El debate dentro del Frente Amplio sobre la política impositiva en relación a la propiedad y la rentabilidad de la tierra, ha logrado exponer las contradicciones de la izquierda a niveles que muchos imaginábamos.
Más que las soluciones concretas sobre la necesidad de gravar al sector de la producción rural, que en líneas generales le ha ido muy bien en los últimos siete años, lo que importa es analizar los gestos de la dirigencia frenteamplista, que parece estar confundida sin capacidad de poner la pelota contra el piso.
Estoy convencido de que todo el Frente Amplio cree necesario que el campo tiene que aportar mucho más para la sociedad e incluso para sus propios intereses, porque necesita una infraestructura vial que hoy no tenemos para trasladar nuestros productos de la zona de origen, llegar a los puertos y proyectarnos al mundo. Sin esta cadena de relaciones transportistas, no hay país y tampoco empleo.
Hay diversos mecanismos y fórmulas para lograrlo. Y eso es lo que han estado discutiendo en el Poder Ejecutivo. Astori y Lorenzo tienen su propuesta, Mujica, la OPP y Frugoni, la suya.
Pero detrás de todo esto hoy hay en la izquierda un debate no expuesto con claridad, que tiene que ver sobre las angustias programáticas no cumplidas.
En estos debates siempre hay alguien que dice que se está ante un asunto de principios y cuando el señor “Principios” se planta en la polémica, no hay dios que logre que las partes se entiendan. Es que cuando se habla de principios a la apurada, sin argumentos, siempre termina con el diálogo roto, sin posibilidad de entenderse. Se le abre la puerta a la confrontación, aunque no se quiera.
El MPP, para sorpresa de muchos, salió a los medios de comunicación a no dejar solo a Mujica - esas fueron sus palabras -, en su iniciativa de impedir la concentración del campo en pocas manos, esgrimiendo incluso aquella hermosa canción de Daniel Viglietti que en una parte dice: “La tierra es de nosotros y no del que tenga más”, muy identificada con el programa de 1971 del Frente Amplio y no con los acuerdos programáticos de las últimas elecciones nacionales.
Nos parece que el MPP jugó demasiado fuerte y no de la mejor manera, en momentos que se busca un acuerdo interno en el FA sale el sector mayoritario con una publicidad, que deja al otro - en ese caso a Astori y al actual equipo económico -, como si no estuvieran contra la concentración de la riqueza del campo en pocas manos y se nieguen a una política tributaria más justa y equitativa. Al contrario: el planteo de Astori parece que contempla más a los más débiles, pero es materia discutible.
Cualquier ingenuo se puede dar cuenta que esto molesta, por lo menos al 40% de los frenteamplistas. Incluso asusta, porque esa campaña publicitaria puede ser el preámbulo de otras prácticas políticas donde algunos sectores de la izquierda creen que los debates y los acuerdos se hacen al ritmo de un bombo golpeado en las puertas de la Casa de Gobierno o de la sede partidaria del discrepante, para poder presionar.
Como decía un amigo: para acordar se necesita silencio, reflexión, tiempo, saber escuchar y no dejar en falsa escuadra al otro, que en el fondo puede querer lo mismo pero por otros caminos.
Eso es lo que está pasando en el Frente Amplio. Soy de los que creen que hay mucha gente en la coalición de izquierda que no soporta que Astori y Lorenzo estén a la cabeza de la columna vertebral del proceso de cambio en materia del proyecto económico y por eso su objetivo es desplazarlos o reducirlos a su mínima expresión.
A la vez Astori y Lorenzo no ayudan a crear una nueva realidad política interna y no establecen diálogos con sus mayores críticos y todo por falta de iniciativas para seguir avanzado.
Esta corriente de opinión, encaramada fundamentalmente en el FLS, se ha atrincherado en sus logros y no da señales de novedades, las que siempre surgen de sus opositores en la interna, con los cuales después hay que debatir, rechazando o terminar acordando.
Desde el quipo económico se dijo, no hace mucho, que la política tributaria era un sistema y que no se podía andar toqueteando irresponsablemente. Pero no se dijo como se puede avanzar en los cambios, dentro de ese sistema tributario o de otro. Por eso todo terminó o va a terminar en un acuerdo entre la OPP y el equipo económico, pero la iniciativa vino por fuera de la conducción natural de la política económica. Y los aplausos se lo va a llevar la OPP.
El debate que está planteado trasciende el tema del agro y muestra que en la izquierda no hay una buena sintonía con el mundo de hoy. Muchos tenemos la percepción, colectiva e individual, que el frenteamplismo no tiene una estrategia de nuevo tipo para el 2011 y los próximos años del gobierno de Mujica. Y para eso hay que lograr un cambio cultural y político, que solo se construye de cara a la gente y mediante un razonamiento civilizado.
Muchos frenteamplistas - me incluyo- tenemos la necesidad espiritual de que este gobierno y el próximo, que también tendrá que ser progresista, tenga algo de aquel programa fundacional.
Esta angustia se expresa de mil formas, por eso no nos cae mal que alguien comience a hablar del latifundio, por solo poner un ejemplo. Es así que tenemos la contradicción de necesitar meter un gol onda 1971 - si por esas cosas de la vida podemos nacionalizar algún banco no fundido, si podemos decirle a alguna trasnacional que se vaya al diablo -, dormiríamos mejor, pero sabemos que nada de eso será sencillo.
Hay que comenzar a elaborar una nueva teoría del cambio para esta época, mientras se apoya al presidente Mujica y su gobierno, porque de ninguna manera deben fracasar. Al contrario, debe ser un nuevo empuje para ir a más en los cambios, en la mejora de los niveles de vida de todos los uruguayos y en su perspectiva de construir una sociedad sólida, confiada en sus energías internas, en medio de un mundo conmovido por la crisis general del actual modelo del capitalismo.
Alguien, con valentía y sin intereses menores electorales, debe salir a decirles a los uruguayos que hay una izquierda que se basa en el pasado para construir el futuro, pero que no se quedó en el pasado y que tiene nuevas propuestas.
Hace décadas hubo una épica para la lucha revolucionaria. Hoy es necesario construir una épica de los cambios democráticos, avanzados, con justicia social, cada vez con más libertades incluso sobre aquellas que tenemos dudas, como es la despenalización de algunas drogas o el aborto, por solo poner dos ejemplos.
No puede pasar que lo maravilloso sea solo la disposición a dar la vida por las grandes causas. Eso hay que conservarlo y tenerlo siempre en la agenda, pero todos tenemos la obligación de dar la vida por la construcción de la institucionalidad cotidiana, que tiene mucho que ver con la democracia y la libertad, aunque nos hayamos dado cuenta demasiado tarde.
La cotidianeidad pasa por el respeto al otro, sea del partido que sea, por la capacidad de diálogo y la construcción de consensos, tanto dentro como fuera del Frente Amplio, sabiendo que si hay una fractura de la izquierda unida, la derecha gana hasta con una heladera como candidato. Lo que sería terrible.
*Periodista uruguayo, columna publicada el 20 de junio en La República de Uruguay
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