Él respondió, dicho en nuestras palabras, que era difícil mientras en México existieran tres fenómenos sociales que contienen las protestas y la organización de alternativas populares: el amplísimo sector informal de la economía que traslada a gran parte de los millones sin empleo y sin estudios a una alternativa de subsistencia precaria, pero efectiva como modo de subsistir; la migración nacional e internacional de quienes aquí son despojados de recursos e ingresos, pero no de sueños; y el crimen organizado, principalmente el narcotráfico, al que reconocía como un negocio de las estructuras del poder económico y político.
Estos fenómenos son fuertes frenos o canales de escape para no dar la lucha popular, pero no son invencibles, si lo que desde abajo resiste y tiene cimientos sólidos y simientes que se mueven en un viento creciente y experimentado.
Las reíces de un desempleo e informalidad que alcanzan a casi 45% de la población económicamente activa, así como las de la migración, provienen del modelo de economía política capitalista y neoliberal que «desindustrializa» al país, despoja y saquea al campo, y subordina a las transnacionales extranjeras y «mexicanas el proceso de producción, circulación y consumo. Es sabido además, que el negocio del narco, de la trata de blancas y de personas, así como las grandes «inversiones» en violencia y seguridad oficial y criminal se enlazan con los negocios financieros del lavado del dinero, con la producción y el comercio de armas y con la lógica de competencia violenta por los mercados que se organizan desde Estados Unidos, lógica que reproducen los gobiernos en turno de la Casa Blanca y de Los Pinos.
Así, los muros de contención a la lucha popular, a la organización e insurgencia populares son resultado del sistema capitalista y de la hegemonía imperial, y de ninguna manera son excepciones a sus reglas. A esa estructura la cubren todos los disfraces, marcas, espectáculos y estrategias psicológicas y culturales para desplazar a los culpables del desempleo, la precariedad, el despojo de campesinos, la falta general de oportunidades para la juventud hacia sujetos de segunda línea: culpan a los cárteles del contrabando, las bandas de la piratería, los minute man racistas, los polleros, los dueños de prostíbulos, los padrotes, los cárteles de las drogas y los policías, soldados y funcionarios corruptos de todos los partidos.
Así, los muros de contención a la lucha popular, a la organización e insurgencia populares son resultado del sistema capitalista y de la hegemonía imperial, y de ninguna manera son excepciones a sus reglas. A esa estructura la cubren todos los disfraces, marcas, espectáculos y estrategias psicológicas y culturales para desplazar a los culpables del desempleo, la precariedad, el despojo de campesinos, la falta general de oportunidades para la juventud hacia sujetos de segunda línea: culpan a los cárteles del contrabando, las bandas de la piratería, los minute man racistas, los polleros, los dueños de prostíbulos, los padrotes, los cárteles de las drogas y los policías, soldados y funcionarios corruptos de todos los partidos.
Con cinismo, el capitalismo muestra a sus gerentes, jefes de piso y capataces en esa lista enorme de sirvientes de los grandes negocios del siempre sucio modo de acumulación de capital y de poder.
Volvamos a la pregunta ¿Es posible que crezca en este momento la protesta popular, la resistencia la rebeldía e incluso la insurgencia en México ante tanta miseria y muerte?
A pesar de todas las fuerzas en contra, la protesta popular crece y se organiza. Se encuentra en situación de defensa en la mayoría de los movimientos sociales, no hay una articulación de los mismos, sino momentánea. Las alianzas de amplios sectores son esporádicas y reactivas: después de una masacre, un fraude, un despojo, la cárcel, la violencia sobre niños,
jóvenes, mujeres, comunidades indígenas como ahora lo hacen las bandas paramilitares de priístas sobre el municipio autónomo de San Juan Copala y la caravana de solidarios con ese proceso, o los cercos e incursiones en Ostula, Michoacán en Mitziton, Chiapas y en las comunidades La Morena y Las Ollas en guerrero, ante peores leyes como las del ISSSTE y
la laboral.
Volvamos a la pregunta ¿Es posible que crezca en este momento la protesta popular, la resistencia la rebeldía e incluso la insurgencia en México ante tanta miseria y muerte?
A pesar de todas las fuerzas en contra, la protesta popular crece y se organiza. Se encuentra en situación de defensa en la mayoría de los movimientos sociales, no hay una articulación de los mismos, sino momentánea. Las alianzas de amplios sectores son esporádicas y reactivas: después de una masacre, un fraude, un despojo, la cárcel, la violencia sobre niños,
jóvenes, mujeres, comunidades indígenas como ahora lo hacen las bandas paramilitares de priístas sobre el municipio autónomo de San Juan Copala y la caravana de solidarios con ese proceso, o los cercos e incursiones en Ostula, Michoacán en Mitziton, Chiapas y en las comunidades La Morena y Las Ollas en guerrero, ante peores leyes como las del ISSSTE y
la laboral.
Crece el coraje contra la impunidad de quienes agravian al pueblo explotado, despojado reprimido, además surgen formas de organización y lucha local, comunitaria, en colectivos que piensan y se mandan por ellos mismos, fuera de las cúpulas de partidos, fuera de las redes de manipulación de los gobiernos a todos los niveles, y poco a poco son
autónomas en sus decisiones ante dádivas, transas y compras de votos y de silencio que hacen las agencias oficiales de reparto de «oportunidades» y las agencias «no» gubernamentales que no quieren la movilización, sino «el orden y la paz» que promueven sus redes.
Pero estas autonomías y empoderamientos del pueblo organizado no permiten asegurar cuándo, cómo y dónde habrá otro levantamiento popular y si éste será organizado y victorioso.
Los levantamientos sociales como las guerrillas rurales son recurrentes en la historia de México. Es cierto que la mayoría terminaron en derrotas y en tragedias en lo
inmediato, pero dejaron constancia y abrieron caminos al coraje del pueblo, fundaron estrategias para organizarse y resistir. Al hablar de la violencia popular o la insurgente, diría Montemayor, primero está actuando la violencia institucional, económica, política, psicológica, moral y sangrienta, la violencia del Estado que ahora se manifiesta además como la de grupos
paramilitares entrenados y protegidos por las fuerzas públicas y las redes de sicarios y criminales de narcoparamilitares que acosan y agraden al pueblo que lucha, a los periodistas y a los que defienden los derechos humanos y no aceptan someterse a la estrategia de guerra antipopular que oculta la «guerra al narcotráfico».
autónomas en sus decisiones ante dádivas, transas y compras de votos y de silencio que hacen las agencias oficiales de reparto de «oportunidades» y las agencias «no» gubernamentales que no quieren la movilización, sino «el orden y la paz» que promueven sus redes.
Pero estas autonomías y empoderamientos del pueblo organizado no permiten asegurar cuándo, cómo y dónde habrá otro levantamiento popular y si éste será organizado y victorioso.
Los levantamientos sociales como las guerrillas rurales son recurrentes en la historia de México. Es cierto que la mayoría terminaron en derrotas y en tragedias en lo
inmediato, pero dejaron constancia y abrieron caminos al coraje del pueblo, fundaron estrategias para organizarse y resistir. Al hablar de la violencia popular o la insurgente, diría Montemayor, primero está actuando la violencia institucional, económica, política, psicológica, moral y sangrienta, la violencia del Estado que ahora se manifiesta además como la de grupos
paramilitares entrenados y protegidos por las fuerzas públicas y las redes de sicarios y criminales de narcoparamilitares que acosan y agraden al pueblo que lucha, a los periodistas y a los que defienden los derechos humanos y no aceptan someterse a la estrategia de guerra antipopular que oculta la «guerra al narcotráfico».
En esos levantamientos, protestas, guerrillas hubo protagonismo de comunidades indígenas, de jóvenes, de maestros y de mujeres.
Ahora ante los jóvenes se ve el desprecio y miedo que les tienen los poderosos, por lo que los matan o hacen que se maten en trabajos sin derechos laborales, en escuelas
sin recursos, en campos y comunidades sin posibilidades para que vivan sus sueños, en las calles en protesta o en los festivales o centros de diversión acosados por la intolerancia total de las policías, y como carne de cañón del narco o como «daños (para nada)colaterales» de la guerra de los criminales organizados por el capital y sus gobiernos.
Las y los trabajadores, las comunidades y barrios tienen en las jóvenes generaciones la potencia para romper el yugo de violencias, corrupciones, sueños de opio, tele y mariguana, y levantar desde abajo la voz y la fuerza de los sin nada que quieren el todo es de todos magonista, a lograr con el poder del pueblo
sin recursos, en campos y comunidades sin posibilidades para que vivan sus sueños, en las calles en protesta o en los festivales o centros de diversión acosados por la intolerancia total de las policías, y como carne de cañón del narco o como «daños (para nada)colaterales» de la guerra de los criminales organizados por el capital y sus gobiernos.
Las y los trabajadores, las comunidades y barrios tienen en las jóvenes generaciones la potencia para romper el yugo de violencias, corrupciones, sueños de opio, tele y mariguana, y levantar desde abajo la voz y la fuerza de los sin nada que quieren el todo es de todos magonista, a lograr con el poder del pueblo
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