Hoy día se nos quiere hacer creer que la política es economía (todos los grandes debates parlamentarios están basados en el PIB, la deuda, la inflación, el déficit y demás) cuando en realidad la economía es una forma de política. Se orienta en una u otra dirección en función de una determinada política e ideología.
La crisis de Grecia (y la del resto de PIGS: Portugal, Italia, España, y añadamos a Irlanda) se nos cuenta en una versión investida de verdad absoluta. No hay alternativa. Más recortes o más recortes, no hay otra. Sin embargo, esta solución oficial (validada, impuesta y publicitada por el FMI y la UE) no deja de ser una opción política. Exprimir a los trabajadores (también a los funcionarios) hasta donde haga falta a través de nuevos rescates que empobrecen cada vez más a la población, que de esta forma hipoteca su futuro de las próximas décadas a tener que trabajar solo para pagar parte de las deudas sucesivas a las que se ha esclavizado.
Esta es la solución impuesta por los grandes bancos alemanes y franceses, principales acreedores de la deuda griega.
Vale, están en su derecho. Este es su negocio, ¿no es verdad?
Pero ha habido otros casos que no se han planteado ni resuelto igual.
La deuda externa de los países pobres creció de tal modo durante los años 70 y 80 que generó un movimiento internacional en defensa de la condonación de la deuda como única salida al empobrecimiento cada vez mayor de estos países. Sin embargo la situación apenas ha cambiado.
Donde sí cambió fue en Alemania en 1953. El acuerdo de Londres (al que se llegó tras medio año de discusiones) las potencias aliadas, en especial EEUU, Francia y Gran Bretaña acordaron condonar más de la mitad de la deuda alemana a bancos de estos países durante décadas, cobrando el resto a un interés especialmente bajo. El motivo político: estimular la recuperación económica de Alemania, incorporando a esta potencia al nuevo orden mundial.
Islandia ha optado por rebelarse contra la exigencia de devolver una deuda que llevó al país a la bancarrota. La revuelta pacífica popular tumbó al gobierno, llevó a gobernantes y banqueros a la justicia, nacionalizó los bancos y ahora reescribe la Constitución de forma colaborativa vía redes sociales. Por supuesto, los analistas consideran ilegal y peligrosa esta iniciativa por cuanto se aparta de las normas del mercado financiero internacional castigando de forma unilateral a los grandes bancos (británicos y holandeses en este caso) acreedores.
Tres soluciones (una sin desarrollar, otra ejecutada desde arriba y una tercera resuelta desde abajo) que nada tienen que ver con la monocorde letanía del FMI y la Unión Europea.
Es más, ¿puede declararse en suspensión de pagos un país como lo hace cualquier gran empresa, cuando está al borde del colapso económico y es incapaz de hacer frente a sus pagos, como es el caso de Grecia?
No hay debate sobre esto porque vivimos en una dictadura financiera, la de los mercados secundados por las agencias de calificación y los partidos y los medios a su servicio, replicando su ortodoxia de forma casi mecánica.
Hoy Obama propone subir los impuestos a los más ricos y las petroleras. Veremos cuántas semanas tarda en desdecirse u olvidarse del proyecto.
Fuente: despuesdeg
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