¿De qué se habla cuando (si es que…) hablamos de Haití? Por la negativa, me parece que se prefiere hablar del país mártir, en lugar de la bicentenaria y (por sobre todo) sostenida lucha por su emancipación nacional y social efectiva.
Luchas que insobornablemente distinguieron al país caribeño de otras sociedades, y de las que apenas se toma nota. Desde Jefferson, Bolívar y Napoleón, la desesperante cotidianidad de los haitianos ha sido motivo de atención, cuando la violencia política, los cataclismos naturales, las hambrunas y epidemias amagaban con expandirse fuera de sus fronteras.
Pero antes de seguir, transcribimos un fragmento que la gran Enciclopediade Diderot (1751-72) dispensó al término colonias:
"Las colonias están dedicadas a un comercio y un cultivo que constituye el propósito de su establecimiento. Para esto es necesario conquistar las tierras expulsando a los antiguos habitantes y trayendo nuevos..."
“Estas colonias no se han establecido sino para la utilidad de la metrópoli, de lo que sigue: 1) que deben estar bajo su dependencia inmediata y por consecuencia bajo su protección; 2) que el comercio debe exclusividad a sus fundadores…
“Las colonias dejarían de ser útiles si pudieran prescindir de la metrópoli; de este modo es una ley en la naturaleza de las cosas, que deben restringirse las artes y cultivos de una colonia a tales o cuales objetos, según las conveniencias del país de la dominación…
Si la colonia realiza un comercio con los extranjeros o si consume mercancías extranjeras, el monto de este comercio es un robo efectuado a la metrópoli.
¿Qué cambió en Haití desde entonces? No más que el pasaje decolonia a neocolonia. Estatus impuesto en 1825 y manu militari por el rey borbón Carlos X (1824-30), a modo de pago por su independencia (1804) y ajustado a la orden imperial que obligaba a los haitianos a comprar y pagar por su libertad.
Una extorsión que, a la fecha, se estima en 21 mil millones de dólares. Nada de esto figura en el aséptico apartado Haití de Wikipedia, enciclopedia global que, en línea directa, desciende ideológicamente del ilustrísimo equipo etnocéntrico que en su época coordinaron Diderot y D’Alembert.
Después vino lo formal: la celebración del 23 de agosto como Día Internacional del recuerdo de la trata negra y de su abolición (para conmemorar la histórica rebelión de los esclavos haitianos de Bois Caiman, 1791), y la institución de la medalla Toussaint Louverture en homenaje al líder de la revolución haitiana (Unesco, 1997).
Pero dejemos en paz a los enciclopedistas del rey Sol y la virtual Wikipedia. Obras ambas que, consultadas con un ojo cerrado, nos permiten rápidamente conocer la población de un país, y esos datos tan sueltos cuanto inconexos, pero que permiten elaborar tesis de grado en las universidades patito de excelencia académica.
En Francia, la distorsión y constante revisión de la historia haitiana ha sido siempre cuestión de principios. Entre los intelectuales que empujan la tarea figuran personajes de triste memoria como Regis Debray, delator de la presencia del Che en Bolivia (1967) y jefe del grupo de operadores enviados en 2003 a Puerto Príncipe por el ex presidente Jacques Chirac para torpedear las conmemoraciones del bicentenario en el país que a inicios del siglo XIX enseñó a los pueblos explotados cómo se lucha por la libertad.
Conmemoración más que simbólica, pues el presidente Jean Bertrand Aristide había tenido la audacia de denunciar al mundo el vergonzoso pasado de Francia en Haití: 150 años de esclavitud, un millón de africanos deportados, 5 millones de muertos en África a consecuencia del tráfico, y la negación de la históricadeuda impuesta por el país de losDerechos del Hombre.
En suma: un mal ejemplo para las es colonias de Francia en Àfrica.
El gobierno de Estados Unidos, siempre necesitado de tener las manos libres para concentrar sus esfuerzos en atacar lo único que en el Caribe le quita el sueño (¡Cuba!), aportó lo suyo: mercenarios y grupos de narcotraficantes armados por la CIA. Finalmente, el único presidente combativo en la historia reciente de Haití fue derrocado el 29 de febrero de 2004.
Nación y sociedad crónicamente explotada, desangrada, endeudada, intervenida, ocupada y marginada pornegra e ingobernable, la comunidad internacional celebra que Haití cuente hoy con un nuevo gobernante democrático. O sea, el payaso y títere pro yanqui Michael Martelly, Sweet Micky para sus amigos de Miami, y Tete Kale para los neoesclavistas del país antillano.
Asesorado por el inescrupuloso catalán Antonio Solá, Martelly ganó los comicios en marzo pasado. Militante del Partido Popular, consultor del franquista Mariano Rajoy, de la derechista Arena en El Salvador, y de Felipe Calderón, Solá fue el autor de la frase con la que Televisa, Tv Azteca y los politólogos independientes nos aturdieron mediáticamente en 2006:Andrés Manuel López Obrador, un peligro para México.
(Tomado de La Jornada)
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