¿Acaso fueron terroristas, los pueblos indígenas y negros que lucharon durante siglos combatiendo a los conquistadores que invadieron la sagrada tierra de la Pacha-mama hace más de 500 años y que fueron llevados casi al exterminio para robarle sus tierras, su oro, sus perlas y demás tesoros?
Por Hernán Mena Cifuentes
Caracas - El próximo martes se cumplirán seis años de la I Cumbre Árabe-Sudamérica, histórico evento durante el cual fue ratificado “El derecho a la resistencia de los pueblos contra la ocupación extranjera”, acto de legítima defensa que ha sido desvirtuado por el imperio yanqui y los neocolonialistas europeos, que lo califican de “terrorismo” para justificar la invasión y ocupación de naciones del Tercer mundo con el fin de sojuzgar a sus pueblos y robarle sus riquezas.
La Resolución, una de las más de un centenar aprobadas por los representantes de 22 naciones árabes y 12 sudamericanas en la cita que tuvo lugar en Brasilia del 10 al 11 de mayo de 2005, tiene la impronta de Hugo Chávez, quien contribuyó con su ardiente discurso revolucionario a su aprobación, pese a las amenazas del Imperio y del sionismo que trataron de impedir, primero la cumbre, y al no lograrlo, pretendieron que no se aprobara ese dictamen.
Hoy, cuando el proyecto de conquista planetaria de EE UU cobra más fuerza y en complicidad con sus secuaces del viejo continente y el apoyo de lacayos autóctonos desatan guerras y ocupan Irak, Afganistan y Libia, en inútil afán por sobrevivir al inexorable destino al que está condenado como todos los imperios, cobra más vigencia que nunca, ese derecho de los pueblos a resistir toda forma de ocupación extranjera, como la que ahora prolongar Washington en el país de Asia Central.
Toda misión tiene un objetivo y, una vez alcanzado éste, se supone que termine, pero ese no es el caso de la guerra de Afganistán, que según aseguró EEUU, tenía como único propósito capturar a Bin Laden, y que hoy, una vez, supuestamente asesinado el fugitivo, contrariamente a lo anunciado, decide seguir ocupando el país, demostrando así que se trató de un engaño, ya que el verdadero propósito de la agresión era apoderarse de los grandes yacimientos de ese estratégico mineral llamado litio.
Lo ha dejado en claro Hillary Clinton, al declarar con ese tono de soberbia y prepotencia de un funcionario imperial, que “la muerte de Osama Bin Laden, no hará que EE UU abandone la lucha contra los Talibán en Afganistán. Nuestro mensaje, -agregó- sigue siendo el mismo, no podéis esperar que no vayamos, no podéis derrotarnos”, como sino estuviese allí ya derrotado ese Estado terrorista, que llama terroristas a los pueblos que luchan por liberarse de sus garras.
Y es que, desaparecida la URSS, creyendo que había llegado el fin de la historia y con ella el del comunismo que a través de Moscú frenaba su voracidad, EE UU inventó un nuevo enemigo, “el terrorismo” y, con el pretexto de vengar los atentados del 11-S, de cuya autoría existen pruebas de que fue él mismo, se desbordó en mentiras haciéndole creer al mundo que una de las formas de contenerlo era arrestando a Bin Laden, e invadieron Afganistán.
Pero, como Francis Fukuyama, el historiador y politólogo imperial que anunció el fin de la historia, los estrategas yanquis se equivocaron al diseñar y ejecutar sus planes de conquista y, confiando en su poderío militar, no tomaron en cuenta esa arma moral que es la dignidad de los pueblos y de otros valores como el honor, ajenos a sus tropas, que hoy están al borde de la derrota en Afganistán.
Y, para hacerle creer al mundo que son terroristas quienes defienden la soberanía de sus patrias contra el terror de los Cruzados, EE UU y sus aliados europeos han desatado una campaña de falacias propalada por los medios mercenarios a su servicio, como la inventada, supuestamente para capturar a un hombre, cuando lo que en realidad persiguen es adueñarse de los ingentes recursos naturales y geoestratégica ubicación de Afganistán.
Porque, no es terrorismo, el esgrimir un arma en defensa propia, contra quien asalta esa morada que es la patria para quitar la vida y despojar de sus pertenencia a los que en ella habitan, sino derecho inalienable que todo pueblo tiene para resistir la ocupación extranjera, que además de sojuzgarlo, le arrebata sus bienes, masacra poblaciones, humilla, tortura, mata prisioneros y viola a sus mujeres, delitos que conforman un crimen de lesa humanidad.
¿Acaso fueron terroristas, los pueblos indígenas y negros que lucharon durante siglos combatiendo a los conquistadores que invadieron la sagrada tierra de la Pacha-mama hace más de 500 años y que fueron llevados casi al exterminio para robarle sus tierras, su oro, sus perlas y demás tesoros, llegando hasta quitarles sus dioses y culturas para imponerles los suyos, como hoy pretenden en Afganistán, Irak, Libia y otras naciones los nuevos Cruzados"
¿Lo fueron los pueblos de la Gran Patria Latinoamericana y Caribeña que hace poco más de doscientos años retomaron la lucha por la independencia, liderados, primero en Haití, por Dessalines, Louverture, Christophe y Petión y luego en tierra firme, por Bolívar, Sucre, San Martín, O’Higgins y otros próceres, convertidos en héroes y mártires de esa causa libertaria"
¿Lo fueron los pueblos de la Europa que durante la Segunda Guerra mundial combatieron al ocupante nazi en la URSS, Francia, Polonia, Holanda, Yugoslavia, Italia Grecia y otros países, descarrilando trenes, volando carreteras y puentes y matando a los ocupantes soldados de Hitler y a sus colaboradores, con apoyo de la inteligencia británica que les suministró armas, explosivos y equipos de comunicación lanzados en paracaídas"
¿Lo fueron igualmente los pueblos de África, que tomaron las armas para luchar contra los colonialistas europeos, liberando a Angola, a Argelia, al Congo, y otras tantas naciones, o los que en América Latina y el Caribe volvieron a tomarlas para combatir al Imperio como lo hicieron Sandino, Farabundo Martí, Caamaño, “El Che” y otros mártires que ofrendaron sus vidas para ver libres a millones de sus hermanos oprimidos"
De ninguna manera, porque no pueden ser terroristas esos hombres, quienes, como dice la canción de nuestro Alí Primera: “Los que mueren por la vida/ no pueden llamarse muertos” como no pueden ser llamados, los fueron, son y serán los mártires que cayeron, caen y seguirán cayendo luchando a través de la resistencia armada para liberar a sus patrias de los ocupantes extranjeros.
Porque existe ese derecho que, precisamente hará seis años el próximo 11 de mayo fue ratificado durante la Primera Cumbre Árabe- Sudamericana celebrada en Brasilia, evento que sirvió para recordarle a los pueblos del mundo, la razón que les asiste para luchar si es necesario hasta dar la vida, para expulsar de su tierra al invasor ocupante.
Fue una cita histórica a la que asistieron 22 naciones árabes: Arabia Saudi, Argelia, Bahrein, Comoros, Djibuti, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano Libia, Marruecos, Mauritania, Omán, Palestina, Qatar, Siria, Somalia, Sujdán, Túnez y Yemen y 12 Por América del Sur: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
Y, como siempre ocurre con reuniones como esa, el Imperio, trató de impedir su celebración, como lo hizo hace 185 años, con el Congreso Anfictiónico de Panamá convocado por Bolívar evento orientado a alcanzar la unidad del subcontinente, pero que fracasó debido a la traición de Santander que desobedeció al Libertador invitando a EE UU, que lo saboteó.
Esta vez, EE UU no pudo hacer lo mismo en Brasilia, sin embargo, temiendo que de la reunión surgieran acuerdos que atentaran contra su proyecto hegemónico de dominación regional y mundial, trató de intimidar a Lula, exigiéndole que en la cumbre no trataran ni mucho menos se aprobaran temas de política internacional, y que solo se discutieran asuntos comerciales y económicos.
La grosera e injerencista maniobra no le funcionó a Washington, ya que la cumbre, aún cuando abarcó un amplio abanico de asuntos comerciales y económicos, incluyó temas político-sociales tan audaces y contrarios a los intereses de EE UU, que Lula, su organizador, fue felicitado por los asistentes una vez concluida la cita, por la dignidad y valentía demostradas frente a las presiones del imperio mas poderoso de la historia.
No valieron tampoco los desesperados llamados del sionismo, que desde Buenos Aires, escudándose detrás de los judíos residentes en Argentina, calificaron a la cumbre por sus resultados, como “una bofetada en el rostro de la comunidad judía mundial”, pues, como temían, en una de las Resoluciones aprobadas, se exigió a Israel a retirarse del territorio palestino ocupada por sus tropas y su población.
No podía ser otra la actitud asumida por el Estado sionista de Israel a través de sus seguidores en el país del Cono Sur, lo mismo que la de su amo, EE UU, por los resultados de la Cumbre, especialmente por el acuerdo que proclama el derecho a la resistencia por parte de los pueblos contra la ocupación extranjera, de la que son víctimas hace más de medio siglo pueblos como el palestino por parte de Israel, y por EE UU, hacía en esos días casi cuatro años en Afganistán y dos en Irak
Más que una bofetada, fue una puñalada en el corazón del Imperio y su lacayo, lo expuesto en el aparte 2-17 de la Declaración de Brasilia, suscrita por los representantes de los 34 países asistentes, en el cual quedó escrito para la historia ese principio y derecho inalienable, memorable lección de moral y ética que se niegan a aprender los ocupantes sionistas de la tierra palestina y los invasores yanquis en Afganistán.
Y es que allí, para siempre quedó grabado, ese llamado a la legítima defensa que tiene derecho todo individuo, familia y colectivo cuya morada es asaltada por uno o varios forajidos para robarles sus pertenencias y hasta asesinarlos, como lo han hecho y lo siguen haciendo el Estado sionista de Israel en Palestina y EE UU en Irak, Afganistán, Libia y otras naciones, derecho que ratifica de esa legítima defensa consagrada en varias constituciones del mundo.
Su legitimidad quedó una vez más ratificada en Brasilia, cuando los asistentes a la cumbre, en nombre de sus pueblos,“Reafirman su rechazo a la ocupación extranjera y reconocen el derecho de los Estados y pueblos a resistir la ocupación extranjera, de acuerdo con los principios de la legalidad internacional y de conformidad con el derecho internacional humanitario.”
Allí, hará el martes seis años, se desmontó el andamiaje de calumnias y mentiras que el Imperio, sus secuaces europeos y algunos de sus vasallos pitiyanquis en América Latina y el Caribe, levantaron, calificando de “terroristas” a pueblos y líderes que esgrimiendo el legítimo derecho a la resistencia contra los ocupantes extranjeros, se alzan en armas contra ellos, sin importar morir si es necesario con tal de expulsarlos de sus tierras ancestrales.
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