sábado, 4 de junio de 2011

Enseñanzas que aporta la historia del PT brasileño - Atilio Boron

A continuación, una lúcida reflexión del historiador brasileño Valerio Arcary acerca de la metamorfosis en virtud de la cual la mariposa petista se convirtió en gusano neoliberal. Conviene tomar nota de lo que aquí se dice ante el despliegue de una fuerte campaña internacional tendiente a instaurar la figura del ex presidente brasileño como sinónimo de racionalidad socialista para una época como la actual
'Lula' Da Silva y el ultraderechista presidente de Panamá, R. Martinelli
Notas para una interpretación histórica de la trayectoria del Partido de los Trabajadores (PT)
Valerio Arcary * www.kaosenlared.net/noticia/historia-pt-brasileno-como-mariposa-convirtio-gusano
Traducción de Aldo Casashttp: http://www.herramienta.com.ar/
Hubo algo de formidable y emocionante, pero también algo de terrible en la historia del PT. Utilizando vocabulario acuñado por los clásicos griegos, tuvimos el momento epopeya, el momento tragedia y hasta un poco de comedia en la trayectoria a lo largo de la cual el petismo se transformó en el lulismo.

El PT fue el mayor partido en la historia de la clase trabajadora brasileña en el siglo XX. En los años 80, Lula y la dirección del PT (que organizaron la corriente interna Articulación) fueron capaces de aferrarse a un partido que, en diez años, evolucionó de una organización de unos pocos miles a otra con cientos de miles de activistas. Y que pasó de obtener el 10% de los votos en 1982 para gobernador en San Pablo (y en promedio menos de 3% en los otros estados), a librar una pelea muy cerrada en el segundo turno de las elecciones presidenciales de 1989, contando sólo con aportes voluntarios.
El PT de 2011 es, evidentemente, otro partido, aunque la fracción dirigente sea esencialmente la misma. En tres décadas, el PT eligió muchos miles de concejales, algunos centenares de diputados estaduales y federales, alcanzó el gobierno de más de mil intendencias, muchos estados y está por tercera vez a cargo de la presidencia. El PT de 2011 es la máquina electoral más profesional de Brasil, integrada evidentemente a las instituciones del régimen y asociada, estrechamente, a algunos de los más poderosos grupos empresariales. Paradójicamente, la autoridad de Lula no disminuyó
El PT como sorpresa histórica
La explicación del prestigio de Lula descansa, en primer lugar, en la historia del PT. No hay razón para no recordar que en 1979/1980 la formación de un PT sin patrones, que evolucionó y ganó influencia de masas rápidamente en las grandes ciudades del estado de San Pablo, liderado por un dirigente huelguista metalúrgico, sin relaciones internacionales sólidas, fue un fenómeno político admirable y, también, imprevisto. El PT no fue un accidente histórico, pero sí una sorpresa.[1] A fines de los años 70, la mayor parte de la burguesía brasileña y los líderes políticos de la dictadura todavía temían, seriamente, el espacio político que podrían ocupar cuando llegara la amnistía el Partido Comunista Brasileño (PCB) por un lado y por el otro, Brizola y Arraes. Era la etapa histórica de la guerra fría. Un tiempo de anticomunismo primitivo.

El PT y Lula son hoy muy sobreestimados, pero sería injusto no recordar que cuando aparecieron en la vida política nacional, en 1979/1980, fueron subestimados. Tan desdeñado fue el PT hasta 1982 que un sector de la prensa y de los medios de la época no prestaron mucha atención al impresionante liderazgo de Lula entre los obreros del ABC [2] y, por eso, le facilitaron una visibilidad política que nunca fue concedida, por ejemplo, a Prestes.[3]
Sin embargo, después de la fundación de la Central Unitaria de Trabajadores(CUT) en 1983, la política de la burguesía y de los medios respecto al PT cambió. El proceso de transición democrática que la dictadura perseguía estaba siendo amenazado por las apariciones de Lula y por el rol del PT alentando al proletariado de todo el país a lanzarse a la lucha sindical y política de un modo independiente. Ser petista era sinónimo de ser un igualitarista, un radical. Cuando comenzó a sentirse el peso de una vanguardia de algunos cientos de miles de activistas, sobre todo durante la campaña por las "Directas",[4] el PT pasó a ser considerado seriamente como un enemigo y Lula como un peligro. Después de la elección de Erundina a la Intendencia de San Pablo, en 1988, se creó el segundo turno en las elecciones mayoritarias para prevenir la amenaza de nuevas victorias petistas. La militancia petista marcaba una diferencia en las huelgas, en las ocupaciones y, también, en las elecciones.
El PT que nació de las huelgas de 1979/1981
No parece ser muy polémico sostener que el PT nunca fue un partido revolucionario, pese a que muchos luchadores honestos que combatían por la revolución brasileña hayan militado con abnegación y sacrificio en sus filas. Un análisis sobrio permite concluir que el PT surgió como un partido obrero con un proyecto de representación independiente de la clase trabajadora, pero con un proyecto político predominante, en su dirección, de reformas para la regulación del capitalismo brasileño.

En diez años, entre 1979 y 1989, en función de la decisión política de ser opositores a la apertura lenta, gradual y controlada de la dictadura militar -la estrategia de transición a la democracia que adoptaron los gobiernos Geisel y Figueiredo, bajo la inspiración del general Golbery-, el Partido de los Trabajadores logró ser un polo de atracción para lo mejor de la generación de activistas sociales que estuvieron al frente de los mayores movimientos de masas de la década, disminuyendo la autoridad del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) de Montoro y Tancredo cuando éstos fueron electos gobernadores en San Pablo y Minas Gerais en 1982, y desplazando la influencia que hubiera podido ser atraída por el liderazgo de Brizola, electo el mismo año gobernador de Río de Janeiro, e incluso la del PCB de Prestes, cuando éste volvió del exilio.
Aquellos fueron los años en que la dirección del PT y Lula ganaron su prestigio político. Defendieron las huelgas, apoyaron el nacimiento del Movimiento de Trabajadores rurales Sin Tierra (MST), ayudaron al movimiento estudiantil, acogieron el movimiento de mujeres, protegieron al movimiento popular urbano de lucha por viviendas, auxiliaron al movimiento negro y, lo que no es menos importante, enfrentaron a la dictadura, lanzaron la campaña por las "Directas" y denunciaron el acuerdo que culminó en el Colegio Electoral que permitió, finalmente, la toma de posesión de Sarney. Pero, después de 1988, cuando asume la Intendencia de San Pablo, el PT comenzó a cambiar. Comprender estas presiones remite a la historia de la lucha de clases trabajadora como clave para entender el destino del PT.
Un proletariado joven y combativo, pero políticamente inexperto
Fue a lo largo de esos treinta años cuando se desarrolló la experiencia de miles de huelgas de las más diversas categorías de trabajadores, que revitalizaron los sindicatos. Se dio también el gran aprendizaje de las huelgas generales en los años 80. Estuvieron los imponentes actos de Lula en 1989, con centenares de miles de personas en la calle. La lucha de los jubilados después del plan Zelia/Collor conmovió al país. Sin olvidar la histórica huelga de los petroleros de 1995, la marcha del MST de 1997 sobre Brasilia un año después de la masacre de Eldorado de Carajas y muchas otras luchas populares. Pero en esos combates parciales, la clase trabajadora brasileña siempre fue más radical en sus acciones que en sus reivindicaciones. Movió montañas, pero reclamando muy poco.

Solamente en dos ocasiones, durante ese intervalo histórico de tres décadas de creciente confianza en la dirección de Lula, del PT y de la CUT, las masas populares lograron irrumpir en la escena política con la inmensa fuerza de su movilización política en las calles, amenazando al gobierno de turno. Su programa, incluso cuando actuaba con métodos revolucionarios -voltear gobiernos en las calles es una acción revolucionaria, incluso si las movilizaciones son pacíficas-, era reformista.
La movilización por objetivos políticos fue, por lo tanto, algo poco común, inusitado. Y para voltear gobiernos odiados, fue excepcional. Las masas populares y la juventud descubrieron en las "Directas" y en el "Fuera Collor"el poderío de su acción. Pero quedó claro también, con la asunción de Sarney (1985) y de Itamar (1992), que era más fácil juntarse contra Figueiredo y contra Collor que unirse a favor de un proyecto anticapitalista. El socialismo, una vaga referencia para millones, no era sino una aspiración de mayor justicia. Salieron a las calles expresando lo imponente de su fuerza, la de una inmensa mayoría de pobres, desheredados en un país enorme, urbanizado en pocas décadas, muy joven y casi sin instrucción.[5]
El PT y las fluctuaciones de la relación de fuerzas entre las clases
La CUT el PT y Lula se legitimaron en ese proceso, pero la clase trabajadora no estaba ni social ni políticamente al frente de la mayoría popular explotada. No dirigía, era acaudillada. Ni las "Directas" ni el "Fuera Collor" fueron construidas con una plataforma que destacase las reivindicaciones de clase. El programa que llevó a la lucha de millones no era sino democrático. No sorprende que los grandes combates se dieran en los límites de alianzas con disidencias burguesas, como el MDB de Ulysses Guimaraes y Tancredo Neves en 1984 u Orestes Quercia y Brizola en 1992.

En 1992, cuando ya poseían una influencia mayoritaria en la clase trabajadora, el papel de Lula y del PT fue regresivo: llegaron a las calles con atraso, y les tocó el papel de bomberos, asegurando la asunción de Itamar que, más allá del estado de Minas, era un ilustre desconocido, pese a ocupar casi accidentalmente la vicepresidencia.
A pesar de la presión de inercia reaccionaria en un país culturalmente muy atrasado, donde el miedo a las represalias siempre fue muy efectivo para neutralizar la acción colectiva del pueblo, y poco organizado políticamente, la mayoría de la clase trabajadora organizada en los sindicatos fue evolucionando a la izquierda en los años 80. Llegó a protagonizar dos huelgas generales, en 1987 y en 1989 que, pese a ser parciales, alcanzaron dimensión nacional. De las ilusiones en el PMDB la clase trabajadora giró a la oposición al gobierno de Sarney y llevó a Lula hasta el segundo turno en 1989. También las clases medias urbanas evolucionaron a la izquierda en los años finales de la dictadura, pero después se dividieron: la mayoría se desplazó hacia el apoyo a Collor en 1989 y después apoyó eufóricamente al plan Real. Tras la devaluación de la moneda, en 1999, los sectores medios se alejaron lentamente del gobierno de Fernando Henrique Cardoso y del PSDB, que se desangraba con sucesivos escándalos de corrupción, aproximándose a Lula al mismo tiempo que el PT giraba la derecha desvergonzadamente. Terminaron por encontrarse en 2002.
La mayoría del pueblo desorganizado se mantuvo como base electoral de los partidos burgueses, herederos de Arena y del PMDB, a lo largo de los veinte años que van de 1982 a 2002, cuando fue electo Lula. Resumiendo: primero,
 en los años 80 los sectores organizados del proletariado y la juventud estudiantil, pero después, con el pasar de los años y en el cambio de siglo, una parte de la clase media y también parte de las masas populares semiproletarias apostaron al cambio de sus vidas mediante la representación política que el PT y Lula ofrecían. Una promesa de reformas con escasos riesgos de confrontación con los poderosos intereses del capital
Cuatro Crisis
En este proceso, el PT enfrentó muchas crisis, pero fueron cuatro las que marcaron su historia. La dinámica política de su evolución no fue lineal. El criterio para definir cuáles fueron esas crisis más importante es polémico
La hipotisis de este artículo es una crisis significativa cuando un partido sale de la misma manera cualititativamente diferente de lo que antes era
En los años 80, por ejemplo, cuando la situación política evolucionaba hacia la izquierda por la movilización más activa de los trabajadores y la juventud, el PT tuvo una primera ruptura por la derecha, pero fue indolora, tanto en la vanguardia más orgánica como en el área de la influencia electoral.[6]
La primera crisis vino con el gobierno Erundina al frente de la Intendencia de San Pablo. La cuestión central que se planteaba era la relación con el régimen democrático: aceptar o no los límites legales de la constitucionalidad. Erundina y otros intendentes petistas, como Diadema en el ABC de la región metropolitana paulista, se vieron frente al dilema de ocupaciones de tierras públicas y privadas por los movimientos de lucha por vivienda, y frente a huelgas de empleados públicos Apelaron a la represión, unosmás y otros menos, y hubo incluso episodios con presos y heridos. En el partido no hubo ruptura, pero las placas tectónicas del PT se movieron. El PT pagó la deuda externa del municipio, escrupulosamente, y no vaciló en utilizar a la Policía Militar contra la lucha obrera y popular.
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http://www.atilioboron.com/2011/06/ensenanzas-que-aporta-la-historia-del.html










































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