Madre Mujer Compañera, infinitamente humana.
Fue una niña en situación calle, estuvo internada en un correcional, creció en Mataderos y allí llegó a hipotecar su casa para armar un comedor popular. Alimentó en ese lugar a miles de niños y creó un hogar para madres adolescentes.
Vivió en la calle desde los nueve años, después de escaparse de un instituto correccional. Ahí la habían internado después de que falleciera su papá. También la separaron de sus diez hermanos. Y creció sin haber pisado una escuela. Ese origen de desamparo y humildad la marcó tanto que, cuando tuvo una casa (y una familia), puso todo a disposición de los chicos con hambre del barrio donde vivía: Mataderos. La síntesis define la historia de Mónica Carranza, creadora de un trabajo social que comenzó con el comedor Los Carasucias, que se prolongó en una fundación, un hogar para chicos en situación de calle y otro para madres adolescentes. Declarada en 1997 Mujer del Año, falleció ayer a los 63 años, víctima de cáncer.
“Antes de morir me tomó de las manos y me pidió que continuáramos con la obra. Esperamos poder tener fuerzas para hacerlo”, dijo Roberto, uno de los hijos de Carranza. Roberto destacó que su madre nunca dejó de pelear y que “incluso sentía que iba a superar esta enfermedad. Era una mujer con mucha fuerza”, aseguró.
Mónica nació en Parque de los Patricios y su nombre verdadero era Azucena. Pero le decían “Monita”, y de ahí viene el nombre que usó el resto de su vida. La historia del comedor empezó en los ’90, cuando un grupo de chicos se acercó hasta su casa, en el barrio de Mataderos, para pedir algo para comer. Ella les hizo unos sánguches y los chicos volvieron al otro día.
Para obtener fondos, al principio, armaba flores artificiales con los chicos, que salía a vender por las noches. Cuando los “carasucias” se multiplicaron más que los panes, habilitó primero el comedor en una plaza y luego llegó a hipotecar su casa para alquilar un galpón. Allí actualmente comen 2500 familias y reciben refuerzo alimentario más de 1500 chicos desnutridos, con sida, diabetes, tuberculosis y otras enfermedades. Después, cuando su trabajo se hizo más conocido –consecuencia de los estragos de la crisis, en 2001– obtuvo el apoyo del Estado y de algunas empresas privadas.
Desde 1996, cuando Los Carasucias se convirtió en asociación civil, hay talleres de capacitación laboral, emprendimientos para chicos de la calle, campo de deportes, granja laboral, talleres de expresión, centro de documentación, bolsa de trabajo y otros servicios. Ese mismo año, Mónica fue premiada junto a otros doce vecinos por el gobierno porteño, en ese momento a cargo de Fernando de la Rúa. En 2001, León Gieco festejó sus cincuenta años con los chicos del comedor y brindó un emotivo recital ante unas 250 personas. Después de los dos primeros temas, el popular cantautor se pegó en el pecho un cartelón con el número telefónico 4687-1728, en el que reciben donaciones para el comedor.
El año pasado, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner visitó, acompañada por la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, la ampliación de obras en el hogar Los Carasucias. También en 2008 la Comisión de la Mujer de la Legislatura porteña le rindió homenaje junto a otras veinte mujeres consideradas modelos de vida, que desfilaron “sin moldes ni patrones, contra los estereotipos de género”.
Carranza sufrió en carne propia el alejamiento de su madre, una internación en su niñez que la separó de sus hermanos y más tarde la vida en la calle, el hambre, la violencia, el encierro y el abuso sexual. Cuando había logrado rehacer su vida, entregó todo para asistir a los más necesitados. Antes de morir, le pidió a su pareja y a su hijo, Roberto, que se siguieran ocupando del comedor.
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