agroindustria, minería, despojo de biodiversidad, etcétera, son garantizadas con el desplazamiento de más de 4,5 millones de personas. Es el país en el mundo que más desplazados tiene. Uribe organizó un gran espectáculo y supuestamente desmovilizó a 31.500 paramilitares. Lo raro es que cuando empezó solo existían 13.500 paramilitares.
¿Para qué?
La extradición de los jefes paramilitares a Estados Unidos fue un premio para ellos y un seguro para el gobierno y las elites colombianas, allá sólo serán juzgados por narcotráfico y, colaborando, saldrán pronto. Mientras se evitaron los juicios por masacres y el asesinato de 100 mil a 300 mil personas. Los responsables intelectuales permanecen sin castigo. En Colombia los paramilitares llegaron a construir hornos para incinerar a sus víctimas, ya que eran demasiadas. Se siguen descubriendo fosas comunes, como la semana pasada, con 2.000 cadáveres, victimas de masacres paramilitares y del ejército. Una maniobra para premiar a los asesinos fieles y legalizar el robo y despojo cometido para inyectar todo eso otra vez a un circuito económico legal.
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