sábado, 22 de mayo de 2010

¿QUÉ HISTORIA CONTAMOS Y PARA QUÉ?


¿QUÉ HISTORIA CONTAMOS Y PARA QUÉ?

...Ver a los indios formar
el escuadrón..
Y aprontar los morenos,
el corazón


De fogón en fogon
se oye la voz:
Si la patria me llama,
aquí estoy yo!...

A DON JOSÉ
Rubén Lena

Este 25 de Mayo de 2010 es una ocasión especial para reflexionar profundamente sobre el pasado, el presente y el futuro de nuestras luchas. Es importante, para empezar, plantearnos una serie de preguntas y problemáticas que sirvan de disparadoras de un análisis histórico, político e ideológico riguroso y movilizador. ¿Qué hay que festejar este 25 de Mayo? ¿Cuál es el discurso tradicional y la ideología oficial estatal argentina instituida sobre el Mayo y “la Patria”, y qué influencia -y que consecuencias- ha tenido y tiene este discurso en todas las esferas de la vida social, especialmente en los ámbitos comunicativo y educativo?. Y sobre todo, es bueno preguntarnos, ¿hasta adónde nos animamos a revisar nuestra historia, y hasta adónde nos animamos a avanzar en el debate histórico, político y pedagógico?. Y, ¿qué alternativas podemos empezar a sembrar, a regar y a desplegar?.

II- VOLVAMOS A DARLE LAS ARMAS A LOS POBRES:

Es imprescindible, a estas alturas del debate historiográfico, político y pedagógico empezar a superar algunas imágenes ideológicas hegemónicas, como por ejemplo, la de que “la revolución se hizo en el cabildo de Buenos Aires”, cuando allí sólo se abrió -y contradictoriamente- una puerta a la lucha antiimperialista, en realidad, o mejor dicho, se pasó a una nueva fase de la lucha de nuestros pueblos y culturas de América-Abya Yala -que venían resistiendo desde hace tanto tiempo- contra el dominio colonialista español y europeo. En el cabildo de Buenos Aires había intereses y especulaciones muy contradictorios: los políticos de la Primera Junta terminan jurando el 25 de Mayo, a pedido de los influyentes capitalistas ingleses instalados en el Río de la Plata -aliados con España contra Napoleón en Europa pero ávidos de expansión económica global-, por el caído rey español Fernando VII. Y esos intereses británicos se fueron imponiendo -gracias a sus aliados criollos- cada vez más, en Buenos Aires, en el Río de la Plata, en Sudamérica y en el Mundo en todo el Siglo XIX y en buena parte del siglo XX. Tenemos que deconstruir, desarmar las falsas imágenes hegemónicas y tradicionales, y reafirmar la lucha antiimperialista sudamericana como un proceso, duro y complejo. Si reproducimos la imagen de que en el cabildo hubo una revolución y de que sólo los políticos de saco y galera, y la “gente bien” es la que toma las decisiones mientras el pueblo y los pobres están esperando afuera, vamos a seguir siendo cómplices de la reproducción de la ideología liberal burguesa de la representación política para algunos, negándole al pueblo toda participación en las luchas pasadas, presentes y futuras.

Mejor que la imagen del cabildo y de la elite de los “próceres” de Buenos Aires (¿no importa que Moreno haya sido envenenado por sus enemigos de la Junta?) es mostrar las luchas en toda Nuestra América y remarcar, por ejemplo en Entre Ríos, los heroicos triunfos de Bartolomé Zapata y sus milicias gauchas contra los españoles en Gualeguay, Gualeguaychú y el Arroyo de la China (Concepción del Uruguay). Destacamos aquí un trabajo hermoso hecho en una escuela entrerriana en esta Semana de Mayo del Bicentenario: una alumna trabajó creadoramente en la realización de dos láminas gigantes; en una hay un cabildo y una pareja de criollos ricos apoyando su mano sobre las banderas de España y de Gran Bretaña. En la otra imagen, hay un mapa de Sudamérica donde se ven un indio, un gaucho, una negra y un soldado cada uno con las armas en la mano, de pié peleando por la liberación.

Ese es nuestro desafío histórico, político, comunicativo y educativo: superar la ideología oficial mitrista -en todas sus variantes- de la “Patria Argentina que empezó en el Cabildo de Buenos Aires” y volver a darle las armas a los negros, a los pobres y a los pueblos de Nuestra América -Artigas lo hizo, para fundar el proyecto federalista revolucionario-, que son los que dieron todo para derrotar al enemigo y que, a pesar de ello, no dejaron de ser -hasta hoy- los condenados de la tierra y de la historia.
Sólo la participación y el protagonismo de los pueblos en las luchas -la autoactividad de las masas y las multitudes populares en acción- logró y logrará la emancipación política y social.

En este sentido -estas son iniciativas muy importantes de disputa del sentido más allá de los discursos-, la imagen racista tradicional de la “negra mazamorrera”, de los pobres que sólo están para vender comida, debe ser absolutamente superada. Hay que volver a darle las armas a los negros, a los pobres y a los pueblos, y dejar de excluirlos en la práctica teórica historiográfica, política, popular y pedagógica.

Por lo demás, el Estado Argentino unitario instituido -una estructura política concreta de la que mejor ni hablar, con una larga historia de infamias y genocidios- no puede tener el tupé de hablarnos de ninguna revolución.

III- LAS PROVINCIAS UNIDAS, LA PATRIA GRANDE Y LOS DISCURSOS SOBRE LA LIBERTAD:

Superar la ideología unitaria mitrista argentina que tenemos metida hasta los tuétanos, implica discutir qué entendemos por nuestra Patria. Y aquí es imprescindible recordar que la idea de Patria que rodeaba el proceso complejo abierto en 1810 era una noción de dos pliegues de una misma tierra: las Provincias Unidas del Sur y Nuestra América. No existía la Argentina en 1810 ni su Estado “nacional”: eso existió después para oprimir a los pueblos, a los trabajadores, a las clases subalternas, y para ocultar sus historias y devenires profundos.

Los pliegues de la Patria Grande Sudamericana que luchaba colectivamente por su liberación pueden observarse claramente en algunas estrofas del Himno argentino original, de la Marcha Patriótica de 1813 -que es un documento a recuperar, discutir y trabajar-. Allí se canta a la lucha en todas las trincheras populares de las Provincias Unidas, como así también las luchas y los padecimientos de toda Nuestra América.

Cantemos con fuerza “las Provincias Unidas del Sur”, porque así le hacemos honor a la lucha de los pueblos sudamericanos hermanados, y así avivamos las brasas de una memoria que debe ser futuro.

Recuperemos públicamente también ese mapa, que tal vez nos pueda ayudar a superar el corcet de las fronteras y divisiones posteriores instituidas.

Y repasemos y revisemos bien que se entendía por Provincias Unidas, por pueblos libres y por libertad, porque no todos pensaron o piensan lo mismo.

Siempre va a haber 6, 7, 8, mil voces que nos van a hablar de libertad y de derechos, pero que van a seguir jurando fidelidad al imperio. Nosotros necesitamos pasar el cepillo a contrapelo del pasado y del presente para dejar de mentirnos y dejar de cerrarnos el futuro.

En la dialéctica y las paradojas de la lucha independentista americana, podemos constatar que los pueblos en lucha superaron los discursos de libertad generados por las burguesías criollas y por los liberales morenistas de Buenos Aires. Para los liberales porteños, libertad era liberarse del control español, pero pensando instituir un libre comercio -siempre tan suicida para los pueblos- con sus socios ingleses. La lucha por la libertad colectiva nació -paradójicamente- en la provincia paraguaya en 1811. Los hermanos paraguayos empezaron a darse cuenta que libertad era liberarse de España y del predominio de Buenos Aires también. Por eso enfrentaron y derrotaron a Belgrano -sí, a Belgrano, enviado por Buenos Aires para sojuzgar a los paraguayos-, y por eso enfrentaron y derrotaron a los españoles también. Por eso, más adelante, dieron la lección política del siglo enfrentando a una triple alianza genocida e infame.

Tenemos que rearmar el rompecabeza del proceso revolucionario sudamericano.
Leer más: Voz Entrerriana
http://vozentrerriana.blogspot.com/2010/05/bicentenario-demosle-las-armas-los.html

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