lunes, 27 de junio de 2011

La tragedia diaria de los gitanos en Hungría Luna Bolívar

Hungría: Desplazados
A más de un periodista extranjero le ha contado Erzsebet Csorba su historia. Porque es uno de los ..puntos álgidos en la tragedia diaria, llamó la atención de la prensa internacional. Sucedió en Tatárszentgyörgy, un pequeño pueblo húngaro situado a unos 60 kilómetros de Budapest, durante la noche del 23 de febrero de 2009. Con cócteles molotov atacaron extremistas de derecha la casa de su hijo Robert. Cuando la familia trató de huir de las llamas, fue recibida por los disparos de francotiradores que la esperaban a la salida. Robert murió. Y también el nieto de Csorba, de cuatro años. Su nieta de seis resultó herida. Su nuera pudo salvarse con el menor de los niños saltando por la ventana.
Los Csorba son gitanos.

"La situación de la etnia romaní en Hungría es más que mala", dice Jenö Kaltenbach, director de la delegación húngara del Centro Europeo de Derechos Romaníes (ERRC). El nivel de desempleo entre este grupo supera no en pocas ocasiones el 50 %, en otras roza el 100 %. El acceso a la educación de sus miembros es bajo, el índice de personas sin formación duplica la media. También la mortalidad infantil es más elevada. Y no solo eso, cuenta Kaltenbach: "la marginación está muy extendida, aún persisten muchos prejuicios y el ambiente es del todo antirromaní".
Las encuestas revelan que el 70 % de los húngaros tiene una opinión negativa de los gitanos, asegura Kaltenbach. Esto le da cobertura a las palizas, al amedrentamiento y a las olas de atentados como la vivida entre el 2008 y el 2009. "El problema en Hungría es grave", reconoce Sandor Orban, de la Red de Europa del Este para la Profesionalización de los Medios, una organización que ha puesto en marcha cursos para formar a periodistas romaníes, "pero no se diferencia demasiado de lo que sucede en países como Bulgaria, Rumania, Eslovaquia e incluso la República Checa".
Solo el 42 % de los gitanos termina la escuela, mientras que la media europea es del 97,5%. Pese a que está prohibido, en algunos colegios húngaros se sigue separando a los niños romaníes del resto de los alumnos. (AP/Eileen Kovchok)
En toda Europa viven entre 10 y 12 millones de gitanos, un importante contingente de ellos en la parte oriental del continente. En Bulgaria compone esta etnia el 10 % de la población, en Rumania el nueve. En Hungría pertenece a ella el 6 % del censo: unas 600 000 personas, la principal minoría. Las lacras que la lastran no son ciertamente asunto de una sola nación. De "discriminación sistemática" y "violaciones de los derechos humanos de dimensiones insostenibles" habló a principios de este año el Parlamento Europeo, y eso refiriéndose al conjunto de la UE. Pero, ¿de dónde procede la violencia húngara? "La raíz hay que buscarla, entre otros factores, en la historia", apunta Kaltenbach.
La espina que hiere el orgullo nacional húngaro se llama todavía, casi un siglo después, Tratado de Trianon, el acuerdo que castigaba al país por su asociación con los vencidos en la I Guerra Mundial. Por él perdió Hungría más de la mitad del territorio, el 30 % de sus habitantes y prácticamente todas las regiones ricas en recursos naturales. El mapa de la "Gran Hungría", el Estado que había marcado el pulso de los Balcanes y obligado a hacer concesiones a Austria, se hacía definitivamente pedazos.
El revisionismo unió a alemanes y húngaros durante el periodo de entreguerras. En 1943, cuando empezaba a perfilarse la derrota nazi, Budapest hizo un rápido intento de cambio de bando, al que los germanos respondieron ocupando el país e instaurando un Gobierno manejable. Más de 400 000 judíos fueron deportados en el transcurso de solo dos meses. A finales de 1944, los fascistas del Movimiento Hungarista de la Cruz Flechada se instalaron en el poder y continuaron desde allí con el genocidio hasta la irrupción del Ejército Rojo.
El uniforme negro y el pañuelo rojiblanco al cuello de la Guardia Húngara recuerdan sospechosamente a la vestimenta de los miembros de la Cruz Flechada. Esta milicia fue fundada en el 2007 y refundada un año más tarde, entre otros por Gabor Vona, el líder del partido Jobbik, cuyas siglas corresponden a "Asociación de Jóvenes Derechistas Húngaros, Movimiento por una Hungría Mejor". En las elecciones de diciembre del 2010, Jobbik obtuvo casi el 17 % de los votos y 47 escaños en el Parlamento, solo 12 menos que los socialistas que habían gobernado durante la pasada década y media.
Contra la "criminalidad gitana" y quienes atacan a la "Gran Hungría", contra la Unión Europea y la globalización, marchan milicias como la Guardia Húngara; dan discursos, inauguran monumentos y reclutan adeptos. (AP/B. S.)
A reconocer los límites del Tratado de Trianon se niegan personajes como Gabor Vona. De los problemas del país, aquejado de una grave crisis económica que ha dejado no solo a las arcas del Estado, sino también a las empresas y a cientos de miles de familias de clase media al borde de la bancarrota, acusa el derechista a los partidos establecidos. Y como hasta ellos mismos reconocen que las dificultades financieras húngaras se han cocinado en casa —a través de la incompetencia, la corrupción y la no introducción de las reformas necesarias—, a Jobbik no le cuesta puntuar políticamente con estos temas.
"La gente en Hungría está cansada, exhausta de los cambios que no llevan a mejor, frustrada", cuenta Orban. El florín se desplomó a finales del 2008, convirtiendo en impagables los créditos contraídos por los húngaros, muchas veces en moneda extranjera. La productividad del país descendió en más de un 20 %. El déficit público, ya alto, se disparó. De la noche a la mañana, y sin que muchos entendieran la razón, Hungría pasó de alumno aventajado en la transición al capitalismo a último de la clase. La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional tuvieron que acudir al rescate; como contrapartida se exigen duros recortes sociales.
"En esta situación", continúa Orban, "se buscan culpables. Volverse contra las minorías es fácil". Los gitanos son para los húngaros lo que los inmigrantes para los europeos occidentales, compara. Un poco de chovinismo y una pizca de antizinganismo pueden llegar a bastar como receta política. "Los gitanos son cada vez más criminales", citaba a Gabor Vona el diario alemán taz.de, "para ellos, robar y maltratar a Hungría no es un delito". Por suerte, continuaba el líder de Jobbik, "la Guardia Húngara hace acto de presencia y demuestra su fuerza allí donde la policía no actúa contra la criminalidad gitana". (Tomado de Rebelión)
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Casi diariamente marcha neofascistas por alguna ciudad hungara
http://colombia.indymedia.org/news/2011/06/122258.php

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