autor Ricardo Candia Cares
miércoles, 16 de diciembre de 2009
Aún se escucha el tintinear de las copas de champán de la victoria, alborozados, respirando hondo, suponiendo la
poltrona y el buen pasar del estipendio. Todos ganaron. Aunque, si se pone atención, lo más elocuente es el silencio de
los únicos perdedores: los de siempre, el gilerío.
El sistema ha dado una muestra soberbia de autorregulación y de autodefensa. Para evitar las molestias de las
deformaciones que originan los repetidos ejercicios de incesto, la Concertación reforzó sus genes con otros, exógenos,
extraños, que vienen a modificar las cosas y a reforzar los aleteos de lo que ya era un muerto caminando.
En este caso, la irrupción de la genética comunista, ajena hasta ahora a la configuración concertacionista, le va a dar un
brío nuevo: refundar una Concertación de Nuevo Tipo en la que debieran jugar un rol singular. El pase gol que significó tres
diputados, no va a ser gratis.
Hoy, hacen su entrada una nueva horneada de excluidos que representaban un diez por ciento. Y queda excluido un
sector que sacó el veinte. Los esfuerzos por extinguir la exclusión política, lo único que hizo fue aumentarla. Aunque de
todas maneras habrá que pagar ese favor inapreciable.
El fantasma de una propuesta genuinamente de izquierda cruzó los locales de votación y se diluyó en el sol de las seis de la
tarde cuando los resultados ya asombraban todos. No hubo en esta pasada, como no la habido en ninguna de las
veintiséis votaciones de las que tanto se enorgullece la presidenta, una propuesta democrática de la izquierda
pulverizada.
El grito que desgarra es el que viene de las diez comunas más pobres de Chile en las cuales ganó, mirando para atrás,
la derecha: Piñera sobre el 50% versus el 3% de Arrate. Gran parte de la gente modesta ha sido atrapada en el verbo
fantoche y reiterativo de la derecha. La gallá ha estado expuesta a ese discurso ante la falta de un proyecto que
seduzca a quienes el sistema, durante la friolera de 37 años, le ha escamoteado sus derechos.
Esa ausencia histórica y despliegue fabulosos del dinero para financiar el retumbe embrutecedor de las propaganda,
explican que un millonario apoyado por la derecha que alentó, sostuvo y apoyó a la dictadura, agregue a todo lo que tiene
el poder político.
El inimaginable peso del sistema ha venido reduciendo a la gente a sujetos que se rinden a la reiteración increíble de
fotografías, hasta horadar sus cerebros y, finalmente, votar por aquel que su subconsciente más veces vio desde el
eterno paradero del Transantiago o desde arriba de un bus aturdido por el hacinamiento.
Los perdedores de siempre no tienen un proyecto que en verdad los represente. La izquierda, pulverizada hasta lo
increíble, ha dado otro paso hacia la nada. La integración de tres diputados comunistas en el parlamento, cierra el debate
acerca de lo pernicioso del sistema binominal.
No muy lejos, la exclusión, la verdadera, la que azota todos los días a las personas incapacitadas para buscar acuerdos
que les resuelvan sus problemas, seguirá su paso seguro. Y seguirán los estudiantes más pobres, excluidos de una
educación como la que merecen. La gente, seguirá excluida de la atención médica digna de personas humanas. Los
trabajadores, seguirán excluidos de las riquezas que genera su trabajo y seguirían recibiendo sueldos indignos, tratos
degradantes y pensiones de vergüenza. Y los pobladores excluidos de viviendas a escala humana y entornos sufriendo el
flagelo asquerosos de la degradación ambiental y humana.
Por estos días habrá nuevamente la escandalera de ofertas y declaraciones de buenas intenciones y de que ahora sí las
demandas serán escuchadas a condición de asegurar el voto que sepulte a Piñera. Y como todos sabemos, esas
ofertas desaparecen no bien se cuenten los votos.
Si todos ganaron, fue a condición de que perdieran los de siempre.
El Clarín de Chile
http://www.elclarin.cl
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