martes, 13 de marzo de 2012

China: Auge, caída y resurgimiento como potencia global - James Petras

Los estudios sobre la potencia mundial aparecen contaminados de la visión de los historiadores eurocéntricos, que distorsionaron e ignoraron el papel dominante que China jugó en la economía mundial entre 1100 y 1800. La brillante investigación histórica sobre la economía mundial a lo largo de ese período realizada por John Hobson [1] proporciona una abundancia de datos empíricos que defienden la superioridad económica y tecnológica de China sobre la civilización occidental durante buena parte del milenio referido antes de su conquista y decadencia en el siglo XIX.
La reaparición de China como potencia económica mundial plantea importantes preguntas sobre qué podemos aprender de su anterior auge y caída y sobre las amenazas externas e internas a las que puede enfrentarse esta superpotencia económica emergente en el futuro inmediato.
En primer lugar, vamos a trazar los contornos principales del auge histórico de China hasta su superioridad económica global sobre Occidente antes del siglo XIX siguiendo estrechamente el relato de John Hobson en The Eastern Origins of Western Civilization. Debido a que la mayoría de los historiadores económicos occidentales (liberales, conservadores y marxistas) han presentado a la China histórica como una sociedad estancada, atrasada y provinciana, un “despotismo a la oriental”, es preciso hacer ciertas detalladas correcciones. Y es especialmente importante subrayar cómo China, la potencia tecnológica mundial entre 1100 y 1800, hizo posible la aparición de Occidente. Fue solo tomando prestadas y asimilando las innovaciones chinas que Occidente pudo llevar a cabo la transición al capitalismo moderno y a las economías imperialistas.
En segundo lugar, analizaremos y discutiremos los factores y circunstancias que llevaron a la decadencia china en el siglo XIX y su consiguiente dominación, explotación y pillaje por parte de los países imperiales occidentales, primero Inglaterra y después Europa, Japón y los EEUU.
En tercer lugar, señalaremos brevemente los factores que llevaron a la emancipación china del dominio colonial y neocolonial y analizaremos su reciente auge hasta convertirse en la segunda mayor potencia económica global.
Finalmente, consideraremos las amenazas pasadas y presentes al auge de China como potencia económica global, subrayando los parecidos entre el colonialismo británico de los siglos XVIII y XIX y las actuales estrategias imperialistas de respuestas chinas
.China: Auge y consolidación como potencia global (1100-1800)En un formato comparativo sistemático, John Hobson proporciona una abundancia de indicadores empíricos que demuestran la superioridad económica global de China sobre Occidente y, en particular, sobre Inglaterra. Estos son algunos de los hechos destacados:

Ya en el año 1078, China era el mayor productor de acero (125.000 toneladas); mientras que Gran Bretaña produjo, en 1788, 76.000 toneladas. Y China estaba a la cabeza del mundo en innovaciones técnicas para la fabricación de textiles siete siglos antes de la “revolución textil” del siglo XVIII de Gran Bretaña.
China era la principal nación en el sector comercial, con un comercio a larga distancia que llegaba hasta la mayor parte del Sur de Asia, África, Oriente Medio y Europa. La “revolución agrícola” y la productividad superaron las de Occidente hasta el siglo XVIII.
Sus innovaciones en la producción de papel, imprenta, armas de fuego y herramientas la convirtieron en una superpotencia manufacturera cuyos productos se transportaban por todo el mundo a través del más avanzado sistema de navegación. China poseía el mayor número de barcos comerciales en el mundo. En 1588, los buques ingleses más grandes desplazaban alrededor de 400 toneladas, los de China 3.000 toneladas. Incluso hasta finales del siglo XVIII, los comerciantes chinos disponían de 130.000 buques privados de transporte, varias veces los de Gran Bretaña. China conservó su posición preeminente en la economía mundial hasta principios del siglo XIX.
Los fabricantes británicos y europeos seguían el ejemplo de China, asimilando y adoptando sus más avanzadas tecnologías y estaban ansiosos por penetrar en el avanzado y lucrativo mercado chino.
La banca, la economía con papel moneda estable, la industria manufacturera y los altos rendimientos en la agricultura hicieron que el ingreso per capita de China igualara el de Gran Bretaña en 1750.
La posición global dominante de China se vio desafiada por el auge del imperialismo británico, que había adoptado las avanzadas innovaciones tecnológicas, de navegación y mercado de China y otros países asiáticos a fin de eludir las primeras etapas para llegar a convertirse en una potencia mundial [2].
.El imperialismo de Occidente y la decadencia de ChinaLa conquista imperial británica y occidental del Oriente se basó en la naturaleza militarista del estado imperial, en sus no recíprocas relaciones económicas comerciales con los países de ultramar y en la ideología imperial occidental que motivó y justificó las conquistas en el exterior.

A diferencia de China, fue la política militar la que impulsó la revolución industrial británica y la expansión exterior. Según Hobson, durante el período 1688-1815, Gran Bretaña estuvo implicada en guerras durante el 52% de ese período [3]. Mientras que los chinos confiaban en sus mercados abiertos y en su producción superior y sofisticadas técnicas bancarias y comerciales, los británicos acudieron a la protección arancelaria, a la conquista militar, a la destrucción sistemática de empresas competitivas extranjeras, así como a la apropiación y saqueo de recursos locales. El predominio global chino se basaba en “beneficios recíprocos” con sus socios comerciales, mientras que Gran Bretaña dependía de ejércitos mercenarios de ocupación, de la represión salvaje y de la política de “divide y vencerás” para fomentar rivalidades locales. Frente a la resistencia de los nativos, los británicos (así como otras potencias imperiales occidentales) no dudaron en exterminar a comunidades enteras [4].
Incapaces de apoderarse del mercado chino a través de la competitividad económica, Gran Bretaña se apoyó en un poder militar brutal. Movilizó, armó y envió mercenarios, desde sus colonias en la India y más lugares para forzar a China a aceptar sus exportaciones e imponer tratados injustos con tarifas más bajas. Como consecuencia, China se vio inundada del opio británico producido en las plantaciones británicas en la India, a pesar de las leyes chinas que prohibían o regulaban la importación y venta de narcóticos. Los gobernantes chinos, acostumbrados desde hacía mucho tiempo a su superioridad manufacturera y comercial, no estaban preparados ante las “nuevas normas imperiales” para hacerse con el poder global. La disposición de Occidente a utilizar el poder militar para establecer colonias, saquear recursos y reclutar ejércitos inmensos de mercenarios dirigidos por oficiales europeos anunció el fin de China como potencia mundial.
China había basado su predominio económico en la “no interferencia en los asuntos internos de sus socios comerciales”. En cambio, los imperialistas británicos intervinieron violentamente en Asia, reorganizando las economías locales para ajustarlas a las necesidades del imperio (eliminando los competidores económicos, incluidos los más eficientes fabricantes indios del algodón) y se apropiaron del control del aparato político, económico y administrativo para establecer el estado colonial.
El imperio británico se construyó con los recursos saqueados a las colonias y mediante la militarización masiva de su economía [5]. Fue así como pudo afianzar la supremacía militar sobre China. La excesiva confianza de las elites gobernantes chinas en las relaciones comerciales obstaculizó su política exterior. Las elites de comerciantes y funcionarios chinos trataron de apaciguar a los británicos y convencer al emperador de que hiciera devastadoras concesiones extraterritoriales abriendo mercados en detrimento de los fabricantes chinos, a la vez que renunciaban a la soberanía local. Como siempre, los británicos favorecieron las revueltas y rivalidades internas desestabilizando aún más el país.
La penetración y colonización británica y occidental del mercado chino creó toda una nueva clase: Los “compradores” chinos ricos importaban productos británicos y facilitaban la apropiación de los mercados y recursos locales. El pillaje imperialista forzó la explotación, además de mayores impuestos, de las grandes masas de campesinos y trabajadores chinos. Los gobernantes de China se vieron obligados a pagar las deudas de la guerra y los déficits financieros comerciales impuestos por las potencias imperiales occidentales exprimiendo a su campesinado. Esto provocó hambre y revueltas entre los campesinos.
A primeros del siglo XX (menos de un siglo después de las Guerras del Opio), China había descendido de potencia económica mundial a convertirse en un destrozado país semicolonial con una inmensa población indigente. Los puertos principales estaban controlados por los funcionarios de las potencias occidentales y el campesinado estaba sometido al dominio de corruptos y brutales señores de la guerra. El opio británico esclavizó a millonenes de seres
.Los académicos británicos: Excelentes apologistas de la conquista imperiToda la profesión académica occidental –sobre todo los historiadores imperiales británicos- atribuyeron el dominio imperial británico de Asia a la “superioridad tecnológica” inglesa y la miseria y status colonial de China al “atraso oriental”, omitiendo cualquier mención al milenio de progreso y superioridad técnica y comercial de China hasta comienzos del siglo XIX. A finales de la década de 1920, con la invasión imperial japonesa, China dejó de existir como país unificado. Bajo la égida del dominio imperial, cientos de millones de chinos habían muerto de hambre o habían quedado desposeídos o masacrados. Toda la elite compradora “colaboracionista” china había quedado desacreditada a los ojos del pueblo chino.

Lo que quedó en la memoria colectiva de la gran masa del pueblo chino –totalmente ausente de los relatos de los prestigiosos académicos estadounidenses y británicos- fue la sensación de que China había sido en otro tiempo una potencia mundial próspera, dinámica e importante. Los comentaristas occidentales rechazaban esa memoria “colectiva” de la supremacía china como las locas pretensiones de una realeza y señores nostálgicos: la vana arrogancia Han.
.China emerge de las cenizas de la humillación y el saqueo imperialistas: La revolución comunista chinaEl auge de la China moderna hasta convertirse en la segunda mayor economía mundial fue posible solo a través de los éxitos de la revolución comunista china de mediados del siglo XX. El Ejército Rojo de Liberación Popular derrotó primero al invasor ejército imperialista japonés y después al ejército nacionalista del Kuomintang, al que apoyaba el imperialismo estadounidense. Esto permitió reunificar China como estado soberano independiente.

El gobierno comunista abolió los privilegios extraterritoriales de los imperialistas occidentales, puso fin a los feudos territoriales de los señores de la guerra y gángsteres regionales y expulsó a los millonarios propietarios de burdeles, a los traficantes de mujeres y drogas así como a otros “proveedores de servicios” al Imperio Europeo-Estadounidense.
La revolución comunista forjó el moderno estado chino en todos los sentidos. Los nuevos dirigentes procedieron entonces a reconstruir una economía arrasada por las guerras imperiales y saqueada por los capitalistas japoneses y occidentales. Después de 150 años de infamia y humillación, el pueblo chino recuperó su orgullo y dignidad nacionales. Los elementos socio-psicológicos eran esenciales para motivar a los chinos en la defensa de su país ante los ataques, sabotajes, boicots y bloqueos orquestados por EEUU inmediatamente después de su liberación.
A diferencia de lo que dicen los economistas neoliberales chinos y occidentales, el crecimiento dinámico de China no empezó en 1980. Empezó en 1950, cuando la reforma agraria proporcionó tierra, infraestructuras, créditos y asistencia técnica a cientos de millones de campesinos destituidos y trabajadores rurales sin tierras. Mediante lo que ahora se llama “capital humano” y una movilización social gigantesca, los comunistas construyeron carreteras, aeropuertos, puentes, canales y vías férreas así como industrias básicas, como la del carbón, hierro y acero, para formar la columna vertebral de la economía moderna china. Los inmensos sistemas sanitario y educativo gratuitos de la China comunista crearon una fuerza de trabajo saludable, educada y motivada. Su ejército, altamente profesional, impidió que EEUU extendiera su imperio militar a través de la península de Corea hasta las fronteras territoriales chinas. Al igual que los académicos y propagandistas occidentales del pasado fabricaron una historia acerca de un imperio “estancado y decadente” para justificar sus destructivas conquistas, de la misma forma sus homólogos modernos han vuelto a escribir los primeros treinta años de la historia comunista china, negando el papel de la revolución en el desarrollo de todos los elementos esenciales para un estado, una sociedad y una economía modernas. Está claro que el rápido crecimiento económico de China se basó en el desarrollo de su mercado interno, en el rápido crecimiento de su equipo de científicos, técnicos y trabajadores bien formados y en la red de seguridad social que protegió y promovió la movilidad de la clase trabajadora y campesinado, todo ello producto de la planificación e inversiones chinas.
El auge de China como potencial global empezó en 1949 con la eliminación de las parásitas clases financieras, compradoras y especulativas que habían servido de intermediarias para los imperialistas europeos, japoneses y estadounidenses que despojaron a China de sus grandes riquezas.
.La transición de China al capitalismoA principios de 1980, el gobierno chino inició un cambio drástico en su estrategia económica: Durante las tres décadas siguientes, abrió el país a la inversión exterior a gran escala; privatizó miles de industrias y puso en marcha un proceso de concentración de la renta basado en una deliberada estrategia de recrear una clase económica dominante de multimillonarios vinculados a capitalistas extranjeros. La clase política gobernante china abrazó la idea de “prestar” conocimientos técnicos y el acceso a los mercados de ultramar de firmas extranjeras a cambio de proporcionar abundante mano de obra barata al coste más bajo. El estado chino desvió subvenciones públicas masivas a promover un alto crecimiento capitalista desmantelando su sistema nacional de educación y sanidad públicas gratuitas. Acabaron con la vivienda pública subvencionada para cientos de millones de campesinos y trabajadores de fábricas urbanas y proporcionaron financiación a los especuladores inmobiliarios para la construcción de apartamentos privados de lujo y rascacielos de oficinas. La nueva estrategia capitalista de China, así como su crecimiento de dos dígitos, se basaron en los profundos cambios estructurales y en las masivas inversiones públicas del anterior gobierno comunista. El despegue del sector privado de China se llevó a cabo en base a los inmensos desembolsos públicos hechos a partir de 1949.



La nueva clase capitalista triunfante y sus colaboradores occidentales reclamaron todo el crédito posible para este “milagro económico” mientras China se convertía en la segunda mayor economía mundial. Estas nuevas elites chinas han estado menos dispuestas a anunciar el estatus de primera categoría de China a partir de las brutales desigualdades de clase, rivalizando solo con EEUU.
. China: De la dependencia imperial al competidor mundial de primer ordenEl sostenido crecimiento chino en el sector manufacturero fue consecuencia de inversiones públicas altamente concentradas, altos beneficios, innovaciones tecnológicas y un mercado interno protegido. Aunque el capital extranjero obtuvo beneficios, fue siempre dentro del marco de las prioridades y reglamentaciones estatales chinas. La dinámica del régimen de la “estrategia de exportación” ha creado inmensos excedentes comerciales, que finalmente han hecho de China uno de los mayores acreedores del mundo, especialmente de deuda estadounidense. Para mantener sus dinámicas industrias, China ha necesitado de entradas inmensas de materias primas, lo que ha motivado inversiones exteriores a gran escala y acuerdos comerciales con países exportadores de agro-minerales en África y Latinoamérica. En 2010, China desplazó a EEUU y Europa como principal socio comercial de muchos países de Asia, África y Latinoamérica.

El ascenso de la China moderna a potencia económica mundial, como su predecesora entre 1100 y 1800, se ha basado en su gigantesca capacidad productiva: el comercio y la inversión se han regido por una política de estricta no interferencia en las relaciones internas de sus socios comerciales.
A diferencia de EEUU, China no inició guerras brutales por el petróleo; en cambio firmó contratos lucrativos. Y China no combatió guerras en interés de los chinos de ultramar, como EEUU ha hecho en Oriente Medio a favor de Israel.
El aparente desequilibrio entre el poder económico y militar de China contrasta de forma aguda con EEUU, donde un imperio militar inflado y parasitario continúa socavando su propia presencia económica global.
El gasto militar de EEUU es doce veces el de China. Cada vez más, el ejército de EEUU juega un papel clave a la hora de moldear la política en Washington mientras trata de debilitar el ascenso de China a potencia global
.El ascenso de China a potencia mundial: ¿se repetirá la historia a sí misma?China ha estado creciendo a un 9% por año y sus productos y servicios están aumentando rápidamente en calidad y valor. En cambio, EEUU y Europa llevan revolcándose en un crecimiento 0% desde 2007 a 2012. El innovador establishment tecno-científico chino asimila rutinariamente los inventos más recientes de Occidente (y Japón) mejorándolos, rebajando por tanto los costes de producción. China ha sustituido a las “instituciones financieras internacionales” controladas por EEUU y Europa (el FMI, el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Interamericano) como principal prestamista en Latinoamérica. China continúa estando a la cabeza como principal inversor en los recursos mineros y energéticos de África. China ha sustituido a EEUU como principal mercado para el petróleo iraní, sudanés y saudí y pronto sustituirá a EEUU como principal mercado para los productos petrolíferos venezolanos. En la actualidad, China es el mayor exportador y fabricante de manufacturas del mundo, dominando incluso el mercado estadounidense, mientras juega el papel de salvavidas financiero al poseer alrededor de 1.300 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense.

Bajo las crecientes presiones de sus trabajadores y campesinos, los gobernantes chinos han estado desarrollando el mercado interno aumentando los salarios y el gasto social para reequilibrar la economía y evitar el espectro de la inestabilidad social. En cambio, los salarios y servicios públicos vitales de EEUU han disminuido de forma aguda en términos absolutos y relativos.
Teniendo en cuenta las tendencias históricas actuales, está claro que China sustituirá a EEUU como principal potencia económica mundial en la próxima década si el imperio estadounidense no contraataca y si las profundas desigualdades de clase chinas no provocan importantes agitaciones sociales.
El ascenso de la China moderna a potencia global enfrenta serios desafíos.
A diferencia del histórico ascenso chino a nivel mundial del pasado, el poder económico global moderno chino no va acompañado de ninguna empresa imperialista. China ha quedado seriamente rezagada detrás de EEUU y Europa en cuanto a la capacidad agresiva de hacer la guerra. Quizá esto ha permitido a China dirigir recursos públicos a maximizar el crecimiento económico, pero ha dejado a China en situación vulnerable ante la superioridad militar estadounidense frente a su arsenal masivo, su red de bases de avanzada y sus posiciones geomilitares y estratégicas justo frente a la costa china y en los territorios colindantes.
En el siglo XIX, el imperialismo británico echó abajo la posición global china con su superioridad militar, apropiándose de los puertos chinos, debido a la confianza de China en su “superioridad mercantil”.
La conquista de la India, Birmania y la mayor parte de Asia permitió a los británicos establecer bases coloniales y reclutar ejércitos mercenarios locales. Los británicos y sus mercenarios aliados cercaron y aislaron a China, preparando el camino para perturbar los mercados chinos e imponer condiciones brutales a su comercio. La presencia armada del Imperio británico dictó lo que China tenía que importar (con el opio alcanzando el 50% de las exportaciones británicas en la década que se inició en 1850) mientras socavaban las ventajas competitivas de China a través de políticas arancelarias.
Hoy en día, EEUU está siguiendo políticas parecidas: La flota naval estadounidense patrulla y controla las rutas marítimas comerciales chinas y los recursos petroleros extraterritoriales a través de sus bases en el exterior. La Casa Blanca de Obama-Clinton está en proceso de desarrollar una respuesta militar rápida que implicará a sus bases en Australia, Filipinas y otros lugares de Asia. EEUU está intensificando sus esfuerzos para socavar el acceso exterior de China a los recursos estratégicos mientras se dedica a apoyar “bases” de separatistas e “insurgentes” en el oeste de China, Tibet, Sudán, Birmania, Irán, Libia, Siria y otros lugares. Los acuerdos militares de EEUU con la India y la instalación de un régimen-títere acomodaticio en Pakistán han hecho avanzar su estrategia de aislar a China. Aunque China mantiene su política de “desarrollo armonioso” y “no interferencia en los asuntos internos de otros países”, se ha hecho a un lado cuando el imperialismo bélico europeo y estadounidense ha atacado a alguno de los socios comerciales de China con el objetivo fundamental de invertir la pacífica expansión comercial de China. La carencia de una estrategia ideológica y política de China capaz de proteger sus intereses económicos en el exterior ha sido una invitación para que EEUU y la OTAN establecieran regímenes hostiles a China. El ejemplo más destacado es Libia, donde EEUU y la OTAN intervinieron para derrocar a un gobierno independiente dirigido por el presidente Gadafi, con quien China había firmado acuerdos comerciales e inversiones por valor multimillonario. Los bombardeos de ciudades, puertos e instalaciones petrolíferas por la OTAN obligaron a los chinos a retirar a 35.000 trabajadores de la construcción e ingenieros del petróleo chinos en cuestión de días. Lo mismo sucedió en Sudán, donde China había invertido miles de millones para desarrollar su industria petrolera. EEUU, Israel y Europa armaron a los rebeldes de Sudán del Sur para interrumpir el flujo de petróleo y atacar a los trabajadores chinos en el sector [6]. En ambos casos, China permitió pasivamente que los imperialistas estadounidenses y europeos atacaran a sus socios comerciales y frenaran sus inversiones
Bajo Mao Tse Tung, China tuvo una política activa de contención de la agresión imperial: Apoyaba a movimientos revolucionarios y a gobiernos del Tercer Mundo. En la actualidad, la China capitalista no tiene una política activa para apoyar gobiernos o movimientos capaces de proteger el comercio bilateral y los acuerdos de inversión de China. La política exterior de China está moldeada por grandes intereses comerciales, financieros y manufactureros que confían en el “aspecto económico competitivo” para conseguir cuotas de mercado y no entienden de bases militares y de seguridad del poder económico global. La clase política china está profundamente influida por una nueva clase de multimillonarios con fuertes vínculos con los fondos de capital occidentales que han absorbido sin reparo los valores culturales occidentales. Esto queda ilustrado por su preferencia a enviar a sus propios hijos a las universidades de elite en EEUU y en Europa. Tratan de “acomodarse a Occidente” a cualquier precio. Esta falta de comprensión estratégica de la construcción del imperio militar les ha llevado a responder de forma ineficaz y ad hoc a cada acción imperialista que ha socavado su acceso a recursos y mercados.
Aunque la visión de China del “negocio primero” pudo haber funcionado cuando era un actor menor en la economía mundial y los constructores del imperio estadounidense veían la “apertura al capitalismo” como un oportunidad de hacerse fácilmente con las empresas públicas de China y saquear su economía, sin embargo, cuando China (a diferencia de la ex URSS) decidió retener los controles de capital y desarrollar una “política industrial” cuidadosamente calibrada, y bajo control estatal, dirigiendo el capital occidental y la transferencia de tecnología a las empresas estatales, que penetraron eficazmente en los mercados internos y exteriores de EEUU, Washington empezó a quejarse y a hablar de represalias.
Los inmensos excedentes comerciales de China con EEUU provocaron una respuesta dual de Washington: Vendió cantidades masivas de bonos del Tesoro estadounidense a los chinos y empezó a desarrollar una estrategia global para bloquear el avance chino. Como EEUU carecía de apalancamiento económico para revertir su decadencia, confió solo en su “ventaja comparativa”: su superioridad militar basada en un amplio sistema mundial de bases de ataque, una red de regímenes-clientes en el exterior, apoderados militares, ONG, intelectuales y mercenarios armados. Washington se volvió hacia su inmenso, secreto y clandestino aparato de seguridad para debilitar a los socios comerciales de China. Washington depende desde hace mucho tiempo de sus lazos con gobernantes corruptos, disidentes, periodistas y magnates de los medios para proporcionar la cobertura más poderosa propagandística mientras avanza en su ofensiva militar contra los intereses de China en el exterior.
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