Niös en la entrada de la escuela Ferzad Kemanger, en Diyardbakar/
Andrés Mourenza
La lengua kurda fue prohibida durante décadas por el Gobierno de Ankara
ANDRÉS MOURENZA - Diyarbakar
Los rugidos de los cazas sobre el cielo de Baglar interrumpen las conversaciones. Aterrizan y despegan de una cercana base militar desde que se controla todo el sureste de Turquía, donde se concentra la mayoría de los 15 millones de kurdos en el país. Pero los niños del barrio apenas los miran. Están acostumbrados.
Baglar es uno de esos vecindarios de aluvión levantados durante la década de los noventa en Diyarbakir -capital oficiosa de Kurdistán turco- para los miles de desplazados por la guerra entre el grupo armado PKK y el Estado turco, un conflicto que se ha cobrado más de 40.000 vidas. Pero, pese a la anomalía de vivir bajo el sonido constante de aviones y helicópteros militares, la situación ha mejorado, sobre todo desde que se inició el proces de paz en 2013 .En Diyarbakir, sus habitantes presumen de nombre kurdo, el Ayuntamiento rotula esa lengua (además de en turco y en inglés) y en las calles se venden camisetas de una eventual selección de fútbol del Kurdistán, algo que una década atrás podía suponer penas de cárcel.
Desde hace unos años, la lengua kurda se estudia como asignatura optativa en algunas universidades y este curso incluso se ha convertido en lengua vehicular de enseñanza primaria.
"en la vida hubiese imaginado que llegaríamos hasta aquí", asegura Mazhar Aktas, director del colegio Ferzad Kemanger. "Recuerdo que cuando comencé la escuela en mi aldea, los profesores nos castigaban a acarrear piedras si hablábmos en kurdo".
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