Marcelo Colussi |
Oficialmente las campañas políticas comenzaron el pasado 1º de mayo; pero en realidad, en abierta oposición al Tribunal Supremo Electoral que es el órgano que regula todo lo atinente al tema eleccionario, ya desde fines del año pasado los principales candidatos habían iniciado su trabajo proselitista.
En estos momentos hay registradas 27 fuerzas políticas. En realidad los candidatos con posibilidades reales a la presidencia son sólo dos: el general Otto Pérez Molina, por el Partido Patriota, y la ex primera dama, recientemente separada del presidente actual, Sandra Torres ex de Colom, por la Unidad Nacional de la Esperanza -UNE-.
En un país con 55% de su población por debajo del límite de pobreza (menos de 2 dólares diarios de ingreso) resulta estridente la cantidad de dinero invertida en las campañas políticas. Al mejor estilo de los grandes partidos de Estados Unidos, el dinero gastado en el bombardeo mediático y toda la parafernalia partidaria abre preguntas respecto al origen de tantos fondos.
Pero algo que abre más interrogantes aún son las ofertas partidarias propiamente dichas: prácticamente todas las fuerzas políticas dicen lo mismo, es decir:nada. No hay propuesta concreta. En todo caso, se apela a lo emotivo, a lo visceral, publicitando imágenes de candidatos donde se resalta sólo lo superficial, algún aspecto de su personalidad, y siempre con lenguaje mercadológico. Como en todos lados donde se viven estos procesos llamados democráticos: triunfo de lo cosmético.
En el 2011 se cumplen en el país 25 años del retorno a la vida democrática.
En este período se llegó a la firma de la Paz Firme y Duradera en 1996, la que puso fin a 36 años de guerra. En este cuarto de siglo transcurrido desde que se retomó la institucionalidad constitucional, las fuerzas armadas se han apegado enteramente a la Carta Magna -no está de más recordar que es el ejército el acusado de 200.000 muertos y 45.000 desapariciones durante los años de la guerra interna-. Pero para la población en términos mayoritarios no ha habido ningún gran cambio en su situación económica con estos gobiernos elegidos libremente: el 55% de pobres se mantiene inalterable, y las grandes propiedades territoriales de unas pocas familias también.
La violencia cotidiana, si bien la guerra terminó en forma oficial, no ha desaparecido. Hoy día la criminalidad desatada campea por todo el país, así como el narcotráfico y las pandillas juveniles (las maras), creando un clima de zozobra en la cotidianeidad que torna la vida diaria bastante dificultosa. En otros términos: los beneficios de la democracia aún están pendientes.
Esa violencia que está por todos lados, también hace parte de la campaña política que se vive día a día al rojo vivo. En estos momentos van ya 26 militantes y/o candidatos a puestos de elección muertos en forma violenta. Dado el clima de violencia generalizado, es difícil determinar cuándo los móviles son políticos y cuándo se trata de delincuencia común.
Los distintos partidos no tienen mayor diferencia en sus slogans publicitarios; quizá la única diferencia la constituye la coalición de la izquierda, donde se encuentran distintas fuerzas adversas al sistema que van desde la ex insurgencia hasta movimientos populares, llevando como candidata presidencial a la Premio Nobel de la Paz, la maya-quiché Rigoberta Menchú. Aunque, según las encuestas, no tiene posibilidades reales de acceder a la presidencia.
La presencia de la izquierda como fuerza democrática es ínfima.
La violencia es parte sustancial de la historia del país. Lo que se evidencia en este proceso electoral es una muestra palpable de ello. En el Municipio de San José Pinula, por ejemplo, vecino a la ciudad capital, en el lapso de 10 días asesinaron a dos candidatos a alcalde e hirieron a un tercero.
Hace algunos años atrás aún se hablaba de la “transición democrática”, dando a entender que se salía de regímenes militares y se debía transitar durante un tiempo hacia nuevas formas de convivencia. Hoy día ya salió de circulación esa palabra. ¿Se habrá llegado ya a la democracia entonces? La cultura de muerte que signa la historia de la sociedad guatemalteca, donde la impunidad reinante prefiere arreglar los diferendos a balazos, pareciera no haberse extinguido aún. ¿Lo lograrán las ofertas políticas actuales?♦
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