ENCONTRAR A SUPUESTOS "INSURGENTES" SERÁ TAREA IMPOSIBLE
El Norte sigue su vida, a pesar de la pobreza en que vive. Los horqueteños están más preocupados por su aniversario que por el EPP.
Horqueta es hoy un núcleo urbano que no termina de crecer. Sus calles asfaltadas se mezclan con caminos de tierra colorada que deja su marca indeleble en esas casitas pintadas a la cal. Fuera de los horarios de los noticieros de televisión, los horqueteños no se preocupan mucho por lo que ellos mismos llaman "el mito del EPP". Con excepción de los noticieros, porque es entonces en donde surge todo tipo de ironías, muy paraguayas, y en guaraní y que hacen alusión un supuesto "EPP'i": Ejército del Pueblo Paraguayo Invisible. "Los fiscales, los polícias, los militaes, los estancieros saban en donde está: solo nosotros no les vemos todavía", dicen en medio de risas.
El Norte es así de increíble, así de irreverente. Tantos años de marginación los llevó a tomar la vida con soda, a pesar de ciertos informes periodísticos que los condenan como “la tierra del EPP” o “los cómplices del EPP”, según ciertos cronistas asuncenos. “Nos duele que nos traten como a delincuentes: Nosotros no somos bandidos”, sostiene don Herminio Figueredo, autodenominado “horqueteño de pura cepa”.
La misma noche en que se decretaba Estado de Excepción en todo el Norte, se realizó la elección de Miss Horqueta” en un karaoke local. Y se llenó de gente. Cuando empezaron a llegar los militares, armados como para la guerra, muchos recién ahí se enteraron de lo que significaba la condición de pérdida de sus derechos. Y eso les molestó: “A esta zona nunca se le prestó atención, y cuando lo hacen, traen militares y policías para reprimirnos”, dijo el pa’i Pablito Cáceres, párroco de la Catedral de Concepción.
HASTA LOS DIENTES
Toda esta historia empezó hace un año, cuando Carmen Villalba, condenada por secuestro, llamó a una “rueda de prensa” desde el penal del Buen Pastor para reivindicar la existencia de un hasta entonces desconocido “Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP)”. Dijo que fueron ellos, los del EPP, quienes quemaron un puesto militar en Tacuatí, en diciembre del 2008. Villalba nunca más pudo hablar con periodistas.
El EPP pasó a ser parte del imaginario popular, primero, y luego una especie de mito, como el Pombero, para los norteños: todo el mundo hablaba de los supuestos insurgentes, pero nunca nadie los vio. “El caldo de cultivo del EPP es la pobreza”, dijo a La Nación el presidente de la Asociación Rural del Paraguay (ARP) Regional Concepción, Jimmy Galeano. Esto pasa en Concepción.
El pasado miércoles 21 de abril, las radios locales estallaron con una “bomba”: habían asesinado a cuatro hombres en un supuesto enfrentamiento, uno de los cuales era el capataz de la estancia Santa Adelia, propiedad de un empresario brasileño, Jorge Luiz Zannetti, quien vive en el Brasil. La llegada de 3.000 militares a la región solo intensificó los controles ruteros y algunas incursiones en bosques de la zona Norte. “Los únicos que están muy inquietos -decía un comerciante concepcionero- son los narcos, que no podrán moverse, por ahora”.
Según Asunción Duarte, ex presidente de la Organización Campesina del Norte (OCN), versiones de vecinos a la estancia de Zannetti sostienen que el ex capataz de Santa Adelia -un brasileño despedido por vínculos con supuestos abigeos- habría sido el autor del cuádruple crimen, en donde también murió un suboficial de la Policía Nacional. En estos casos, ningún dato puede pasarse por alto, pero los investigadores no analizaron esta hipótesis: ellos solo apuntan a un EPP demasiado invisible, hasta ahora. Hoy, lo único que les saca el sueño a los horqueteños es si el “Estado de Excepción” les permitirá festejar su aniversario el próximo lunes 10. Después, duermen tranquilos.
UN POLICIAL ENTRETENIDO
POR M. RUBEN VELÁZQUEZ
“Buscando al EPP” podría llamarse esta película, mezcla de ficción y realismo trágico, sin final feliz en perspectiva. La historia (o debería decir histeria) gira en torno a fiscales, policías y ministros corriendo detrás de 10 u 15 hombres invisibles, acusados de ser culpables de todas las infamias y crímenes cometidos o por cometer. Y mientras los “investigadores” dan pelos y señas de quiénes integran ese grupo maldito y etéreo, dónde se entrenan, quiénes son sus jefes, cuántos delitos cometieron y hasta qué comen, los resultados fracasan una y otra vez, como en un filme de Tarantino.
Detrás de toda la parafernalia legaloide, corren periodistas con hambre de fama fastfood, como aquella genial historia de Tom Wolfe: “La Hoguera de las vanidades”. Los medios, hambrientos de primicias, alimentan esa hoguera tirando al fuego ética, equilibrio , mesura, repitiendo a pies juntillas el discurso que se requiere para estos casos. Así, una lata de picadillos, encontrada en “zona de riesgo” permitirá identificar al malvado cabecilla del grupo prófugo. O una usada toalla higiénica femenina demostrará que la mujer del cabecilla… estaba en su periodo menstrual. No será “7 Pecados Capitales”, pero es lo que hay.
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