La disputa del futuro
"Movimiento estudiantil" son palabras que para muchos suenan ajenas, extrañas, raras, son palabras que cargan consigo viejas canciones y fotografías color sepia, que - dicen- ya han pasado de moda, son palabras que tienen su lugar únicamente en los recuerdos nostálgicos de una historia que ya se acabó, palabras con un sabor amargo, palabras arrugadas, hechas bola y aventadas a un rincón, para no volver jamás. Para Nosotrxs, los estudiantes, el "movimiento estudiantil" es algo más que simples palabras, más que simples "recuerdos": pues poniendo en movimiento nuestras ideas y nuestras voluntades es como hemos podido y podemos defender lo que tenemos como estudiantes y conquistar lo que necesitamos y deseamos, dentro y fuera de las aulas.
Nuestra tradición de lucha, que va desde Córdoba en 1918, hasta la gran ola de movilizaciones estudiantiles y populares de la década de los sesentas y setentas, en Paris, en Praga, en Berkley, en Tokio, en México, es como un gran árbol con fuertes y profundas raíces, que hoy, como tantas veces en el pasado, está bajo amenaza: la han querido derribar con miles de difamaciones, olvidos, tergiversaciones, nos han querido robar sus frutos los mismos enemigos de nuestras luchas, los mismos traidores. Pero no importa cuántas cosas se digan o se hagan por parte de los opresores, la dignidad de lxs estudiantes siempre vuelve a florecer, aun en los momentos más oscuros, como cuando el capitalismo proclamó su triunfo tras la caída de los estados burocráticos del llamado "socialismo realmente existente" y muchas voces de abajo, todavía confundidas, corearon el fin de los "viejos" movimientos, no solo estudiantiles.
Hoy, la crisis del capitalismo junto con las resistencias desencadenadas por los pueblos del mundo, han barrido, como hojas secas, con las proclamas del fin de la historia. Los sectores que tradicionalmente encabezaban las luchas revolucionarias, y que por años habían permanecido ocultos por la sombra del poder, hoy han vuelto a salir a las calles: los estudiantes no son la excepción. De hecho, su irrupción en la escena mundial ha sido estruendosa. La rebelión estudiantil y popular contra el gobierno en Chile, la huelga general de estudiantes contra el aumento de cuotas de Quebec, y las grandes movilizaciones en defensa de la educación pública en Colombia y Valencia y en tantos otros lugares: han sido nuevamente los movimientos estudiantiles, los que con su creatividad y energía, le recuerdan al estado que sus "hijos privilegiados", no están dispuestos a aceptar la realidad presente de opresión ni tampoco el futuro de exclusión.
Ante la embestida global del capitalismo en contra de las instituciones educativas públicas, son los dignos estudiantes los que salen a hacer frente, a intentar detener la arrolladora agresión del capital con lo poco que tienen, con sus cuerpos, con sus libros; la consigna es "A defender la educación". Pero ¿Qué es la educación? Esta pregunta, aparentemente sencilla, suscita las más diversas respuestas, desde las apologéticas, que ven en la educación la solución a los problemas sociales, hasta las simplistas, que la consideran sencillamente un proceso necesario para la construcción de "ciudadanos responsables" y punto. Lo que pasan por alto, voluntaria o accidentalmente, este tipo de respuestas, es el hecho de que la educación no es neutral, sino que ha sido y es un proceso dirigido e integrado al estado-capital, a través del cual la industria capitalista en sus distintas ramas se abastece de cuadros técnicos medios, al mismo tiempo que el estado genera sus cuadros ideológicos y políticos.
¿Esto significa que dentro de la educación no existe espacio para la lucha revolucionaria? Todo lo contrario: el hecho de que la educación se haya configurado históricamente como una herramienta o un aparato para el "lavado de cerebros", el control social y el funcionamiento de la economía capitalista implica un proceso en el que, al mismo tiempo, desde las instituciones educativas, escuelas y universidades, así como fuera de ellas, lxs de abajo han construido sus propios espacios de autonomía, en los que se perfilan nuevas formas de enseñar y de aprender, basadas en la crítica, en el respeto, en la libertad. Por eso, a pesar de que las demandas de distintos movimientos estudiantiles aparentemente estén centradas en el acceso a la educación burguesa para una mayor integración de los estudiantes al sistema capitalista, estos mismos movimientos han logrado incluso trascender el estrecho marco de las escuelas y universidades para plantear fuertes críticas al estado de cosas.
Lo anterior abre otra interrogante ¿Qué son los estudiantes? Desde hace décadas se ha intentado encontrar la respuesta en acalorados debates; unos, desde una posición dogmática (que por suerte encuentra cada vez menos eco) "clasifican" a los estudiantes, no sin cierto aire de desprecio, como pequeñoburgueses, mientras que otros, desde posiciones románticas, los consideran como el "sujeto revolucionario" preferido y por excelencia. Lo cierto es que por ser una condición pasajera (la mayoría de las veces...) y por provenir de todas las clases sociales, los estudiantes siempre escapan a definiciones precisas. Si consideramos lo dicho anteriormente sobre el carácter de la educación, podemos deducir que durante la breve existencia del estudiante como tal, este se prepara para integrarse a lo que llaman "mercado laboral". En otras palabras, el estudiante se dedica a valorizar su fuerza de trabajo, para venderla como mercancía, como proletario, pero en mejores condiciones.
Ahora bien, la preparación tradicional de los estudiantes/futuros proletarios ha entrado en contradicción con el desarrollo actual del capitalismo: el incesante desarrollo de las fuerzas productivas gracias a los micro-procesadores y otras tecnologías de punta, ha logrado producir más mercancías que nunca con menos fuerza de trabajo humana, al mismo tiempo que la crisis de ganancia del capitalismo empuja a la privatización de la educación. Este proceso obra en dos sentidos, por un lado, la instrucción de los proletarios tiende a limitarse únicamente al aprendizaje técnico de las habilidades mínimas necesarias para obedecer las instrucciones y operar los mecanismos de las distintas ramas capitalistas, mientras que por el otro lado, las universidades burgueses privadas, exclusivas para los hijos de las elites, se encargan de monopolizar y legitimar ideológicamente los puestos directivos y de gerencia de las corporaciones y empresas.
En México, esta contradicción se ha expresado en la semi-privatización de gran parte de las universidades "autónomas" de los estados, en el desmantelamiento de proyectos educativos "alternos" como la UACM, en los progresivos ataques a las universidades "centrales" como la UNAM y el IPN, que representan todavía importantes bastiones de la legitimidad del estado, en la imposición de medidas policiacas en los centros de estudio, en la tecnificación de los planes de estudio, y en la proliferación de escuelas y universidades privadas "patito". Ante esta situación que ha llevado a la educación burguesa a una profunda crisis, los estudiantes mexicanos resisten como pueden en medio de la guerra contra el pueblo y la criminalización de la protesta social, como en el caso del Coordinadora de Universitarios en Lucha (CUL) y las casas de estudiantes en Morelia, de la universidad nicolaita de Michoacán, que en respuesta a sus legitimas exigencias recibieron el diálogo de las granadas lacrimógenas por parte de las fuerzas represivas del gobierno municipal, estatal y federal, que mostraron el verdadero rostro de la dictadura con cerca de 200 estudiantes detenidos y brutalmente golpeados y torturados, más 300 estudiantes que se encuentran en calidad de desaparecidos, entre los cuales, se habla, de que hay por lo menos un muerto.
Del mismo modo, las heroicas luchas de los normalistas de Ayotzinapa (Guerrero) y Tripetío (Michoacán), en defensa del normalismo rural, que tienen ya una larga trayectoria de resistencia ante las intentonas del gobierno de desaparecer las Normales Rurales por representar un bastión del pensamiento y la acción revolucionaria, pues han sido cuna de grandes revolucionarios, como Lucio Cabañas, nos enseñan que los estudiantes que no somos ni queremos ser los hijos privilegiados del estado, sino los hijos e hijas del pueblo oprimido y explotado, no tenemos otro camino que avanzar hacia una nueva sociedad, si lo que queremos es transformar nuestro presente de opresión y conquistar un futuro de dignidad. Es necesario, pues, brindar toda la solidaridad y empezar a articular un gran movimiento nacional estudiantil y popular para levantar una verdadera defensa de nuestros intereses y de nuestra vida. A la educación no la salvará ninguna política pública, ninguna institución, ningún candidato: la salvaremos lxs de abajo, luchando por construir muchos mundos nuevos, en los que el aprendizaje y la enseñanza le sirvan a la humanidad y a la vida, y no al estado-capital.
N. del A.
Para los compas que se enfrentan a la guerra y la criminalización en Michoacán: estamos con ustedes, no bajen sus banderas ¡Si la represión avanza, la solidaridad rebasa! No descansaremos hasta lograr la liberación de los 13 compas estudiantes detenidos por defender la educación.
¡No olvidamos! ¡Seguimos exigiendo justicia para los compas normalistas asesinados de Ayotzinapa y castigo a los culpables!
¡Seguimos exigiendo justicia para Regina Martínez y todxs lxs periodistas!
Ante la escalada represiva, cerremos filas, avancemos hacia la unidad del movimiento popular independiente.
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